XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO C
Gn 18, 1-10; Sal 14; Col 1, 24-28; Lc 10, 38-42
Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer llamada Marta, le recibió
en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del
Señor, escuchaba su palabra, mientras María estaba atareada en muchos
quehaceres. Al fin se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje
sola en el trabajo?. Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta,
Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o
mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.».
La semana pasada la liturgia nos presentaba la parábola del samaritano, a través
de la cual se nos hacía presente que el amor al prójimo se inspira en el Amor de
Cristo a todo hombre, sin acepción alguna, porque Cristo con su muerte en Cruz
reconcilia a la humanidad con el Padre. Así, a la pregunta del escriba: « ¿...qué
tengo que hacer para tener vida eterna?», esta respuesta la encontramos en Dt
6,4: ᆱ...amarás al Se￱or tu Dios..., y al pr￳jimo como a ti mismo…ᄏ. Y frente a la
segunda interrogante de éste: « ¿...y quién es mi prójimo,...?», se nos hace
presente al buen samaritano, aquel que vive el amor al prójimo traducido en la
entrega, en el servicio, en la donación total. Es así que semana la liturgia nos
presenta textos relacionados con nuestra actitud frente a la visita o presencia de
Dios en nuestra vida.
Con frecuencia caemos en la intención de querer medir la Fe por los resultados que
obtenemos ante aquello que anhelamos o esperamos se nos conceda, pero no se
puede medir la Fe de modo aritmético, porque la Fe es gracia y don de Dios, no
producto de un esfuerzo humano. Es importante ver el texto sagrado desde una
perspectiva más elevada. Escuchar al Señor, acogerlo, consiste fundamentalmente
en tener una actitud abierta al Don de Dios. El primer paso es comprender y acoger
lo que el Señor quiere de cada uno de nosotros y para ello lo que cuenta es la
disposición interior del corazón.
La primera lectura y el evangelio tienen una relación muy estrecha. Podemos decir
al respecto que la hospitalidad de Abraham, propia de los pueblos de oriente, se ha
visto enriquecida; porque él ha recibido una palabra, que lo ha llamado a salir de su
tierra y de su parentela y lo ha puesto en camino, por consiguiente su hospitalidad
no sólo responde a una actitud culturalmente aprendida, sino también a una
apertura a la esperanza en la que vive, el deseo de que la Promesa–Palabra se
cumpla, y por eso no sólo ve a tres peregrinos sino que, desde su esperanza, ve a
Dios que concretamente pasa por su vida de manera visible. Los personajes
preguntan a Abraham: ᆱ ¿D￳nde está tu mujer Sara? (…), y la promesa del hijo…ᄏ.
Este es el cumplimiento-realización de la promesa que Dios había hecho a Abraham
al inicio: ᆱ…Haré de ti un gran pueblo…ᄏ.
Abraham al que llamamos padre de la fe, nos pone frente a la actitud, que se nos
invita a tener a todo creyente, a todo aquel que confiesa a Cristo como su Señor.
Ya que para Abraham, desde el momento en que una voz lo invita a salir de su
tierra y de su parentela, su vida ha ido cambiando radicalmente, en la medida que
él vivía en la esperanza del cumplimiento de la Promesa. Cuando la primera lectura,
termina con la promesa que tendrá un hijo Abraham aún en su vejez, se nos hace
presente que fiel es Dios, de cumplir lo que promete. Escuchar la Palabra y acoger
la Promesa es lo fundamental.
En el evangelio hoy, dice que María escuchaba atentamente a Jesús, esta actitud de
estar ᆱ…a los pies del Maestro…ᄏ, es también la actitud del verdadero discípulo.
Muchas veces no caemos en la cuenta, que cuando hablamos de discípulo, sobre
todo en el ámbito eclesiástico, creemos que se trata solamente de aquel que está
en una actividad pastoral. El evangelio, de la presente semana, nos hace referencia
al discípulo en cuanto aquel que se deja instruir por el Maestro; por eso las
palabras con las cuales Jesús responde a Marta: ᆱ…María ha escogido la mejor
parte que no le será quitada…ᄏ. De eso se trata, de que Dios pasa a nuestro lado,
pasa por nuestra vida y está entre nosotros. Podemos decir que el discípulo de
Cristo, es uno que no sólo es instruido en los misterios del Reino, sino que también
es uno que se convierte en un testigo del Reino de los Cielos. Aquí el testigo, está
referido a todo bautizado que está llamado a escuchar a Dios en su vida.
En esta perspectiva no queremos significar que la hospitalidad y atenciones de
Marta sean negativas; pero de las palabras de Jesús dirigidas a ella, cuando
reclama al Maestro porque su hermana no le ayuda: ᆱ…Marta, Marta te afanas de
muchas cosas y s￳lo una es importante…ᄏ, San Agustín dice: ᆱ…mientras Marta
preparaba un banquete al Señor, María disfrutaba ya del banquete del Señor
(Sermón 104)». San Agustín nos indica, con este comentario, que muchas veces,
sin darnos cuenta, la vida cristiana se nos puede diluir en el servicio por el servicio
(el activismo). Por eso San Pablo nos dice: ᆱ…Hacedlo todo en el nombre del
Se￱or…ᄏ, indicándonos así que al servicio, en la vida del discípulo, le debe preceder
siempre la Palabra que viene de Dios, esta Palabra debe ser como el motor que
guía la vida y la actividad del discípulo, dándole así el verdadero sentido del servicio
por amor al evangelio.
Del sentido del servicio, en la vida del discípulo, nos habla también la segunda
lectura cuando San Pablo dice: ᆱ…me alegro de sufrir por vosotros: así completo en
mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia…ᄏ. Porque
el discípulo que escucha la voz del Maestro, en su vida está llamado a vivir el
misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo; por consiguiente, su vida se
expresa a través de su servicio del Don al prójimo y ser signo del misterio salvífico
de Cristo. Por eso San Pablo sigue diciendo más adelante en la segunda lectura:
ᆱ…Dios ha querido dar a conocer a los suyos la gloria y riqueza que este misterio
encierra…ᄏ.
El Papa Emérito Benedicto XVI nos dice: “…No debemos perdernos en el activismo
puro, sino siempre también dejarnos penetrar en nuestra actividad por la luz de la
Palabra de Dios y así aprender la verdadera caridad, el verdadero servicio al otro,
que no tiene necesidad de muchas cosas —ciertamente, le hacen falta las cosas
necesarias—, sino que tiene necesidad sobre todo del afecto de nuestro corazón, de
la luz de Dios…ᄏ (Benedicto XVI, Audiencia general, 25 abril 2012). San Ambrosio,
comentando el episodio de Marta y María, nos dice: ᆱ…Tratemos, por tanto, de
tener también nosotros lo que no se nos puede quitar, prestando a la Palabra del
Señor una atención diligente, no distraída: sucede a veces que las semillas de la
Palabra celestial, si se las siembra en el camino, desaparecen. Que te estimule
también a ti, como a María, el deseo de saber: esta es la obra más grande, la más
perfecta (…) ni siquiera la solicitud del ministerio debe distraer del conocimiento de
la Palabra celestial…ᄏ (San Ambrosio, Sobre el Evangelio de San Lucas, VII, 85: pl
15, 1720).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar