EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
jueves 11 Julio 2013
Jueves de la decimocuarta semana del tiempo ordinario
Libro de Génesis 44,18-21.23b-29.45,1-5.
Judá se acercó para decirle: "Permite, señor, que tu servidor diga una palabra en tu
presencia, sin impacientarte conmigo, ya que tú y el Faraón son una misma cosa.
Tú nos preguntaste si nuestro padre vivía aún y si teníamos otro hermano.
Nosotros te respondimos: Tenemos un padre que ya es anciano, y un hermano
menor, hijo de su vejez. El hermano de este último murió, y él es el único hijo de la
madre de estos dos que ha quedado vivo; por eso nuestro padre siente por él un
afecto muy especial.
Tú nos dijiste: "Tráiganlo aquí, porque lo quiero conocer".
tú nos volviste a insistir: "Si no viene con ustedes su hermano menor, no serán
admitidos nuevamente en mi presencia".
Cuando regresamos a la casa de nuestro padre, tu servidor, le repetimos tus
mismas palabras.
Pero un tiempo después, nuestro padre nos dijo: "Vayan otra vez a comprar
algunos víveres".
Nosotros respondimos: "Así no podemos ir. Lo haremos únicamente si nuestro
hermano menor viene con nosotros, porque si él no nos acompaña, no podemos
comparecer delante de aquel hombre".
Nuestro padre, tu servidor, nos respondió: "Ustedes saben muy bien que mi esposa
predilecta me dio dos hijos.
Uno se fue de mi lado; yo tuve que reconocer que las fieras lo habían despedazado,
y no volví a verlo más.
Si ahora ustedes me quitan también a este, y le sucede una desgracia, me harán
bajar a la tumba lleno de aflicción".
José ya no podía contener su emoción en presencia de la gente que lo asistía, y
exclamó: "Hagan salir de aquí a toda la gente". Así, nadie permaneció con él
mientras se daba a conocer a sus hermanos.
Sin embargo, los sollozos eran tan fuertes que los oyeron los egipcios, y la noticia
llegó hasta el palacio del Faraón.
José dijo a sus hermanos: "Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?".
Pero ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados.
Entonces José volvió a decir a sus hermanos: "Acérquense un poco más". Y cuando
ellos se acercaron, añadió: "Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo que
vendieron a los egipcios.
Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha
sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida.
Salmo 105(104),16-17.18-19.20-21.
Dejó caer la hambruna en el país, les cortó el alimento;
pero delante de ellos envió a un hombre, a José, vendido como esclavo.
Fue humillado con grillos en sus pies, y su cuello pusieron entre fierros;
hasta el día en que se cumplió su predicción: la palabra del Señor le dio la razón.
El rey ordenó que lo soltaran, el amo de los pueblos lo dejó libre;
lo estableció como señor de su casa, gobernador de todos sus dominios,
Evangelio según San Mateo 10,7-15.
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a
los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
No lleven encima oro ni plata, ni monedas,
ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que
trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable
y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella.
Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa
paz vuelva a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa
ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies.
Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos
rigurosamente que esa ciudad.
Comentario del Evangelio por:
Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002
“Paz a esta casa.” (Lc 10,5)
Después del 11 de setiembre de 2001, el mundo entero ha tomado conciencia con
una intensidad hasta ahora desconocida, de la vulnerabilidad de cada ser humano y
ha comenzado a contemplar el futuro con un sentimiento nuevo de profundo miedo.
De cara a este sentimiento, la Iglesia quiere dar testimonio de su esperanza,
fundada sobre la convicción de que el mal, “mysterium iniquitatis) (2Tess. 2,7) no
tiene la última palabra en las vicisitudes humanas. La historia de la salvación,
narrada en la Sagrada Escritura, proyecta una luz intensa sobre la historia del
mundo, mostrando que ésta está siempre acompañada por la solicitud
misericordiosa y providente de Dios que conoce los caminos para llegar a los
corazones más endurecidos y sacar frutos buenos de terrenos áridos e infecundos.
Esta es la esperanza que sostiene la Iglesia...Con la gracia de Dios, el mundo,
donde el poder del mal aparece una vez más como vencedor, será transformado en
un mundo donde las aspiraciones más nobles del corazón humano serán cumplidas,
un mundo donde prevalecerá la paz verdadera.
Los acontecimientos recientes, con sus sangrientos episodios que mencionado más
arriba, me empujan a la reflexión que a menudo brota del fondo de mi corazón,
recuerdos de acontecimientos históricos que han marcado mi vida, especialmente
en el curso de mis años de juventud. Los sufrimientos indecibles de pueblos y
personas, entre ellos muchos de mis amigos y personas conocidas, a causa de los
totalitarismos nazi y comunista, siempre han suscitado en mí interrogantes y han
estimulado mi oración. Muchas veces, me he detenido en la siguiente reflexión:
¿Cuál es el camino que conduce al restablecimiento completo del orden moral y
social que están empañados de manera tan bárbara? He llegado a la convicción, a
través de la reflexión referida a la Revelación bíblica, que no se puede restablecer el
orden quebrantado si no es llegando a una armonía entre justicia y perdón. Los
pilares de la verdadera paz son la justicia y esta forma particular de amor que es el
perdón .
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”