XIII Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Sábado
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 27, 1-5. 15-29: Jacob le quitó la bendición a Esaú.
b.- Mt. 9, 14-17: Discusión sobre el ayuno.
Si bien este evangelio sitúa a los apóstoles frente a un tema muy concreto, como es
el ayuno, Jesús se traslada al futuro, al tiempo del Reino de Dios, de la Iglesia. Él
se presenta como el Mesías esperado, en forma implícita (v.15). Se presenta como
el novio de los tiempos mesiánicos, es decir, el portador de los bienes de la
salvación. La imagen del matrimonio, es común en la Escritura, lo novedoso es que
Jesús se identifique con ese símbolo que Yahvé usa para expresar su relación de
amor con su pueblo Israel (cfr. Os. 2, 18-20; Is. 54, 5-6). Estaba anunciado que
Israel sería presentada como la esposa fiel, pues ahora es el tiempo, la promesa se
ha cumplido. Importante es entrar en el círculo de amigos del novio para alegrarse
en su boda. Es tiempo de bodas, de alegría, no de llanto, ni de ayuno y tampoco de
luto, porque el sentido interno del ayuno es la aflicción por los pecados cometidos,
es tiempo de júbilo por la salvación que alborea. “Llegará el tiempo en que el
esposo les sea arrebatado, entonces ayunarán” (v.15). Este espacio de dicha tendrá
su fin, porque Jesús estará presente por un determinado tiempo hasta que les sea
arrebatado, velado anuncio de su violento final, de la dolorosa separación. Era
necesaria su partida (cfr. Jn.16,7), sin embargo, en el tiempo de la Iglesia, la
presencia de Jesús no es dada por el Espíritu y la Eucaristía (cfr.Jn.16,7;
Ap.21,9ss). En el tiempo entre la Ascensión y la Parusía el ayuno adquiere un
significado nuevo: no es sólo obra de la penitencia, sino expresión del dolor por
haberse separado del Esposo. Un segundo momento tenemos la imagen del paño
nuevo o manto y los odres nuevos (vv.16-17), imagen del mundo, los cielos y la
tierra envejecerán y serán recogidos como un paño o también el mantel que bajó
del cielo ante Pedro, un mundo nuevo, nueva creación (cfr. Heb. 1, 10-12; Hch.
10,11). Ambas imágenes contraponen lo viejo y lo nuevo, tiempo generoso como el
vino y resistente como la tela nueva; tiene su propia ley, la alegría rebosante; al
Mesías no le acomodan las antiguas formas, nacerán nuevas, comparaciones que
hablan de la confianza y la victoria del Evangelio. La religión que conoció el Israel
del tiempo de Jesús, no se podía remendar con paño nuevo como el Evangelio. El
contenido de la predicación de Jesús era totalmente nuevo, espíritu nuevo, con
entrañas de misericordia, compasión, fraternidad universal. Con ÉL han comenzado
los tiempos nuevos, tiempos mesiánicos, está presente entre ellos el Mesías, para
quitar el paño viejo, para extender el paño nuevo para siempre. Dios crea todo
nuevo, creación nueva, tierra y cielos nuevos (cfr. Is.65, 17; 2P 3,13; Rm. 8,19-23;
Ap. 21,1). La presencia del Reino de Dios, rompe todos los moldes tradicionales, a
vino nuevo odres nuevos, imagen recurrente del AT (cfr. Gén. 49, 8-12; Jn. 2,1-
12). No se puede tener fe en Jesús y seguir siendo fiel a prácticas vacías,
insustanciales de las que se esperaba la salvación. Aceptar la salvación exige una
vida nueva, hombres nuevos, libre de prejuicios del judaísmo, dispuestos a dejarse
moldear por el Espíritu Santo. La revelación de Jesús es continuidad progresiva del
AT y cumplimiento s nuevo e irrepetible. La obra mesiánica tiene su propia plenitud
que se prolonga hasta el fin del mundo (cfr. Mt. 5,17). De ahí que Jesús considera
“Dichosos los ojos que ven lo que estáis viendo” (Lc. 10, 23). No todo lo antiguo es
malo o hay que dejarlo, el sano discernimiento es fundamental para acoger lo
completamente nuevo, como lo deja entrever Mateo, cuando enseña que la vieja
economía era buena, pero incompleta, la nueva en cambio es completamente
buena, es decir, se ha alcanzado la plenitud de la revelación (v.17). El cristiano
debe aprender a discernir que lo que la Iglesia le propone, es lo importante para su
vivir en Cristo.
Teresa, siempre consideró a Jesucristo como el Esposo de su alma por medio de la
consagración en la vida religiosa y los votos. Nuestra consagración bautismal nos
desposa con Cristo Jesús, alianza de amor y salvación. “Mirad lo que costó a
nuestro Esposo el amor que nos tuvo, que, por librarnos de la muerte, la murió tan
penosa como muerte de cruz.” (5 M 3,12).