XIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- Jos.3, 7-10.11.13-17: El arca de la alianza pasa el Jordán.
b.- Mt. 18, 21-35; 19,1: Perdón de las ofensas y la parábola del siervo sin
entrañas.
Este evangelio nos presenta la pregunta de Pedro acerca del perdón (vv.21-22) y la
parábola del siervo sin entrañas (vv.23-35). Pedro se dirige a Jesús como Señor,
además de reconocerle como Instructor y Maestro, es decir, dotado de poder y
lleno de la gloria de Dios. No se especifica el delito a perdonar al hermano, pero se
piensa en el mandamiento del amor (cfr. Mt.14, 28; 15,15; 17, 4. 24; 19,27). La
pregunta de Pedro, se relaciona con la medida de ese perdón: ¿perdonar sin
compensación? ¿Se puede medir la obligación de reconciliarse? La respuesta de
Jesús, habla de un perdón ilimitado, es decir, más allá de la obligación de esa única
vez, que exige el amor. Son varios los pasajes en los cuales, queda clara la actitud
de Jesús, respecto al perdón de las ofensas (cfr. Mt. 5, 23; 6,12ss). Aunque se
repita la falta, el hermano, no debe renunciar a perdonar; se trata de una
disposición interior para perdonar. Como trasfondo de la pregunta de Pedro, y la
respuesta de Jesús, se encuentra el tema de la venganza: Si Caín fue vengado
siete veces, Lamec lo será setenta veces siete (Gén. 4, 24). Todo un canto, para
exaltar la venganza; como contrapunto, Jesús propone el perdón sin límites.
Mientras la venganza, era prácticamente una ley sagrada en todo Oriente, la
humillación era el precio del perdón. Caín fue protegido por Dios con una señal,
para que nadie lo matase, pero si alguien lo hacía, sería vengado siete veces, es
decir, sería castigado gravemente. En su canto Lámec, quiere ser vengado de forma
feroz y desmedida; en cambio, Dios se había reservado la venganza de Caín, ahora
Lámec la reclama para sí. Ahí tenemos el origen del desorden en la Creación, el
asesinato de Abel por Caín; esa perversión llega hasta nosotros, la desmesura de la
venganza y el derramamiento de sangre. El mal se reproduce de mil formas, un
pecado siempre origina, otros tantos. Sólo puede ser detenida esta fuerza con otra
más grande, la del bien obrar. Tenemos ahí el mandato de perdonar del Señor
Jesús, que sea siempre la última palabra. Pablo ense￱a: “No te dejes vencer por el
mal, sino vence al mal a fuerza de bien” (Rom.12,21). La parábola del siervo sin
entrañas, quiere dejar en claro, el proceder del Padre Dios, con quien no perdona
de corazón a su hermano. La parábola, quiere destacar la relación del hombre con
Dios, y de los hombres entre sí: los diez mil talentos, simbolizan al hombre
pecador, toda la humanidad, a quien Dios perdona por pura gracia y bondad. El
siervo sin entrañas, representa en cambio, la maldad del corazón humano, que no
es capaz de perdonar, que es lo que se deben los hermanos entre sí. Es la nada
misma, respecto de cuanto ha perdonado Dios. El perdón divino, es siempre nuevo,
para el que se abre a la reconciliación, sin embargo, lo quita a quienes no perdonan
de corazón a sus hermanos. El día del Juicio, quien no perdona, será juzgado por su
propia medida (cfr. Mt. 7, 13). El ejemplo de Cristo, nos anima a perdonar, porque
el momento sublime de su muerte en Cruz, perdonó a sus verdugos (cfr. Lc. 23,
34). Sólo quien experimenta el perdón de Dios en el Sacramento de la
Reconciliación, es capaz de perdonar ilimitadamente a su hermano, porque el
perdón es fruto del exquisito amor de Dios Padre por el hombre.
La Santa Madre Teresa nos pide que consideremos bien las palabras del Padre
nuestro en lo que se refiere a perdonar los pecados así como Dios Padre nos
perdona. “Pues tened mucha cuenta, hermanas, con que dice: «como
perdonamos»; ya como cosa hecha, como he dicho. Y advertid mucho en esto, que
cuando de las cosas que Dios hace merced a un alma en la oración que he dicho de
contemplación perfecta no sale muy determinada y, si se le ofrece, lo pone por obra
de perdonar cualquier injuria, por grave que sea no estas naderías que llaman
injuria no fíe mucho de su oraci￳n” (CV 36,8).