XVI Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C. (Año Impar)
Jueves
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Jr. 2,1-3.7-8.12-13: Me abandonaron a mí, fuente de agua viva.
b.- Mt. 13, 10-17: A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del
Reino de los cielos y a ellos no. ¿Por qué Jesús habla en parábolas?
Este pasaje del evangelio, manifiesta que al evangelista le interesa narrar por
separado la doctrina enseñada al pueblo y la instrucción dada a los discípulos.
Ahora hablará a un grupo íntimo de entendidos e iniciados con respecto del pueblo.
La pregunta de los apóstoles, viene a significar que el lenguaje de las parábolas que
usó Jesús, es para no ser comprendido, o para que la verdad fundamental del
evangelio, no llegase a todos; da la impresión que fuera un lenguaje secreto, y no
una instrucción abierta sobre el reino de Dios. El origen de todo, podía darse dado
que la proclamación de Jesús no daba los frutos que se esperaba; es más, la
incredulidad se daba a que precisamente Jesús usaba parábolas, y no hablaba
claramente. Él habla de los misterios, ¿cuáles?; tampoco los define, ¿qué es el reino
de Dios? Es un misterio que sólo conoce el oyente solícito y por él reconocido. Jesús
llama a todos, pero la respuesta varía: se decide si acepta o rechaza, si echa raíces
o no, o si se pierde enseguida o al final del tiempo. Misterios, lo traduce Mateo,
como el significado de la parábola, que sólo se explica a los discípulos (cfr. Mt.13,
18-23; 13, 33-36). El texto considera, no sólo a los que se han abierto al reino de
Dios, sino a los que Jesús considera sus discípulos, éstos conocen la realidad de
fondo (cfr. Mt. 13, 51-52). Suena duro, en boca de Jesús, que los misterios del
reino lo conozcan ellos, los apóstoles, y otros no (v.11). Hay una clara distinción,
un misterio, una vocación que a la que hombre es invitado a vivir, pero sobre la
cual, es mejor no pedir cuentas a Dios (cfr. Rm. 9, 19s). Lo cierto es que el camino
para fructificar en él, es sólo para quien está abierto, al oyente bien dispuesto.
Conocimiento y admisión en el reino de Dios, permanece en el misterio de la
voluntad soberana de Dios: elección y gracia, puro don divino (cfr. Ex. 33,19).
Mateo, agrega aquello de: “Al que tiene se le dará, y le sobrará, pero a quien no
tiene, incluso lo que tiene, se le quitará” (v.12), lo que viene significar, que a las
almas bien dispuestas, se les dará además de la Ley, la novedad de la Nueva
Alianza, por el contrario, las no dispuestas, se les quitará incluso lo que tienen. Dios
tiene grandes aspiraciones, y puede proporcionar sus dones, a quien quiere, como
quiere, cuando quiere; recibimos gracia tras gracia, hasta alcanzar la vida eterna.
Quien no abre el oído, ni está dispuesto a escuchar, no puede esperar nada, lo más
terrible es que en el día del Juicio, se le quitará hasta la posibilidad de la vida
eterna, conociendo entonces el sin sentido de la propia existencia, es decir, el
infierno. La referencia a Isaías, viene a decir que este pueblo siempre tuvo un
corazón endurecido, no obedeció a Yahvé, es el comienzo de su aniquilación,
porque ya no puede escuchar ni comprender, queda no apto para la salvación. Es la
aparición del misterio de la obstinación, que afecta a muchos, frente a la
proclamación de la gracia que Jesús se hace portador, que no excluye a nadie, sólo
un pequeño grupo le escucha, comprende, creen en la palabra del Maestro. Sobre
el resto ya está dictada la sentencia, no se les anuncia abiertamente, en parábolas,
porque han permanecido estériles y perdido la oportunidad (cfr. Mc. 4,11). Jesús
llama dichosos a sus discípulos, porque ven y sus oídos oyen; dos acciones que los
profetas y justos desearon vivir (v.16). ¿Qué es lo que ven y escuchan? Primero a
Juan el Bautista, luego a Jesús, sus palabras y obras, la realidad del reino de Dios,
su venida misericordiosa y su manifestación en ÉL. Son dichosos porque han
encontrado la salvación, el sentido de sus vidas, de la historia, del mundo. Los
profetas y justos, esperaron esta manifestación de Dios, permanecieron en el
adviento, con Jesús, la venida de Dios, es una realidad. Estas palabras de Jesús,
nos hablan del tiempo de la consumación, tiempo de gracia y elección, visitación de
Dios, única e irrepetible. Quien tiene conciencia de todo esto, puede considerarse
dichoso porque ve y conoce, escucha y entiende. El que cree, ha experimentado en
Jesús, el misterio de Dios, manifestado en Cristo (cfr. Col.1, 24).
Santa Teresa de Jesús, es una de los bienaventurados que conoció los secretos del
Reino de Dios, porque acogió la salvación que Cristo le ofrecía en la oración.
“Miradle resucitado… ¡qué victorioso! ¡Qué alegre! Como quien tan bien salió de la
batalla adonde ha ganado un gran reino, que todo le quiere para vos, y así con él.
Pues ¿es mucho que a quien tanto os da volváis una vez los ojos a mirarle?” (VC
26, 4).