XV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
Dios está junto a nosotros, en nuestro trabajo, en nuestro corazón, y nos
pide que seamos misioneros de su reino de paz, amor y misericordia.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: -«Id y proclamad que
el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos,
limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis,
dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco
alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón;
bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o
aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa
hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo
merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la
paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al
salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os
aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y
Gomorra que a aquel pueblo»” (Mateo 10,7-15).
1. El estilo misionero tiene entre sus características la pobreza. Tus
discípulos, Jesús, se ponen a disposición gratuitamente (su fe, su
tiempo, su amistad), dan gratis lo que gratuitamente han recibido .
Es lo que nos has enseñado, Señor: todo lo que hay en nosotros es don;
por eso hemos de darlo y darnos. Y nos enseñas a contentarnos con lo
estrictamente necesario. Y la tarea que nos das no es imponer la verdad
sino una propuesta clara y convincente porque va atestiguada con nuestras
vidas, y luego dejarla a la libertad del hombre (Bruno Maggioni).
-“ Jesús recomendaba a los doce apóstoles ”... Jesús, abres la
boca y hablas. Trato de imaginar algo del tono de tu voz... de la atención te
prestan los apóstoles... Les dices lo que llevas en el corazón... tus
recomendaciones...
-" Proclamad que el Reino de Dios está aquí ." Se busca, a veces a
Dios "demasiado lejos": ¡de hecho está "aquí"! cerca de nosotros, como
insistía san Josemaría: “Es preciso convencerse de que Dios está junto a
nosotros de continuo. -Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos,
donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está
siempre a nuestro lado.
”-Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos
quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus
hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando.
”-!Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres
diciéndoles, después de una travesura: ya no lo haré más! -Quizá aquel
mismo día volvimos a caer de nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza
en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su
corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, qué
esfuerzos hace para portarse bien!
”- Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que
Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y
en los cielos ” ( Camino ).
Señor, ayúdanos a descubrir que estás próximo, junto a nosotros. Un
Dios próximo, un Dios amoroso. No estoy nunca solo, incluso cuando me
siento abandonado o solitario. Para poder proclamar a los demás la bondad,
la proximidad de la presencia de Dios... primero hay que haber hecho la
experiencia en sí mismo, personalmente. ¿Cómo podría decir a los demás:
"el Reino de los cielos, la felicidad de los cielos esta aquí"... "Dios esta junto
a ti"... si yo mismo no creyera en ello? ¡Ayúdanos, Señor, a creer que tu
Reino ha comenzado!
«La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el reino de Cristo en toda
la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres
partícipes de la redención salvadora, y por medio de ellos ordenar
realmente todo el universo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo
místico, dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la Iglesia
lo ejerce por obra de todos sus miembros, aunque de diversas maneras»
(Vaticano II.- A. A.-2).
Dices: " Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos,
echad demonios ." Resumes en estas cuatro frases todos los beneficios
que los apóstoles deben aportar a sus hermanos, los hombres. Es lo que tú
has hecho, Señor: curar, dar la vida, limpiar a pobres leprosos, liberar a los
pecadores de sus pecados. El apóstol es el que distribuye beneficios...
el que hace crecer a sus hermanos... el que les aporta luz, paz y
alegría ... Te pido, Señor, ser fiel a tus palabras: ¿Cuál será mi manera de
ayudar, de servir, de curar?
-“ De balde lo recibisteis, dadlo de balde. No os procuréis oro,
plata ni moneda... ni alforja, ni dos túnicas, ni sandalias ni bastón...
pues el bracero merece su sustento ”. Tu simplicidad de vida es difícil de
entender, Señor. Veo que ahí está mi verdadero crecimiento. Cuanto más
se tiene, más se quiere... no se está nunca contento. Por lo contrario, el
que sabe reducir al mínimo sus necesidades, encuentra una alegría y una
libertad mayores: se contenta con poco.
-“ Al entrar en una casa, saludad. Si la casa se lo merece, la paz
que le deseáis se pose sobre ella. Si no se lo merece, vuestra paz
vuelva a vosotros. Si alguno no os recibe, salid de esta casa ”... Me
das instrucciones para mi apostolado, sin imponer… tú nos dejas libres.
Ofrecer la paz. Ofrecer la alegría. Dar aliento. No hay que sorprenderse si
uno no tiene éxito, si no es aceptado: hay que conservar la paz y el gozo
interior. Nuestra buena tentativa ha sido para el Señor (Noel Quesson).
Jesús nos habla de misión y de confianza: «En las empresas de
apostolado está bien -es un deber- que consideres tus medios terrenos
(2+2=4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro
sumando: Dios +2+2...» (J. Escrivá, Camino 471).
2. La historia de José llega a la escena culminante del reencuentro y
la reconciliación con sus hermanos, una de las páginas más bellas de la
Biblia, tanto en el aspecto literario como en el humano y religioso.
¿Viven todavía vuestros padres? » preguntó José. « Tenemos
un padre anciano y un hermano pequeño, nacido en los días de su
vejez; el hermano de éste murió, por lo tanto a su madre le queda
sólo este hijo ¡y nuestro padre le ama! » - Dijo José: "Traédmelo, que
puedan verlo mis ojos. " Se trata de Benjamín, el pequeño y el último, el
verdadero hermano de José, nacido de la misma madre: Raquel murió al
dar a luz... esto explica el afecto muy particular de Jacob por esa mujer... y
la ternura muy particular de José por "éste" que entre los restantes hijos de
Jacob le recordaba las facciones de su propia madre. “ ¡Que puedan verlo
mis ojos! ” En medio de las rudezas de la época, contemplamos la maravilla
del amor que ilumina todo lo que toca. “ Dios es amor. El que ama,
conoce a Dios ”, dirá san Juan. Y en todo verdadero amor humano
¿sabemos reconocer a Dios?
Como se acabó el trigo, tuvieron que hacer un segundo viaje, y
tienen que llevar al pequeño. “ Jacob dijo: «Sabéis que mi mujer sólo
me dio dos hijos. Uno lo perdí y dije: "¡Fue despedazado como una
presa!" y hasta el presente no lo he vuelto a ver. Si ahora apartáis a
éste de mi lado y le sucede alguna desgracia, haríais bajar
penosamente mi vejez a la mansión de los muertos .” El amor paterno
es una de esas maravillas que nos habla de Dios, como una verdadera
participación en la paternidad de Dios « de quien toda paternidad toma
nombre » (Ef 3, 15).
En este segundo viaje, José retiene a Benjamín. Cuando Judá le
cuenta el disgusto del padre por la venta de José y pide que no le quiten
ahora en su vejez al pequeño, José no puede ya contenerse más y, entre
lágrimas, se da a conocer a sus hermanos: -“ Entonces José no pudo
contenerse, hizo salir a todo el mundo y cuando quedaron sólo los
hermanos se dio a conocer a ellos y se echó a llorar a gritos ”.
Vencido por la emoción, José deja que lo reconozcan.
¡Soy José, vuestro hermano! » Sin duda el niño José Roncalli
había oído esa emotiva historia de reconciliación cuando asistía al catecismo
en su pueblo. Adulto, debió de meditar esa página de perdón fraterno. El
caso es que siendo ya el Papa Juan XXIII, al recibir en audiencia a un grupo
de judíos, con los brazos abiertos les dijo: «Yo soy José, vuestro hermano.»
« Yo soy José, vuestro hermano, al que vendisteis a los
egipcios ». Y les perdona: « acercaos a mí ». Y añade: -“ Ahora bien no os
pese más ni os enoje haberme vendido aquí: pues para salvar
vuestras vidas me envió Dios delante de vosotros ”... ¡Si por lo menos,
Señor, todos los hermanos separados, todos los hombres en pugna por
conflictos... llegasen a tener esa misma visión de una historia que progresa
hacia el encuentro fraterno y el amor! Y que Tú diriges, ¡oh Padre! (Noel
Quesson). Nos hablas de Jesús, entregado por los suyos a la cruz; mientras
él pide perdón al Padre por a sus verdugos, muestra que la salvación de
Dios también actúa a través del mal y del pecado de las personas. Nosotros
tendríamos que aprender, sobre todo, a perdonar a los que nos han
ofendido. Difícilmente nos harán un mal tan grande como el que los
hermanos de José o los discípulos de Jesús les hicieron a ellos. Ellos
perdonaron. ¿Yo sé perdonar? ¿Hubiéramos tenido nosotros, en su lugar, la
grandeza de corazón que aquí muestra José?, ¿y Cristo en la cruz?,
¿facilitamos que se puedan rehabilitar las personas, dándoles un voto de
confianza, a pesar de que hayan fallado una o más veces? Aunque nos
cueste, ¿sabemos perdonar?
3. El salmo comenta y desarrolla esta misma idea: « Recordad las
maravillas que hizo el Señor. Llamó al hambre sobre aquella tierra...
por delante había enviado a José, vendido como esclavo ». Los planes
de Dios son admirables. El va llevando a cumplimiento su promesa
mesiánica por caminos que nos sorprenden. Este salmo, que sigue al que
alaba la obra creadora de Dios, ensalza la obra que el Señor realiza en su
redención con Israel su pueblo, y si en el anterior se refleja la gloria de Dios
eternamente, eternamente en éste se proclama la Alianza divina con el
pueblo elegido: Dios, que domina toda la tierra, cuida de todas sus
criaturas, dio la tierra de Canaán a su pueblo y llena de alegría a sus
elegidos, y si bien muchos de ellos pecan no por ello deja de favorecerlos
con su bondad. José prepara la ida a Egipto que será luego con la opresión
una ocasión de la pascua profética del Mesías, al igual que la tierra
prometida es profética del cielo, Jerusalén de la ciudad celestial e Israel de
la Iglesia… A la luz de la providencia divina y del cumplimiento de la palabra
del Señor vemos toda la historia del mundo y personal nuestra.
Llucià Pou Sabaté