EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Décimotercer Domingo del tiempo ordinario C
Primer Libro de los Reyes 19,16b.19-21.
Consagrarás a Jehú, hijo de Nimsi, como rey de Israel, y consagrarás a Eliseo, hijo
de Safat, de Abel-Mejolá, como profeta en vez de ti.
Partió de allí Elías y encontró a Eliseo, hijo de Safat, quien estaba arando; tenía
doce medias hectá reas de tierra para arar y estaba en la duodécima. Elías se le
acercó y le tiró encima su manto.
Inmediatamente, dejando sus bueyes, Eliseo corrió tras Elías: «Permíteme, le dijo,
que vaya a abrazar a mi padre y te seguiré». Pero Elías le respondió: «¡Puedes
volverte, era algo sin importancia!»
Eliseo se alejó pero para tomar la yunta de bueyes y sacrificarlos; asó su carne con
el yugo y se la sirvió a su gente, luego se levantó, salió tras Elías y entró a su
servicio.
Salmo 16(15),1-2a.5.7-11.
Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no
hay dicha para mí fuera de ti.
El Señor es la herencia que me toca y mi buena suerte: ¡guárdame mi parte!
Yo bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye mi conciencia.
Ante mí tengo siempre al Señor, porque está a mi derecha jamás vacilaré.
Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos rebosan de júbilo y aún mi carne
descansa segura:
pues tú no darás mi alma a la muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo.
Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para
siempre a tu derecha.
Carta de San Pablo a los Gálatas 5,1.13-18.
Cristo nos liberó para ser libres. Manténganse, pues, firmes y no se sometan de
nuevo al yugo de la esclavitud.
Nuestra vocación, hermanos, es la libertad. No hablo de esa libertad que encubre
los deseos de la carne, sino del amor por el que nos hacemos esclavos unos de
otros.
Pues la Ley entera se resume en una frase: Amarás al prójimo como a ti mismo.
Pero si se muerden y se devoran unos a otros, ¡cuidado!, que llegarán a perderse
todos.
Por eso les digo: caminen según el espíritu y así no realizarán los deseos de la
carne.
Pues los deseos de la carne se oponen al espíritu y los deseos del espíritu se
oponen a la carne. Los dos se contraponen, de suerte que ustedes no pueden obrar
como quisieran.
Pero si se dejan guiar por el Espíritu ya no están sometidos a la Ley.
Evangelio según San Lucas 9,51-62.
Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió
resueltamente el camino a Jerusalén.
Envió mensajeros delante de él, que fueron y entraron en un pueblo samaritano
para prepararle alojamiento.
Pero los samaritanos no lo quisieron recibir porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: «Señor, ¿quieres que
mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?»
Pero Jesús se volvió y los reprendió.
Y continuaron el camino hacia otra aldea.
Mientras iban de camino, alguien le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que
vayas.»
Jesús le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo
del Hombre ni siquiera tiene donde recostar la cabeza.»
Jesús dijo a otro: «Sígueme». El contestó: «Señor, deja que me vaya y pueda
primero enterrar a mi padre.»
Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vé a
anunciar el Reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve
para el Reino de Dios.»
Comentario del Evangelio por:
Beato Juan XXIII (1881-1963), papa
Diario del alma, junio 1957( antes de su elección al Papado)
“Te seguiré adondequiera que vayas”
“En el atardecer, danos tu luz, Señor.” Estamos en el atardecer. Estoy en los
sesenta-y-seis años de mi vida que es un don magnífico del Padre celestial. Las dos
terceras partes de mis contemporáneos han pasado ya a la otra vida. Así que yo
también me tengo que preparar para el gran momento. El pensamiento de la
muerte no me produce inquietud... Mi salud es excelente y todavía robusta, pero no
me tengo que fiar. Me quiero preparar a poder responder: “Aquí estoy”, a la
llamada, tal vez inesperada. La vejez –que es otro gran don del Señor- tiene que
ser para mí motivo de callada alegría interior y de abandono diario al Señor mismo,
al que me dirijo como un niño hacia los brazos abiertos de su padre.
Mi ya larga y humilde vida se ha ido devanando como una madeja bajo el signo de
la simplicidad y de la pureza. No me cuesta nada reconocer y repetir que no soy
más ni valgo más que un pobre pordiosero. El Señor me hizo nacer en el seno de
una familia pobre. El ha pensado en todo. Yo le he dejado hacer... Es verdad que
“la voluntad de Dios es mi paz.” Y mi esperanza está puesta totalmente en la
misericordia de Jesús...
Pienso que el Señor me tiene reservado, para mi completa mortificación y
purificación, para admitirme en su gozo eterno, alguna gran aflicción o pena, del
cuerpo y del espíritu antes de que me muera. Bien, pues, lo acepto de todo
corazón, que sirva todo para su mayor gloria y el bien de mi alma y de mis
queridos hijos espirituales. Temo la debilidad de mi resistencia y le pido que me
ayude ya que no tengo casi ninguna confianza en mí mismo, pero una total
confianza en el Señor Jesús.
Hay dos puertas que dan al paraíso: la inocencia y la penitencia. ¿Quién puede
pretender, oh hombre frágil, encontrar la primera abierta de par en par? Pero la
segunda es acceso seguro. Jesús pasó por ella con su cruz cargado, expiando
nuestros pecados. El nos invita a seguirlo.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”