XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Pautas para la homilía
“Por la fe en Jesús habéis resucitado a una vida nueva”
Volver a Jesús
El apóstol Pablo recuerda a los Colosenses la importancia de no perder el norte, que
es el seguimiento de Jesús al que se comprometieron en el día de su bautismo. El
ambiente en el que viven no es nada favorable para la vivencia de los valores de
Jesús. Hoy nos pasa algo parecido. Por eso es bueno revivir la experiencia
fundamental del bautismo de Jesús y la nuestra. El día de su bautismo Jesús tuvo la
experiencia de que su vida estaba en las manos de Dios, Padre y Madre, Corazón.
Tuvo la experiencia de ser hijo y ser querido. También tuvo la experiencia de recibir
en su corazón y en todo su cuerpo el Espíritu que le llevaba a dedicar su vida a
luchar por un mundo fraterno y feliz para todos, al que él llamaba el Reino de Dios.
Ese Espíritu volvió a hacerse presente en su intervención en la sinagoga cuando se
sinti￳ todavía más aludido por la palabras de Isaías: “El Espírito del Se￱or está
sobre mí, me ha ungido para dar la buena noticia a los pobres y para sanar a los
que tienen roto su corazón. Y también para pregonar la libertad a los cautivos y la
vista a los ciegos. Y a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año de
gracia del Se￱or”. La experiencia de Jesús no es única. Es la experiencia fundante
de todos sus seguidores. Quizá no fuimos conscientes de ella en nuestro bautismo
por nuestra escasa edad, pero en los pasos siguientes (comunión, confirmación,
matrimonio, vida religiosa, sacerdocio) tal vez lo experimentamos. Y lo podemos
seguir experimentando en este domingo en que la liturgia pone a nuestro alcance el
sentido de nuestro bautismo.
Una oración que resume toda la experiencia de Jesús
Sabemos de memoria el Padre Nuestro. Lo aprendimos con la ayuda de nuestro
padre y nuestra madre. Lo rezamos en la eucaristía dominical y también en familia
y privadamente. Pero, ¿alguna vez hemos pensado que resume la experiencia de fe
y de vida de Jesús y la nuestra? ¿Alguna vez hemos pensado que es el centro de
nuestra espiritualidad?
Desmenucemos el Padre Nuestro:
1. Una invocaci￳n: “Abba” (Papá Bueno). Es la invocación que percibió Jesús el
día de su bautismo y que le acompa￱￳ hasta la muerte: “en tus manos
encomiendo mi espíritu”. Es la invocaci￳n que le acompa￱aba en los momentos
de oración que nos muestra el evangelio. Es la invocación que le inspiraba
confianza y que comunicaba a sus amigos y amigas. Es algo “novedoso” este
Dios amigo y cercano ¿Es también nuestra experiencia? ¿Nos paramos con
Jesús para invocar a Dios como Padre-Madre-Corazón y sentirnos con confianza
en sus manos como los lirios del campo o las aves del cielo?
2. Dos deseos: “Santificado sea tu nombre y venga tu Reino”. Ambos deseos
apuntan a lo mismo. En primer lugar borrar el Dios justiciero y grabar el real –
papá, mama, corazón- y vivirlo con confianza y cariño. Pero sin olvidar que yo
no soy el único hijo querido, que todo hombre y mujer es hijo querido y por
tanto hermano y hermana. Viva cerca o viva lejos. Eso me lleva a una acción
como la de Jesús: por la fraternidad, por la sororidad. Ese es el Reino que yo
debo desear: un mundo de hermanos y hermanas que es la voluntad del Padre
y el objetivo de vida de su hijo, nuestro hermano mayor Jesús. Son deseos que
se deben convertir en compromisos. ¿Estamos en esa onda cuando oramos con
la oración del Padre Nuestro?¿Nos atrevemos a decir esas palabras si nuestra
vida no concuerda con ellas?
3. Dos peticiones: “Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perd￳nanos nuestras
ofensas así como nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido”. El
pan no es solo el “pan”, simboliza todo lo que es necesario para la vida diaria
(alimento, vivienda, sanidad, educaci￳n, afecto…). También el Pan de la Vida
que son las palabras y hechos de Jesús y de otros lideres religiosos y
humanistas que alimentan nuestro espíritu en la línea de la verdad. Panes que
alimentan nuestra esperanza en un momento en que muchas utopías caducan.
Cuando rezamos el Padre Nuestro, ¿somos conscientes de que nuestra petición
debe de ir unida a nuestra búsqueda y lucha de pan sobre todo para los que
carecen de ello?
La segunda de las peticiones nos recuerda la importancia de las relaciones
humanas. La necesidad de las mismas y la necesidad de reconciliación para
restablecerlas. Manifestamos con claridad nuestra intención de promover
relaciones nuevas, relaciones fraternales entre las personas, a partir de nuestro
gesto concreto. Nos presentamos ante Dios para decirle que estamos
dispuestos a perdonar, que nos animamos a ser transmisores de su perdón,
porque reconocemos el perdón que Dios nos concede y la nueva oportunidad
que nos brinda. ¿Tenemos este talante de reconciliación cuando Dios esta
continuamente reconciliado con nosotros?
4. Una petici￳n final: “No nos dejes caer en la tentaci￳n”. Aquí reconocemos
nuestras limitaciones. Reconocemos que es duro y difícil ser consecuente con lo
que hemos pedido y con lo que nos hemos comprometido con nuestra petición.
Jesús también conoció la tentación de decir no a la voluntad de fraternidad del
Padre del cielo No pedimos no tener tentaciones. Son parte de la vida. Pedimos
fuerza, coraje y perseverancia, para no dejarnos arrastrar por ellas y olvidar la
causa del Padre: el Reino. Pedimos fuerzas, pedimos el Espíritu, pero también
tenemos que poner los medios. ¿Lo hacemos asi?
Cómo rezar el Padre Nuestro: pidiendo, buscando y llamando
“En los tiempos que vivimos, en medio de una historia colectiva atravesada por la
injusticia del antiReino, que se hace visible en la exclusión creciente de la mayor
parte de nuestro pueblo y de otros muchos pueblos al acceso a una vida digna; en
estos días, rezar el Padrenuestro se torna una imperiosa militancia, un desafío
cotidiano, un oasis donde abrevar para la lucha por la Vida. Rezar el Padrenuestro
puede hasta ser una acto subversivo, una memoria utópica. Porque subvierte y
arrasa con los cimientos de una sociedad egoísta e injusta.
Eso sí, rezarlo como Jesús: con la vida compartida, con la entrega hasta la cruz,
con la pasión por el Reino, con la opción por los más débiles, con los gestos
liberadores de vida nueva, y también, y por todo eso, con los labios, como hijos y
hermanos, repitiendo sus palabras: "Padre nuestro..." (Marcelo A. Murua)
Fr. Manuel Sordo O.P.
Casa del Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)
Con permiso de: dominicos.org