EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
miércoles 24 Julio 2013
Miércoles de la decimosexta semana del tiempo ordinario
Libro del Exodo 16,1-5.9-15.
Luego partieron de Elím, y el día quince del segundo mes después de su salida de
Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre
Elim y el Sinaí.
En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón.
"Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos
sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque
ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta
asamblea".
Entonces el Señor dijo a Moisés: "Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del
cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a
prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley.
El sexto día de la semana, cuando preparen lo que hayan juntado, tendrán el doble
de lo que recojan cada día".
Moisés dijo a Aarón: "Da esta orden a toda la comunidad de los israelitas:
Preséntense ante el Señor, porque él ha escuchado sus protestas".
Mientras Aarón les estaba hablando, ellos volvieron su mirada hacia el desierto, y la
gloria del Señor se apareció en la nube.
Y el Señor dijo a Moisés:
"Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: "A
la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan.
Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios".
Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que
cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío
alrededor de él.
Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa tenue y
granulada, fina como la escarcha sobre la tierra.
Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: "¿Qué es esto?". Porque no
sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: "Este es el pan que el Señor les ha
dado como alimento.
Salmo 78(77),18-19.23-24.25-26.27-28.
Tentaron a Dios en sus corazones, pidiendo de comer para sobrevivir;
insultaron a Dios, diciendo: «¿Será Dios capaz de prepararnos la mesa en el
desierto?
Dio orden a las nubes en lo alto, abrió las compuertas de los cielos,
les envió como lluvia maná para comida, les dio trigo del cielo.
Y el hombre comió el pan de los Fuertes, y El les envió de sobra provisiones.
Hizo soplar en los cielos viento del este, y trajo con su poder el viento sur.
Hizo llover sobre ellos la carne como polvo, aves innumerables como arena del mar.
Hizo que cayeran dentro del campamento, en todo el derredor de sus carpas.
Evangelio según San Mateo 13,1-9.
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y
sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El
sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las
comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en
seguida, porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras
treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!".
Comentario del Evangelio por:
Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul
Discursos ascéticos, serie 1ª, n° 32
“El ciento por uno”
De igual manera que toda la fuerza de la ley y los mandatos que Dios ha dado a los
hombres se cumple en la pureza del corazón, como lo dijeron los padres, así
también todos los modos y maneras por los cuales los hombres rezan a Dios se
cumplen en la oración pura. Los gemidos, las prosternaciones, las súplicas, los
lamentos, todas las formas que puede tomar la oración tienen en efecto su fin en
una oración pura... La reflexión no tiene nada más que lo que tiene: ni oración, ni
movimiento, ni lamento, ni poder, ni libertad, ni súplica, ni deseo, ni placer de lo
que espera en esta vida o en el mundo venidero; después de la oración pura, no
hay otra oración... Más allá de este límite, está la admiración, no hay más oración;
la oración cesa, y comienza la contemplación... La oración es la semilla, y la
contemplación, la cosecha de las gavillas. El segador se maravilla de ver lo
indecible: ¿cómo a partir de pequeños granos desnudos que sembró, pudieron
crecer de repente ante él tales espigas florecientes? La vista de su cosecha le quita
todo movimiento... Lo mismo que apenas se encuentra un hombre entre varios
millares para cumplir un poco mejor los mandatos y las normas de la Ley y alcanzar
la pureza del alma, de igual manera sólo se encuentra un hombre de cada mil que
sea digno de alcanzar con mucha vigilancia la oración pura, de atravesar el límite y
de descubrir este misterio. Porque no es dado a muchos, sino a poco, el conocer la
oración pura.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”