Cenizas al viento
El Génesis irrumpe con la creación de la luz. Y el Apocalipsis cierra el texto bíblico con
el “Maranatha”, “Ven Se￱or Jesús”. Cientos de a￱os entre uno y otro para describirnos
la caminada de humanidad en forcejeo dialéctico entre luz y tinieblas, frustraciones y
esperanzas, fuego y pasión. Y una luz orientadora que apunta siempre al horizonte
calcinando asperezas, egoísmos: Jesucristo.
Se puede rechazar la luz. Se le puede ignorar. Hasta se le puede enterrar. Pero queda el
rescoldo, las cenizas calientes que delatan el calor alimentado con el viento y el crujir de
la leña que se resiste a la tentación del olvido. Jeremías como Profeta es este tronco
calcinado que le dice a su pueblo su pecado en denuncia cada vez más fuerte sin que
puedan ahogar su conciencia.
Hebreos delata nuestra cobardía: “Hasta ahora no han derramado una gota de sangre a
causa de su fe”. Es una fe sin confrontaci￳n, como cenizas al viento, sin luz, sin fuego,
sin calor, sin testimonio. El día de nuestro bautismo nos entregaron la luz. Nos
convirtieron en testigos de la luz, hijos e hijas de la luz. Luz que se fue prendiendo en
cada sacramento para darle continuidad a nuestra vocación iluminada de la fe.
Y Jesús atiza la candela cuando dice que “ha venido a prender fuego y quiere que arda”
sin apagarse hasta la consumación de la historia. Quiere que ya esté ardiendo. Que no
sea mero deseo, sino orden. Es fuego incontenible que abrasa corazones, ideologías,
sistemas, instituciones. Y lo contagia todo. Sin poderlo detener. Solo la mediocridad o
pasividad de quienes hemos prendido nuestra vida en la suya, puede convertirlo en
cenizas que se lleva el viento.
Cochabamba 18.07.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com