DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del P. Valentí Tenas, monje de Montserrat
30 de junio de 2013
Lc 9, 51-62
Estimados Hermanos y Hermanas:
Permitidme que relea unos versículos del Evangelio del domingo pasado que decían
así: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y
se venga conmigo". Hoy, en las tres lecturas de esta Eucaristía, vemos que tienen un
hilo conductor que las une, centrado en el tema: Llamada, Vocación y Respuesta con
Libertad.
Seguir a Cristo. La Llamada. Es la primera palabra que Jesús dirige a sus discípulos
que Él mismo elige, ¡Seguidme! No son los discípulos quienes eligen al Maestro, sino
que es el maestro quien los Llama al seguimiento.
Una característica de los relatos de vocación, es el vuelco total de la Vida cotidiana del
Llamado. Dios irrumpe en su vida y, sin quitarle su libertad, lo toma y lo orienta para la
misión que le encomienda. La aceptación libre de la propia Vocación por parte del
Hombre, o de la Mujer, es siempre una respuesta de Fe sincera, altruista.
El tema principal de la Carta a los Gálatas es la proclamación de que la Fe en
Jesucristo nos libera de la observancia de la ley. "Hermanos, vuestra vocación es la
libertad". Nuestra vocación es la libertad de espíritu. “Toda la ley se concentra en esta
frase: « Amarás al prójimo como a ti mismo »". Podríamos recordar la expresión de
San Agustín: "Ama y haz lo que quieras". Pero tratando de no convertir nuestra
libertad en un pretexto para hacer el propio gusto y el libertinaje. Pongámonos con
Cordura al servicio de unos y otros y dejémonos guiar por el Espíritu que es Amor y
nos da la libertad.
En la lectura del Libro de los Reyes, que hemos escuchado, el gran profeta de fuego
Elías, por orden del Señor, notifica a Eliseo su vocación de nuevo profeta. No se trata
de una unción sacerdotal propiamente dicha, sino de la transmisión de un carisma
profético hecha con el gesto simbólico de la imposición o investidura de su manto
sobre la espalda del joven Eliseo. Arrancado de su trabajo cotidiano, llevaba el
duodécimo arado, ¡Eliseo no mira atrás! Dice adiós a sus Padres e invita a todos a
comer. Dispuesto a responder a la Llamada de seguir las huellas de Elías, será el
discípulo modélico que escucha y sigue al Maestro.
El fragmento del Evangelio que el Diácono nos ha proclamado, comienza así: "
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de
ir a Jerusalén". A Jerusalén no se va, se sube. Comienza aquí la narración central de
diez capítulos de peregrinación, que San Lucas trabaja y concluye con la gran
investidura Real del Hijo de Dios en Jerusalén con su pasión, muerte y Resurrección.
"Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas". Jesús viendo las murallas de la
Ciudad, se echó a llorar por ella. Lucas contempla a Jesús como el nuevo y definitivo
Elías, el profeta del carro de fuego llevado al cielo.
Los Samaritanos, eran considerados, por los Judíos piadosos como cismáticos. Ellos
tenían su Templo construido en la montaña del Garizim y no en Sión. De Galilea a
Jerusalén el camino más corto y recto es el que pasa por Samaria y eran frecuentes
las peleas recíprocas. Los Apóstoles Santiago y Juan, los llamados hijos del Trueno,
quieren castigar a los Samaritanos inhospitalarios siguiendo al Profeta Elías que había
hecho bajar fuego del cielo contra los que querían hacerlo prisionero. (2Re 1, 10-12)
Jesús “se volvió y les regañó". Él abre perspectivas de Paz y Tolerancia Cristiana.
Haciendo camino, subiendo a Jerusalén, Jesús se encuentra con tres posibles
aspirantes a discípulos.
El primero parece un entusiasta, "Te seguiré adonde vayas". Jesús le responde , que
hay que sacrificar la seguridad personal para hacerse misionero de la Buena Nueva. "
el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza".
El segundo, es Jesús mismo quien lo llama: "Sígueme". Pero le responde que tiene un
deber sagrado que cumplir: Enterrar a su padre. Jesús le responde , de forma radical
y desconcertante: "Deja que los muertos entierren a sus muertos". El seguimiento
radical del Reino exige sacrificar incluso los mismos deberes filiales prescritos por la
ley.
El tercero, y último aspirante, voluntarioso, dice: "Te seguiré, Señor". Pero ligado por
vínculos familiares pide saludar a los de su casa. Jesús le responde : "El que echa
mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios". Mirar atrás; el
buen Labrador sabe que existe el peligro de perder la línea recta de la labranza y
hacer el surco torcido; esto conlleva rehacerlo de nuevo. Como Eliseo, hay que
afrontar el trabajo de cara, seguir a Jesús no puede ser un fuego de artificio, exige
madurez humana y una Fe Valiente con un Amor y un Humor Infinitos.
La Llamada y Vocación, Respuesta con libertad para ser libres. Tomar cada día
nuestra Cruz, teniendo por seguro que Jesús nos acompaña ayudándonos a llevarla.
Como dice el Salmo 94: "Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: ¡No endurezcáis
vuestro corazón!”.