DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del P. Salvador Plans, monje de Montserrat
23 de junio de 2013
Zac 12, 10-11 / Gal 3, 26-29 / Lc 9, 18-24
Queridos hermanos,
Una vez que Jesús estaba orando... Jesús oraba a menudo, sobre todo cuando tenía
que hacer algo importante. Rogó antes de ser bautizado en el río Jordán, justo cuando
empezaba su predicación del Reino de Dios. Jesús oraba cuando fue tentado en el
desierto. Cuando escogió a sus discípulos. Sobre todo antes de la Pasión en el huerto
de los Olivos y no hace falta decir que lo hacía también en un lugar apartado, desierto.
En el fragmento del evangelio de hoy el Evangelista no nos dice en qué lugar rogaba.
No obstante, y por su contexto, con esta oración sabemos que Jesús preparaba su
subida a Jerusalén. Según los entendidos, es uno de los momentos en que Jesús
concentraba sus fuerzas en la subida a Jerusalén.
La oración es el lugar solitario e íntimo del amor de Jesús con su Padre. Es también, el
lugar donde Jesús pregunta y espera respuesta. Es el lugar donde Dios responde y
nos dice qué espera de nosotros. Jesús también debe responder al Padre y nos ha de
responder a nosotros porque es el Maestro interior. El camino, la verdad y la vida.
Jesús veía que la gente no lo definía correctamente. Lo máximo que le concedieron
fue hacerle rey. Pero Jesús no buscaba eso. Su Mesianismo no era éste. Jesús ve
cómo la gente no ha logrado descubrir quién es él. Ni en el milagro de la multiplicación
de los panes, ni escuchando el sermón del pan de vida en la Sinagoga de Cafarnaún
donde dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mi...".
Sólo Pedro acierta. Tu eres “ el Mesías de Dios ". En Pedro es la Iglesia quien define la
identidad de Jesús. Y es el evangelista Lucas que la pone en labios de Pedro. Solo el
Padre puede revelarnos el misterio de Jesús. Es la Iglesia, la que tiene el encargo bajo
el impulso del Espíritu, la que continúa la confesión de Pedro.
La revelación más grande que ha hecho el Padre es esta: que la esencia de Dios es el
amor que le llevará a la muerte. Dios pues, en su humanidad, debe morir en la cruz y
eso, escandalizará a todos y provocará la deserción. En esta cruz, sin embargo, nos
abraza a todos: " Cuando sea levantado os atraeré todos hacia mí ". El sufrimiento del
siervo de Dios que ama al Padre y a los hermanos, es el misterio de Jesús. ¿Cómo
nos explica esto San Lucas? Pues de una manera muy simple. Lo dice en el fragmento
de hoy: " El Hijo del hombre tiene que padecer mucho ". ¿No será, hermanos, este
misterio el lugar de nuestra identidad? En efecto, mirad qué dice Jesús en otro lugar:
" El que quiera seguirme, que se niegue a si mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo ”.
Sí, hermanos, hoy Jesús también nos pregunta. Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo? La respuesta no se hace esperar. Es bueno ver que ahora no es la gente la que se
pregunta quién es Jesús, es Jesús el que pregunta, quien interroga a los discípulos.
Según como respondas sabrás si eres discípulo de Él o no. Decía un pastor hablando
de las ovejas descarriadas: no temas de perderlas. Nadie salta más allá de su propia
sombra. "Si sabes quién es Jesús, también sabrás quién eres tú porque caminareis al
mismo paso”. Las ovejas, con el tiempo van modelando su paso al del pastor. Y su
sombra les da seguridad.