Comentario al evangelio del Martes 23 de Julio del 2013
Seguimos caminando ayudados por mujeres. No está mal que tomemos conciencia de ello (bastantes
varones lo olvidamos con frecuencia). María Magdalena ha pasado el testigo a Brígida de Suecia, una
mujer que vivió en el siglo XIV y que supo del matrimonio, de la maternidad (¡la historia le consigna
nada más que ocho hijos!) y de una vida retirada en austeridad y penitencia. Brígida fue, además, una
gran peregrina, que recorrió buscando al Señor los caminos de Europa, y ha pasado a la historia
creyente -como recuerda la oración colecta del día- por la hondura de su contemplación de la pasión
de Cristo. Seiscientos años después, en los albores de este siglo, en 1999, Juan Pablo II la proclamó
patrona de Europa; todos, vivamos donde vivamos, tenemos en ella una intercesora singular.
La Iglesia nos propone para la eucaristía de hoy un texto de la carta a los Gálatas y los primeros
versículos del capítulo quince del evangelio según san Juan. Quizá muchos cristianos de nuestros días
tengamos poca experiencia de vid y sarmientos, pero sabemos de sobra qué supone que nuestros
artilugios (móviles, celulares, ordenadores…) tengan o no cobertura o acceso a la red. Dan igual la
relevancia de lo que queramos comunicar y la modernidad tecnológica del último aparato que
hayamos comprado; sin acceso a la red ya podemos hacer filigranas. La comparación bíblica es sin
duda mucho mejor, pero lo importante es que tomemos conciencia: sin Él no podemos hacer nada; sin
Él no somos nada; sin sus dones no vamos a ninguna parte.
Los textos joánicos dan un significado crucial al término ‘permanecer’, que aparece varias veces en
el fragmento que hoy se proclama. Como el papa Francisco ha recordado hace bien poco a quienes se
plantean seguir a Jesús, la perseverancia y la constancia, el permanecer, tienen una trascendencia de la
que no podemos prescindir. Un obispo español bien agudo, Mons. Alberto Iniesta, lo advertía hace
años: dos novios no pueden mantener su amor limitándose a guiñarse el ojo cuando casualmente se
cruzan; una relación seria exige más hondura y duración, “permanencia”. También la nuestra con el
Señor: Brígida, tú que conociste tantas formas de vida cristiana, ayúdanos a aprender y a ser buenos
discípulos. Danos luz para comprender y acoger los momentos de pasión y cruz que tanto rechazamos
.
Pedro Belderrain, cmf