Domingo 17º del Tiempo Ordinario Ciclo C
Lecturas bíblicas:
Gén. 18, 20-21.23-32
Col. 2, 12-14
Lc. 11, 1-13
La oración, oxígeno de nuestra fe
En el contexto del año de la fe, el tema de la oración planteado en el presente domingo, se puede
considerar como el aire que respira la fe. La oración es el oxígeno que necesita la fe para
alimentarse y crecer.
Dicho esto, pasamos a comentar el evangelio del día (Lc. 11, 1-13).
El texto podría ser dividido en tres partes. En la primera (versículos 1 al 4), san Lucas nos cuenta
que después que Jesús finalizó su oración, uno de sus discípulos le pidió a Jesús que les enseñara a
orar, y el Señor lo hizo enseñándoles el “Padre Nuestro” . En la segunda parte (versos 5 al 8),
encontramos la parábola mediante la cual Jesús quiere instruir a sus discípulos sobre la oración
continua o perseverante . Y en la tercera parte, Lucas nos trasmite la exhortación de Jesús a acudir
a la oración con confianza . 1
Sobre el “Padre Nuestro” nos han sido trasmitidas dos versiones evangélicas, la de Lucas, más
breve, que contienen sólo 5 peticiones, y la de san Mateo (6, 9-13), con las siete peticiones, y es la
que rezamos en la liturgia. 2
El contexto en el que inserta san Lucas el Padre Nuestro no es el mismo que en san Mateo. Jesús
estaba re zando. Una vez que termina, es interpelado por uno de sus discípulos que le dice
“enséñanos, ahora a nosotros, orar” (Lc. 11, 1). Es la oración personal de Jesús, tan frecuente en el
evangelio lucano, y que seguramente haya despertado la admiración de sus discípulos, la que
inspira la pregunta del que quiere aprender del maestro orante. La oración de todo discípulo no ha
de ser otra cosa que una participación de la oración y el diálogo del mismo Jesús con el Padre . La
fuente de la oración cristiana es la oración del Señor. La oración del cristiano asimila al orante con
los mismos sentimientos y actitudes de Jesús ante su Padre. Siempre que oramos al Padre oramos
con Jesús. 3
El Padre Nuestro, en la versión más desarrollada del evangelista san Mateo, comprende una
invocación inicial (Padre nuestro que estás en el cielo) y siete peticiones, de las cuales las tres
primeras se refieren a Dios como Tú sin nombrarnos primeramente a nosotros (santificado Tu
1 Cf. Sobre la división del texto, Luis Rivas “La obra de Lucas, I El Evangelio”, Buenos Aires, Agape, 2012, pág.
119 y ss.
2 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica N° 2759 y ss.
3 Cf. Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret, I° parte”, Buenos Aires, planeta, 2007, pág. 161 y ss.
1
Nombre , venga Tu Reino , hágase Tu Voluntad ), a quien se dirige la oración, y las otras cuatro
tratan de las esperanzas, necesidades y dificultades de los hombres (danos hoy nuestro pan,
perdona nuestras ofensas, no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal). Ésta es la
estructura del Padre Nuestro. 4
Padre Nuestro que estás en el cielo
¡Dios es Padre! Y Jesús nos dice que podemos invocarle con confianza llamándole con ese nombre,
“Padre”. Gracias a Jesús hemos conocido al Padre. Gracias a Jesús nos ha sido dada nuestra
condición filial.
En la última parte del evangelio de este domingo Jesús nos dice: “¿Hay entre ustedes algún padre
que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una
serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar
cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo
pidan!” (Lc. 11, 11-13).
La “cosa buena” que da el Padre Dios a sus hijos es el Espíritu Santo. “El Don de Dios es Dios
mismo”. Este Don es “lo único necesario” y “la mejor parte” que eligió María, hermana de Marta
(Lc. 10, 42).
Rezamos “Padre Nuestro ”, y no “Padre mío ”, porque sólo Jesús es el Hijo Unigénito y puede con
todo derecho llamarle así. Pero también porque al invocarle como “Padre Nuestro”, salimos
nuestro individualismo y nos posicionamos como Iglesia, como la familia de Jesús, oramos en
comunión con toda la Iglesia, es más, nos abrimos más allá de las fronteras de la misma Iglesia,
para abrazar a todos los hombres. 5
¡Somos hijos! Y como tales nos dirigimos a Dios llamándole “Padre”. Gracias a Jesús nos ha sido
devuelta nuestra condición filial. Y el camino ordinario para participar de la filiación divina es el del
sacramento del bautismo. Así podemos relacionar el evangelio con la segunda lectura del día, de la
epístola paulina a los colosenses (2, 12-14). Es el bautismo el que nos implanta en el misterio
pascual de Cristo, en la cruz , por la cual Él, Cristo, borró nuestros pecados, pagó por nosotros
nuestra deuda. Y así hizo posible que podamos dirigirnos al Padre llamándole con ese nombre,
pidiéndole, entre otros dones, el perdón de nuestros pecados.
La segunda parte del evangelio (versos 5 al 8), nos presenta la parábola mediante la cual Jesús
quiere instruir a sus discípulos sobre la oración continua o perseverante . Podemos poner en
relación la parábola con la primera lectura, del libro del Génesis (18, 20-21.23-32) que nos habla
de la oración de Abrahán. La oración de Abrahán por los pecadores de las ciudades de Sodoma y
4 Cf. Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret, I° parte”, Buenos Aires, planeta, 2007, pág. 161 y ss.
5 Cf. Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret, I° parte”, Buenos Aires, planeta, 2007, pág. 161 y ss.
2
Gomorra, se nos presenta como una especie de curioso regateo comercial con Dios. Importa
destacar la insistencia, la perseverancia de la oración, y, sobre todo, la misericordia de Dios,
siempre dispuesto a perdonar, a dar el perdón.
La parábola del amigo inoportuno que golpea la puerta a medianoche es muy clara en su mensaje.
La fórmula impecable nos exhorta a orar a Dios con confianza , esperanza, entusiasmo, ilusión, no
con desaliento, descreimiento, desgano: “ pidan y se les dará , busquen y encontrarán , llamen y se
les abrirá . Porque el que pide , recibe ; el que busca , encuentra ; y al que llama , se le abrirá ”.
Sintamos el ritmo y la correspondencia entre las acciones por parte de Dios a las acciones del
hombre orante. Comprenderlo en el contexto de la oración del Padre Nuestro, nos ayudará a pedir
primero lo único necesario, a priorizar el Nombre, el Reino y la Voluntad de Dios, y recién después
pedir el pan, el perdón, ser librados de la tentación y de todo mal.
La cuarta petición del Padre Nuestro (el pan nuestro de cada día ) nos invita a confiar en la
providencia de Dios de modo que cada día tenga su afán respecto a los bienes y servicios
comprendidos en esa palabra “pan”. Pero a la vez nos conduce a mirar a la Eucaristía, como
alimento que preanuncia la vida eterna.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Sábado 27 y domingo 28 de julio de 2013
iglesia parroquial Sagrado Corazón de Jesús
y Capilla San Sebastián, Paraná, Argentina
3