“El que quiera seguirme... Que tome su cruz y me siga”
Mt 16, 24-28:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. LA DOCTRINA DEL REINO, NOS EXIGE NEGARSE A UN MUNDO DE
EXIGENCIAS PERSONALES Y CÓMODAS
Expuesto el anuncio de la pasión y muerte, ahora les advierte a los discípulos
que han de imitarle. Luego que Jesús había predicho a sus discípulos lo
conveniente que era el que El sufriese las calumnias de los judíos, que fuese
muerto y que resucitase al tercer día, no hace ver a todos de qué forma
podemos participar de su gloria.
La primera enseñanza es que el hombre renuncie a sí mismo, y esto, El que
quiera venir conmigo. Y, además, que tome su cruz y me siga. Lucas dice en
su relato, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo (Lc 9; 23-26); La
doctrina del Reino, nos exige negarse a un mundo de exigencias personales y
cómodas. Es una vida moral nueva, que lleva consigo un sacrificio frente a las
cosas mundanas, pero que al final tiene su ganancia eterna. El discípulo de
Jesús ha de estar dispuesto a toda persecución y muerte. El Reino le puede
exigir esto. Pero al que ante el Reino tomase una actitud de vergüenza por
seguirlo, le aguarda el Hijo del hombre, presentado como Juez del mundo, en
su parusía, con la condena de avergonzarse de él.
2. A LOS QUE QUIEREN SEGUIRLO
Sin embargo, Jesús, bueno y piadoso, algo natural en El, no quiso tener
ninguno que lo sirviese como obligado, por el contrario, hace que lo sirviesen
espontáneamente y le agradeciesen el poderlo servir. No obligando ni
imponiéndose a nadie, sino persuadiendo y haciendo el bien, esa es la forma
como atrae a todos los que quieren venir, diciendo: El que quiera venir
conmigo. ¿Alguno de nosotros ha sentido este llamado?, ¿Qué estamos
dispuesto a responder si este llega a nuestro corazón?
Cuando Jesús dice: que renuncie a sí mismo, propone -a los que quieren
seguirlo- su propia vida como modelo de una vida perfecta, con una imitación
fiel de su vida, según la medida de nuestras fuerzas. Si alguno no renuncia a
sí mismo, no se acerca al que está sobre El. La renuncia a sí mismo, quiere
decir el olvido absoluto de lo pasado y la renuncia de la propia voluntad. Se
niega a sí mismo uno cuando la vida pasada en el mal se convierte en una
vida buena y de nuevas costumbres, especialmente en una vida de oración.
Porque el que ha vivido la vida del pecado deshonesto se niega a sí mismo
cuando se vuelve a una vida sana. Del mismo modo, se llama negarse a sí
mismo abstenerse de cualquier clase de pecado.
3. QUE TOME SU CRUZ Y ME SIGA
Y agrega Jesús: que tome su cruz y me siga, o como dice Lucas: “Que cargue
con su cruz cada día y me siga” es el deseo de sufrir la muerte por Cristo,
mortificándose por El mientras se vive de paso en la tierra, es el estar
dispuesto a enfrentar cualquier peligro por dedicarse al Señor y no aficionarse
a las cosas mundanas de esta vida, es lo que se llama tomar su cruz. El que
quiera seguir a Cristo no debe huir el padecer por El. La cruz puede llevarse de
diversos modos, con ayuno, abstinencia y penitencia, es decir cuando
sentimos pena por pecar, pero también se lleva la cruz, cuando el alma se
empapa de la compasión por los demás.
4. EL QUE QUIERA SALVAR SU VIDA
Nos dice Jesús: Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que
pierda su vida por mí, la encontrará. Esto es, el que quiere vivir según esta el
mundo y continuar gozando de las cosas temporales que la vida terrenal
ofrece, éste la perderá, porque no la conduce a los términos expresado por el
Señor en la bienaventuranza. Y por el contrario, añade: “el que pierda su vida
por mí, la encontrará. Es decir, el que menosprecia las cosas terrenas y
temporales, prefiriendo la verdad, la vida recta, el trabajo solidario por sus
semejantes, la incasable tarea por los derechos del hombre entregados por
Dios, la búsqueda de la paz, la vida según los evangelios, aun exponiéndose a
la muerte, en otras palabras, pierde su alma por las enseñanzas de Cristo,
más bien la salvará.
5. ¿DE QUÉ LE SIRVE A UNO GANAR EL MUNDO ENTERO, SI PIERDE SU
VIDA?
A continuación Jesús nos dice: ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero,
si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Como si
dijese: cuando alguno, considerando los placeres y los bienes presentes,
rehúsa sufrir y elige vivir de una manera cómoda y espléndida, si es rico, ¿de
qué le aprovechará todo esto, si pierde su alma? Pasan las grandezas de esta
vida y sus delicias como pasa una sombra.
Esta “vida” del texto evangélico no se refiere a la simple pérdida de la vida
física, sino de la “vida” eterna. Constantemente el Señor, a la vez que nos
invita a merecer la vida eterna, la felicidad por siempre, nos enseña a
menospreciar las cosas de la tierra. Por ello robustece la humana debilidad,
ofreciendo un premio seguro y verdadero, por los sufrimientos y penalidades
de la vida presente.
6. EL HIJO DEL HOMBRE HA DE VENIR RODEADO DE LA GLORIA DE SU
PADRE
Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en
compañía de sus ángeles, Jesús se presenta aquí como dueño de la
humanidad, como Señor de los ángeles, y viniendo en la “gloria de su Padre.”
Con todo lo cual se acusa su grandeza, su trascendencia divina: “su gloria.”
Aquella “gloria” de Yahvé que ahora a Él se aplica (Jn 1:14).
En esa hora dará a cada uno lo que merecen sus obras. Es entonces la
responsabilidad personal la que entra en juego. Porque no es fácil tomar la
cruz y seguir a Cristo, es un camino duro, arduo, hay que estar dispuesto a
cumplir con todo lo que el Señor nos enseñó, hay que tener dispuesta la vida
contra los sufrimientos, contra los peligros y ofrecerse hasta la muerte. Así
como lo han hecho muchos, dejar lo conocido por lo desconocido, abandonar
las cosas del presente, por las futuras y del Reino prometido.
7. JESÚS DESEA QUE VAYAMOS TRAS DE EL
Pero El buen Maestro, para que ninguno se deje abatir por la desesperación o
el tedio, nos promete a continuación a los fieles que lo veremos, pero él nos
ha advertido: Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán,
sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey.
Nos enseña este fragmento del Evangelio, que está en nosotros el
encontrarnos con el Señor, él ya nos ha dicho el que quiera venir detrás de mí,
Jesús desea que vayamos tras de Él, pero no obliga a nadie a que le sirva,
pero si espera que espontáneamente, tomemos la decisión de servirle. Seguir
al Señor, caminar con El, junto a Él, sintiendo su presencia junto a nosotros,
es un agradable caminar, es vivir en paz espiritual y es una mano que nos
saca del peligro en las turbulencias, pero es necesario para seguir sus pasos,
ser como El, empaparse de sus sentimientos, y aceptar la voluntad del Padre,
quien solo quiere lo mejor para sus hijos.
Cristo Jesús, vivan en nuestros corazones.