DOMINGO XIII del Tiempo Ordinario/C
Dios llama y el hombre responde al llamamiento o no
Las Lecturas de hoy nos hablan del llamamiento de Dios al hombre y del
seguimiento del hombre a Dios, y de la respuesta que El espera de nosotros. En el
Evangelio (Lc. 9, 51-62) vemos a Jesús “tomando la firme determinación de
emprender viaje a Jerusalén, cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que
salir de este mundo”. Sabía que allí sería juzgado injustísimamente, para luego
morir crucificado. Y, con “firme determinación” , siguió el camino hacia su
inmolación en la cruz.
Y, mientras iba de camino, tres personas le salen al encuentro a Jesús. Esas tres
personas representan a los muchos candidatos a discípulos que el Señor ha tenido y
que seguirá teniendo hasta que llegue el fin del mundo.
Por el camino uno le dijo: “Te seguiré por doquiera que vayas”. Se presenta esa
persona, toma la iniciativa. Quizá está muy seguro de sí mismo. Se cree fuerte,
sólido, generoso.
-”Jesús le respondi￳: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el
Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”“. No basta el entusiasmo, la
“dificultad” aparece al seguirlo: la falta de confort, la pobreza de su situaci￳n.
También sufrir ser rechazado como él lo estuvo, es no tener seguridad… Se￱or, yo
también quisiera siempre seguirte a donde Tú vayas… Pero ahora ya sé y la historia
nos ha ense￱ado “d￳nde” ibas. Y el G￳lgota me espanta, te lo confieso.
Ciertamente que no podré seguirte si no me das la fuerza; pero tampoco me atrevo
demasiado a pedírtela.
-“A otro le dijo: “Sígueme”“. Es Jesús que llama. El hombre respondi￳: “Permíteme
que vaya primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replic￳: “Deja que los muertos
entierren a sus muertos”. En Israel, dar sepultura era una obligaci￳n sagrada…
pienso que hay un
sentido misterioso en esas palabras. Jesús le viene a decir que no tiene necesidad
su padre de que él lo acompañe, al menos de momento: puede ir con Jesús con
tranquilidad. También la palabra “muertos” puede referirse a los que todavía no han
encontrado a Jesús, y que la fe es haber pasado de la muerte a la vida, es haber
entrado en otro mundo.
-“Tú ve a anunciar el reino de Dios”. El discípulo s￳lo tiene una cosa a hacer, ante
la cual desaparece todo lo restante: “anunciar el reino de Dios”. Es radical,
absoluto. Esto no admite retraso alguno. “A veces la voluntad parece resuelta a
servir a Cristo, pero buscando al mismo tiempo el aplauso y el favor de los hombres
(…). Se empe￱a en ganar los bienes futuros, pero sin dejar escapar los presentes.
Una voluntad así no nos permitirá llegar nunca a la verdadera santidad” (Juan
Casiano).
-“Otro le dijo: “Te seguiré, Se￱or; pero déjame primero despedirme de mi familia”.
Jesús le contest￳: “EI que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para
el Reino de Dios”“. Aquí no habla Jesús de no atender a la familia, sino de la
radicalidad de la llamada divina. Nos dice «sígueme» y esa llamada puede cambiar
nuestra vida, podemos sentir que no admite excusas, retrasos, condiciones, ni
traiciones… La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús.
Todo esto no es otra cosa que el fiel cumplimiento del mandamiento: amar al Señor
con todo el corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente. Amar a Dios
sobre todas las cosas quiere decir sencillamente aspirar a ser santos. Amar a Dios
sobre todas las cosas es además el secreto para conseguir la felicidad incluso ya en
esta vida. Si Dios es amado sobre todas las cosas, entonces también el hombre
ama y es amado con toda la plenitud del amor accesible a él. Si se destruye esa
estructura inseparable, de la que habla el mandamiento de Cristo, entonces el amor
del hombre se apartará de su raíz más profunda, perderá la raíz de la plenitud y de
la verdad, que le son esenciales.
Cristo nos llama y nos dice: ¡Sígueme! Este seguirle es vivir sus mandamientos,
guardar con fidelidad su palabra, para que se forje en nuestro corazón un
verdadero amor, para que nuestra vida sea una vida llena. Digámosle, desde esta
perspectiva a Jesús: “Te seguiré por doquiera que vayas”. ¿A dónde vamos a ir, si
Tú tienes palabras de vida eterna? La meta y el término de nuestra vida es él,
Cristo, que nos espera, a cada uno y a todos juntos, para guiarnos más allá de los
confines del tiempo en el abrazo eterno del Dios que nos ama. No tengamos miedo
de Él, Jesús no nos quita nada, nos da todo: el Maestro tenía palabras de vida
eterna, palabras que, mientras prometen la eternidad, dan pleno sentido a nuestra
vida.
La vida de María fue un continuo sí al amor y al seguimiento de Dios. Ella nos ayude
a tomar una postura por Cristo, dejando a un lado comodidades, seguridades,
realizaciones personales, bienes materiales, preferencias familiares, tal vez todas
cosas lícitas, pero que el Señor quiere que dejemos de lado para seguirlo como Él
nos pide.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)