DECIMONOVENO DOMINGO ORDINARIO C
(Sabiduría 18:6-9; Hebreos 11:1-2.8-19; Lucas 12:32-48)
Es uno de los episodios más famosos de la Guerra Civil Española. Una pequeña
fuerza de los nacionalistas estaba defiendo el Alcázar de Toledo con los liberales en
asedio. Cuando el hijo del comandante nacionalista fue capturado, los liberales
amenazaron con matarlo si el Alcázar no fue rendido. El comandante pidió a hablar
con su hijo por teléfono. Le dijo: “Encomiéndate tu alma a Dios, mi hijo, y muere
como un patriota”. Bueno, la carta a los Hebreos hoy nos recuerda de otro ejemplo
del hombre preparado a sacrificar a su hijo por razón de la justicia.
La carta enseña que la fe puede exigir grandes sacrificios. Aunque Dios retiró su
mandato a Abraham (y nunca le mandaría algo tan atroz de nosotros), la fe exhorta
que miremos más allá de lo que la cultura piense agradable. La fe vislumbra como
nuestro verdadero bien la paz con Dios realizada por cumplir su voluntad. Hace
poco una mujer se le acercó al sacerdote en el velorio de su hijo. Quería aliviarse
del corazón. Su hijo, un padre de familia, murió cuando estaba presentando una
lecci￳n de doctrina. Dijo ella: “Estoy contenta”. ¿C￳mo puede ser que ella estaba
contenta después de la muerte repentina de su hijo? ¿Había problemas ente él y
ella? Pero ella le asegur￳ al sacerdote al contrario: “Siempre fue un buen hijo.
Nunca había pedirle dos veces para hacer una tarea. Nunca me dijo que pidiera a
uno de sus hermanos hacerlo”. Entonces la mujer dio su raz￳n: “Estoy contenta
porque murió sirviendo al Se￱or”. Fue un testimonio de la fe casi del calibre de la
de Abraham cuando preparaba a sacrificar a su propio hijo en obediencia a Dios.
En su primera encíclica Lumen Fidei el papa Francisco describe la fe como una luz
ayudándonos a ver. Con la fe miramos ambos lejos y profundo. Nos damos cuenta
de que los altibajos de la vida – si conseguimos el trabajo que anhelamos o no, si
tomamos las vacaciones de nuestros sueños o no –no importan mucho. Pues la fe
nos levanta a mirar el horizonte de la eternidad con Dios. Allí “sin penas ni
tristezas” viviremos en la felicidad con los justos – tanto los buenos de otros
tiempos como, esperemos, nuestros queridos seres.
La fe también nos ayuda como una lupa a escrudiñar la naturaleza de las cosas.
Nos informa que muchos de los arreglos que la sociedad alaba como avances – por
ejemplos, la cohabitación, las redes sociales, la casa llenada con electrodomésticos
-- son no más que vanidades, a veces pecaminosos. La fe nos hace percibir que la
satisfacción verdadera proviene de imitar al Señor Jesús, tanto en su apertura para
como en sus sacrificios por los demás. Como testimonio de todo esto tenemos el
ejemplo de los santos. Según su primer biógrafo santo Domingo de Guzmán,
fundador de la orden que lleva su nombre, era encantadoramente entregado a los
demás. Escribi￳: “Durante el día nadie se mostraba más sociable que él...
Viceversa, de noche, nadie era más asiduo que él en velar en oraci￳n….”
Como el papa recalca en su encíclica, la fe es un don de Dios que recibimos gratis.
No obstante, requiere esfuerzo de nuestra parte. Primero, tenemos que pedir al
Señor, como el padre del endemoniado en el evangelio, el aumento de la fe.
Entonces, nos exige que cambiemos de la actitud. Mucha de la resistencia al creer
hoy en día proviene del cinismo hacia la Biblia. Sí, es cierto que las historias
relatadas en Biblia han sido adornadas por el proceso de ser transmitidas por boca
por años. Pero también es claro que los relatadores de las historias estaban
dispuestos a dar sus vidas atestiguando de su verdad. Sobre todo, la fe nos llama
a una nueva manera de vivir. En lugar de seguir los antojos del cuerpo buscamos
la comunión con Dios por someternos a su voluntad.
Los miopes conocen la maravilla de conseguir lentes. De repente tienen una nueva
manera de ver. Es como todo se hace claro por la primera vez. La fe actúa así.
Nos permite mirar a Jesús a pesar de los años desde su muerte. Nos hace sentir su
encantadora compañía. La fe nos hace ver a Jesús.
Padre Carmelo Mele, O.P.