Comentario al evangelio del Lunes 15 de Julio del 2013
Queridos amigos y amigas:
Iremos contemplando estos días el proceso que va haciendo el pueblo de Israel en Egipto: «Mirad, el
pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros; vamos a vencerlo con astucia, pues
si no, cuando se declare la guerra, se aliará con el enemigo, nos atacará, y después se marchará de
nuestra tierra.» Si lo pensamos bien, con frecuencia, el miedo nos lleva a protegernos de fantasmas
con ataques innecesarios. Y cuanto más inexistente es aquello que tememos, más va creciendo como
una rueda imparable. ¿Por qué tememos lo que tememos?
El evangelio de hoy nos aporta otra perspectiva. No siempre fácil de encajar, al menos para mí: «No
penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido
a enemistar.» Parece que el secreto está en la salsa, como dice el dicho… Es decir, en el cómo, en lo
que acompaña, en el sentido, en el sabor de fondo… en el por qué de lo que hacemos. No es lo mismo
recibir a un profeta porque es profeta que por ganarse el aplauso del público. No es lo mismo cargar la
cruz por Cristo que cargarla por un malsano sentimiento de culpa o un victimismo.
La pregunta que me queda entonces hoy es el por qué…. ¿Por qué hago tal cosa? Por qué ataco a tal
persona? Por qué me siento perseguida y violentada en tal situación? Por qué sigo a Jesús? ¿Por qué
cargo la cruz?... Y sobre todo, ¿por qué diría Jesús que no ha venido a sembrar paz sino a enemistar?
¿Acaso es un aviso para que no nos conformemos con cualquier paz en nombre de Dios ni nos
traguemos cualquier guerra en nombre del Evangelio?
Recordemos hoy a San Buenaventura con este fragmento de una de sus oraciones, que nos recuerda de
otro modo dónde está la “salsa” de la vida… al menos para un cristiano:
Que no ambicione otra cosa sino poseerte, que te busque y te encuentre, que a Ti me dirija y a Ti
llegue, en Ti piense, de Ti hable y todo lo haga en loor y gloria de tu nombre, con humildad y
discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin; y que Tú sólo
seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mis riquezas, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi
descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi olor, mi dulcedumbre, mi alimento, mi comida, mi
refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi heredad, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija, firme
y hondamente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.
Y una canción para gustarlo despacio.
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz , Misionera Claretiana
Rosa Ruiz, Misionera Claretiana