Comentario al evangelio del Miércoles 31 de Julio del 2013
Queridos amigos y amigas:
¡Qué no se ha dicho y escrito sobre San Ignacio de Loyola! Su figura ha sido examinada desde casi
todas las perspectivas posibles. Es un santo de una riqueza extraordinaria y, sin embargo, no es popular
como San Antonio de Padua o San Judas Tadeo. Hay algo en su rigorismo inicial que echa un poco
para atrás. Parece ser que su deseo de imitar a Jesús “al pie de la letra”, común en todos los santos
conversos, pudo haberle costado hasta el equilibrio psíquico.
Ignacio tardó tiempo en descubrir que “seguir a Jesús” no significa repetir tal cual su estilo de vida
sino dejarse invadir por su Espíritu para ser conducidos por él en cada tiempo y lugar. Ignacio, antes de
ser un maestro en la vida espiritual, fue un discípulo que aprendió sufriendo. Quizá por eso sus
enseñanzas conservan validez.
La parábola que Jesús narra en el evangelio de hoy explica bien en qué consiste el verdadero
discernimiento evangélico, auténtica pasión de Ignacio. No se trata de pescar sólo los peces buenos
usando una red finísima. Si así fuera, la pesca resultaría imposible. En la red barredera entran todos.
Hay que dar tiempo al tiempo. La selección se hace al final. Y la hace un Experto, no un simple
aficionado.
CR