DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO C
(Génesis 18:1-10; Colonenses 1:24-28; Lucas 10:38-42)
Después de comer nos acostamos. Cansados, no tarda ni un minuto para caer en
sueños. Vemos a nuestros compañeros exhortándonos a encabezar el equipo.
Decimos: “Sí, con gusto”. Entonces abrimos los ojos. Es cierto; nuestros
compañeros han llegado. Pero ¿es que nos quieren ser capitán del equipo o sólo es
nuestra ambici￳n?” En la primera lectura hoy del libro Génesis el patriarca
Abraham levanta a sus ojos para una vista similarmente difícil a explicar.
Al ver a los tres hombres cerca su tienda, Abraham se postra en el suelo. Les dice:
“Se￱or mío, si he hallado gracia a tus ojos…” Si son tres, ¿por qué se les dirige con
el singular, “Se￱or”? Pero esto no es experiencia ordinaria. Más bien es una
aparición divina. La imagen en sus ojos a la vez cierta e indeterminada es Dios.
Miríadas de jóvenes van a tener experiencias similarmente maravillosas en la
XXVIII Jornada Mundial de la Juventud teniendo lugar en Río de Janeiro esta
semana.
Se espera la llegada de entre uno y dos millones de jóvenes de cada rincón del
mundo. Muchos sentirán la presencia de Dios en su medio. Es lo que pasó a un
indonesio Gerard Thama en Madrid hace dos años. Durante el XXVII Jornada
Gerard tuvo conversación con un joven italiano que tenía una crisis de la fe. Dice
que su historia acerca de la Iglesia de Indonesia con su número de católicos
peque￱o pero muy activo tuvo gran impacto al italiano. Concluye: “Jesús vino y me
utilizó como medio para tocar la vida del italiano de Torino”. Este tipo de suceso no
es aislado sino típico de los muchachos asistiendo a la jornada. Tienen la
consciencia de Dios en su medio por proclamar juntos con todos géneros de
personas la misma cosa como la más valerosa en la vida. La cosa es la amistad del
Señor Jesús. En la lectura la presencia de Dios crea una tal emoción en la casa de
Abraham que todos colaboren en los preparativos por los extranjeros sin murmurar.
Sara cuece los panes a pesar de que es hora caliente. El criado tiene la tarea
pesadísima de asar el tierno con ninguna anticipación. Entretanto Abraham toma el
requesón y leche como una mesera.
Los esfuerzos tienen sus efectos. El banquete complace a Dios tanto que pronuncie
las palabras que los anfitriones han añorado escuchar desde el día de su
casamiento. “Dentro de un a￱o… – dice el Señor -- Sara, tu mujer, habrá tenido un
hijo”. Ya se ha realizado su esperanza. No s￳lo van a ver su linaje extendida en la
historia sino saben que Dios cumple sus promesas. Los jóvenes asistiendo a la
Jornada Mundial de la Juventud dejarán el evento casi tan contentos. Como dice el
se￱or Thama: “Yo fue una parte chica del entero. A pesar de esto, Dios siempre
me am￳”.
Nosotros deberíamos salir de la misa con el mismo sentido. Como los huéspedes
de Abraham, hemos participado en una fiesta. Como los jóvenes en la Jornada
Mundial de la Juventud hemos compartido el conocimiento del Señor con otras
personas. Sin embargo, a veces regresamos de la misa más preocupados por la
comida que llenos por haber encontrado al Señor de nuevo. Sí, hubiera sido que la
homilía nos molestara o nos distrajeran las travesuras del niño en la próxima
banca. Pero también hubiera sido que nosotros como Marta en el evangelio
tratáramos al Señor como si estuviéramos haciéndole un favor por asistir en la
misa. La verdad es el contrario. Jesús nos prepara la fiesta a nosotros y, como
María consumiendo cada palabra de Jesús, tenemos que aprovecharnos de su
ofrecimiento.
Para hacerlo deberíamos llegar al templo con tiempo para platicar con el Señor.
Revisaremos nuestra semana para pedirle perdón de nuestros errores y agradecerle
por nuestros logros. Entonces le rogaremos que atienda a nuestras necesidades,
particularmente aquellas que sentimos como fuera de nuestro control. Finalmente,
si está disponible la Palabra de Dios que va a ser proclamada en la misa, querremos
leerla de antemano para que realmente nos penetre cuando la escuchemos en la
misa.
Se puede encontrar a Dios en muchas maneras. Algunos lo hallan en la naturaleza
– una cima de montaña les recuerda de su grandeza. Otros lo topan en los eventos
llenos con emoción como los jóvenes de todas partes del mundo van a tener esta
semana en Río. Aún otros en experiencias místicas como la percepción de su luz en
el momento más oscuro de su vida. Pero también está disponible en sucesos tan
ordinarios como la misa dominical. Sólo tenemos que aplacarnos para sentir su
presencia y disponernos para escuchar su voz.
Padre Carmelo Mele, O.P