LA ORACION EN NUESTRO TIEMPO
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 16º domingo durante el año
(21 de julio de 2013)
Esta semana nos preparamos para vivir un acontecimiento muy importante: “el encuentro
mundial de la juventud”, entre los días 23 y 28 de julio en Rio de Janeiro. Será un
momento fuerte donde los jóvenes de todo el mundo podrán compartir la fe en la oración,
reflexión y la celebración. En dicha jornada también estará nuestro Papa Francisco, quién
nos acompañará con su presencia y cercanía. Les pedimos a todos oración para que seamos
animados en la fe y podamos fortalecernos como instrumentos para nuestro tiempo y poder
evangelizar a nuestros jóvenes, sobre todo a los más necesitados y desprotegidos.
El Evangelio de este domingo nos presenta el encuentro de Jesús con Marta y María (Lc.
10,38-42). El texto valoriza la actitud de María “que sentada a los pies del Se￱or, escuchaba
su Palabra… María eligi￳ la mejor parte, que no le será quitada”. Marta por el contrario se
inquietaba y agitaba por muchas cosas. El Se￱or le va a decir: “Una sola cosa es necesaria”.
En María, la hermana de Marta, los cristianos encontramos un modelo que nos ayuda a
valorizar la escucha de la Palabra del Señor y la necesidad de la oración.
Este tema adquiere especial significación en nuestra época. La vida moderna nos lleva a
estar inquietos y agitados por muchas cosas. Podemos hablar de una tendencia al activismo.
El activismo es un hacer cosas, pero sin ligarnos al ser. O bien, es un obrar superficial, sin
profundidad y sin compromiso. En este contexto donde tenemos más en cuenta lo urgente
que lo importante, se nota en muchos, una búsqueda de espiritualidad y de oración. El Papa
Juan Pablo II en la carta para el milenio nos dice: “¿No es acaso “un signo de los tiempos”
el que hoy, a pesar de los vastos procesos de secularización, se detecte una difusa exigencia
de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en una necesidad de orar?”
(N.M.I. 33).
Los cristianos necesitamos revisar el lugar que le damos a la oraci￳n en nuestra vida. “Es
preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del
Divino Maestro, como los primeros discípulos: “Se￱or, ensé￱anos a orar” (Lc. 11,1). En la
plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: “Permaneced
en mí, como yo en vosotros” (Jn. 15,4)” (N.M.I. 32). La oraci￳n es un diálogo de amor
entre Dios y el hombre. En ella realizamos una experiencia viva de la persona de Jesús: “El
que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn. 14,21). El
camino de oración implica la perseverancia y que siempre nos situemos como aprendices.
La perseverancia de la oración diaria, constante y la humildad de sabernos necesitados de
Dios, son claves para ser hombres y mujeres de oración.
Es bueno que no nos olvidemos de una regla invariable: tener un rato para acentuar lo
importante o sea para orar, nos permitirá resolver con mayor eficacia tantas cosas que nos
inquietan y que son urgentes.
Debemos señalar la revalorización de la oración eucarística en nuestras comunidades y la
participación en los momentos comunitarios de oración, en las Misas y en las
celebraciones. Esto es alentador, porque la acción evangelizadora y sus nuevos desafíos
necesitan que las comunidades cristianas sean “escuelas de oraci￳n.
Es bueno también aclarar que si oramos bien, lejos de alejarnos de la realidad, nos
podremos comprometer profunda y establemente con nuestro ambiente y con nuestros
hermanos: “Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la
historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y
nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios” (N.M.I. 33).
Es cierto que el pragmatismo nos lleva a medir todo por la utilidad y nos puede hacer ver en
la oración una pérdida de tiempo. En este domingo el Señor nos deja una enseñanza, que
nos permite captar la necesidad de la oración y puede ayudarnos a no estar tan inquietos y
agitados por tantas cosas.
¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas