XV Senana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Padre Julio González Carretti O.C.D
a.- Ex.2,1-15: Nacimiento y juventud de Moisés.
b.- Mt. 11, 20-24: Ay de ti Corazaín, ay de ti Betsaida. Llamada a la
conversión.
Estas ciudades mencionadas están alrededor del mar de Genesaret, donde más
estuvo Jesús fue en Cafarnaúm. Las ciudades de Tiro y Sidón, también son
mencionadas como ciudades paganas, fueron acreedoras de la ira divina (cfr. Is.
23,1-14; Am.1, 9-10; Ez. 26-28); sin olvidar Sodoma y Gomorra, ciudades
pecadoras por excelencia (cfr.Gn.18, 16-19,29). Fueron invitadas a la penitencia y
no respondieron; a mayor actividad de Jesús, mayor responsabilidad de parte de
ellos. “ᄀAy de ti!” (v.21), es el llamado a la desventura, la contraparte es:
“bienaventurados”, llama a la salvaci￳n. Serán juzgadas con mayor severidad, que
las ciudades de Tiro y Sidón, porque en ellas, Corazaín y Betsaida, Jesús hizo
grandes milagros; si en las dos ciudades primeramente nombradas, Tito y Sidón, se
hubiesen hecho los milagros que ahora el Mesías realiza, esas ciudades se habrían
convertido hacía tiempo (vv. 21-22). Pero el juicio más fuerte es para su ciudad:
“Y tú, Cafarnaúm, ﾿hasta el cielo te vas a encumbrar? ᄀHasta el Hades te hundirás!
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún
subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor
para la tierra de Sodoma que para ti.” (vv. 23-24; Mt. 9,1). ¿Cuáles milagros
fueron hechos en estas ciudades? No lo sabemos con exactitud. Los milagros son
obras de Jesucristo, que actúa con el poder de Dios, sobre Satanás, los elementos
de la naturaleza, la enfermedad, y la muerte. Milagros son la predicación y las
obras, que llaman a la conversión, sobre todo en las ciudades más pecadoras. La
más responsable es Cafarnaúm, porque ahí Jesús estuvo más tiempo, se hacía
presente el Reino de Dios, con su presencia y palabra, milagros y acciones. Las
palabras que usa Jesús, son la referidas por el profeta, cuando condena a Babilonia
(cfr. Is. 14, 13-15). La predicación de Jesús, ayer como hoy, exige una respuesta
personal a su invitación; la respuesta es tan importante, que tiene repercusión en
el ingreso a la vida eterna, o en su auto-exclusión de la misma. La verdadera
respuesta es la conversión personal a la que nos llama la Iglesia, en nombre de
Jesús, a los valores y actitudes del Reino de Dios. Vemos tanta falta de Dios e
increencia entre los hombres, egoísmo manifestado en todas sus formas, que Dios
nos pide generosidad para creer en eso que Jesús nos predicó y enseñó con su
vida. La oración frecuente al Espíritu Santo y la vida teologal, como sacramental,
son la fuente de la cual mana la savia divina que nos hace testigos veraces del
Resucitado.
La nueva Teresa de Jesús, nace del encuentro con Jesús de Nazaret, convertida a
su amor, gracia de arrepentimiento y unión que la purifica y levanta al diálogo
divino con Aquel, que la ama desde siempre en lo interior. “Comencé a leer las
Confesiones de San Agustín…Cuando llegué a su conversi￳n y leí c￳mo oy￳ aquella
voz en el huerto, no me parece sino que el Se￱or me la dio a mí (la conversi￳n)” (V
9, 8).