Pídele a Dios y a los santos y echa estiércol a tus campos.
Domingo 17 ordinario 2013, 28 de julio C
¿Es la oración refugio de los flojos de los atenidos y de los tontos? ¿Por qué las
gentes se pasan horas y horas en la iglesia pidiendo trabajo y no consultan la
sección de empleos de cualquier periódico local? Si vemos la actuación de Cristo, se
pasaba largas horas, larguísimas horas en oración, en contemplación de su Padre,
pero luego no se sentaba tranquilamente, sino que recorría infatigable los caminos
de Israel, buscando a los hombres, llevándoles el mensaje, la salvación. Cristo no
se confiaba a la oración para entregarles a los hombres la salvación que traía para
ellos. De la oración tomaba fuerza, pero luego empleaba toda su capacidad y su
ingenio para acercarse a los hombres a los que había sido enviado.
Y vaya que tenía fuerza e ingenio para acercarse a los hombres, mostrándose
sereno, ecuánime y tranquilo después de las largas jornadas atendiendo a los
pobres, a los enfermos y a los poseídos por el demonio. Los apóstoles eran cortos
de entendederas, pero intuyeron que la fuerza de Cristo le venía de aquellos largos
momentos de oración, y por eso en algún lugar del camino le pidieron que los
enseñara a orar, de la misma manera que Juan el Bautista lo hacía con sus propios
apóstoles. Por supuesto que ni tardo ni perezoso, Jesús se dedicó a enseñar a sus
apóstoles a orar para que supieran cómo hablar a su Buen Padre Dios. Todavía
podemos decir que en lugares claves, en que Cristo estaba sumido en profunda
oración, los apóstoles se le quedaron dormidos, recordemos el momento de su
transfiguración y también en el huerto de Getsemaní, cuando estaban a punto de
aprenderlo sus enemigos, capitaneados precisamente por uno de sus apóstoles.
¿Será así la oración de los cristianos? ¿Será que por esto mismo se quedan
dormidos en la Eucaristía? ¿Será por eso que los niños y los jóvenes tienen tan
poco gusto por la Misa? ¿No tendremos nosotros los curas la culpa de todo ello
cuando descuidamos la preparación de la Palabra de Dios y tenemos equipos de
sonido buenos para el arrastre?
La oraci￳n que conocemos como el “Padre nuestro” fue ense￱ada por Cristo a sus
apóstoles, pero no nos imaginemos que de una sola sentada, sino que a través del
camino, Cristo iba dejando caer una frase aquí otra allá, de manera que muchos
años después los apóstoles fueron recopilando las frases, ordenándolas y
agrupándolas para que los creyentes pudieran sacar más provecho de la oración.
Por esto mismo no nos escandaliza que haya diferencias de acomodo en las
distintas versiones de los evangelistas.
Llama la atención en primer lugar que la oración del cristiano va dirigida
precisamente al Padre, y considerado precisamente como Padre, al grado que la
sola palabra, hacía que algunos santos ya no pudieran continuar más, pues esta
solo palabra les ganaba el corazón y les hacía derramar lágrimas de consuelo, y
deshacerse en súplicas para ser perdonados por las muchas veces que sentían que
habían ofendido a un Padre tan bueno y tan misericordioso. Cuánto desearía yo
que la oración del Padre nuestro fuera pronunciada cada vez como si fuera la
primera vez que se enunciara, o como si fuera la última vez que pudiera ser
proferida. Pero no, cuando en la Eucaristía pronunciamos el Padre nuestro, si no
elevo la voz un poquito, los cristianos siempre me ganan la carrera y terminan
antes que yo.
Sólo hay espacio para indicar que Cristo insistió mucho en la necesidad de la
oración y sobre todo en su eficacia, con los ejemplos el del padre de familia que
toca a la puerta de su amigo, de noche, para ser socorrido para sus invitados a los
que no tiene con que atender, y también con la premura con la que el padre
atiende a las súplicas de sus hijos, aunque él sea malo, puede compadecerse de sus
hijos. Finalmente, Cristo usa, para inculcarnos la bondad de la oración, tres verbos
que a mí me parecen una chulada: “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán,
toquen y se les abrirá”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx