Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
El problema de la pobreza
“Un día Jesús se encontraba en medio de una multitud y un hombre le dijo: Maestro,
dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia” (Lc. 12,13).
“Que comparta conmigo la herencia”. Por un lado tenemos el principio del destino
universal de los bienes según el cual “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene
para uso de todos los hombres. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos
en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad”
(Gaudium et Spes 69). Por otro lado está la justa distribución de la riqueza, lo cual no
otorga licencia de robar al que posee para distribuirlo a los que no tienen. El fin no
justifica los medios y la historia del legendario Robin Hood, que saqueaba a los ricos
para darlo a los pobres, es una forma romántica de disfrazar el delito del robo. Por allí
no es la cosa y la solución pasa por otro camino.
La distribución de los bienes nos introduce al problema de la pobreza en el mundo que
sigue siendo uno de los principales retos de la humanidad. Según datos de las Naciones
Unidas, de los 6,000 millones de habitantes que poblamos la tierra, 2,500 viven con
menos de 2 dólares al día y la mitad de estos no tiene acceso al agua potable. ¿Cuál es
la causa? ¿La escasez de alimentos y recursos naturales como afirmó Malthus?
Ciertamente que no. ¿La explosión demográfica? ¡De ningún modo! Una de las razones
es la injusta distribución de la riqueza pues el 40% de la población mundial sobrevive
con el 5% del rédito global. El capitalismo en sí mismo no garantiza la solución del
problema de la pobreza en el mundo y los países así llamados ricos, trátese del G8 o del
grupo que va emergiendo G20 no pueden solucionar los problemas en los países pobres
sujetos a regímenes políticos corruptos en donde prevalecen los intereses personales.
Por el contrario, son los mismos sistemas demagógicos los que mantienen el retraso y el
subdesarrollo espiritual, educativo, comercial de sus propios pueblos. ¿Cuál es la
solución? Un cambio de la mente y del corazón en los gobiernos a nivel mundial y
nacional. Un compromiso personal por ser solidarios con quien convive a mi lado y huir
de la avaricia que fue lo que llevó a los dos hermanos del evangelio a estar peleando por
dinero.
¿De qué manera afecta la religión en el desarrollo de los pueblos? Dios nos vino a
redimir del pecado, no a ajustar cuentas. Jesús nos enseñó, en la multiplicación de los
panes, a vivir la caridad, “dadles vosotros de comer”. El don de Dios está en habernos
liberado del pecado de la avaricia, para poder vivir la caridad y resolver el problema del
hambre entre los pueblos.
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