XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Pautas para la homilía
Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
La plenitud humana
La Palabra de Dios hoy nos interroga: El centro de la vida humana, ¿está en la
tierra?, ¿se limita al tiempo presente?, ¿se realiza en el disfrute de los bienes
materiales? Interrogantes a los que damos respuesta, con nuestra forma de vivir.
Una de las respuestas que está extendida en nuestra sociedad, es la convicción de
que lo importante para vivir bien es ganar, gastar, disfrutar y satisfacer nuestros
deseos, que muchas veces los disfrazamos de necesidades.
La parábola del evangelio recoge esta mentalidad del hombre que trabaja
acumulando bienes y pensando que luego tiene la vida por delante para disfrutar de
sus riquezas.
No se censura la preocupación por disponer de los bienes necesarios para la vida,
sino que se censura la acumulación, para luego despreocuparte de los demás. El
deseo de acaparar, fruto de la más feroz insolidaridad, del más salvaje egoísmo. Es
el: “Vivir para sí mismo” cuyo punto de referencia de todo es el yo.
Este modo de vida es calificado en el Evangelio de “necio”.
Necio ¿cómo debemos entender esta palabra? Podemos entenderla cómo un juicio
áspero. Podemos oírla cómo la condenación de la maldad de una persona. Pero hay
otra manera de oír. La podemos oír como si Jesús suavemente estuviera liberando
a este hombre, al ser humano, de su pequeño y falso sueño.
El está atrapado en el diminuto mundo de sí mismo. Los pronombres yo y mi / me,
aparecen 10 veces en esta pequeña parábola. Y cuando dice tú, todavía está
hablándose a sí mismo. Está totalmente solo. Este es un mundo donde no puede
ser feliz. Y cuando Dios le dice “necio”, lo está liberando de esa pequeña cárcel que
él se ha construido.
El juicio de Dios no es su condenación. Es nuestra liberación de los pequeños
mundos que nos hemos construido.
Es liberarnos de nuestro egoísmo y de la visión materialista de la vida. Es invitación
a guardarnos de toda clase de codicia, porque nuestra vida no depende de nuestros
bienes.
Esta liberación posibilita la realización del hombre nuevo; el hombre en su plenitud;
el que desarrolla una nueva vida en Cristo. Es situarnos en otro horizonte para
construir un nuevo ser humano liberado de toda clase de codicia, de la injusticia,
del egoísmo y edificado sobre el misterio Pascual.
Es construir en Cristo el valor de la fraternidad y la justicia, de la solidaridad con los
más pobres, es también abrir los ojos ante la ambigüedad que se esconde en un
desarrollo económico mundial y en una técnica que desconoce la dignidad del
hombre y la miseria en la que vive la gran mayoría de la humanidad.
En palabras de San Pablo es 'buscar los bienes de allá arriba', 'buscad un nuevo
orden', 'desterrad la vieja condición'.
Los bienes de allá arriba empiezan en esta vida. Los “bienes de arriba” indican los
valores de la vida nueva en Cristo; que nos hacen ser ricos ante Dios, por entregar
la vida, nuestras capacidades o dones en el bienestar y la felicidad de los demás. Es
invertir nuestra vida en los valores del reino de Dios. Esta vida nueva que irrumpe
en nosotros es Cristo mismo; “vida vuestra” (Col 3,4).
Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)
Con permiso de: dominicos.org