EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 11 Agosto 2013
Decimonoveno Domingo del tiempo ordinario C
Libro de la Sabiduría 18,5-9.
Como ellos habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos -y de
los niños expuestos al peligro, uno solo se salvó- para castigarlos, tú les
arrebataste un gran número de sus hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las
aguas impetuosas.
Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que,
sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran
reconfortados.
Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus
enemigos;
porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de
gloria, llamándonos a ti.
Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y
establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían
igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los
cantos de los Padres.
Salmo 33(32),1.12.18-20.22.
Buenos, festejen al Señor,
pues los justos le deben alabar.
Es feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él escoge como herencia.
Está el ojo del Señor sobre los que le temen,
y sobre los que esperan en su amor,
para arrancar sus vidas de la muerte
y darles vida en momentos de hambruna.
En el Señor nosotros esperamos,
él es nuestra defensa y nuestro escudo;
Venga, Señor, tu amor sobre nosotros,
como en ti pusimos nuestra confianza.
Carta a los Hebreos 11,1-2.8-19.
Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las
realidades que no se ven.
Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a
recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo
mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa.
Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada,
porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una
descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que
está a la orilla del mar.
Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las
vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en
la tierra.
Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria;
y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido
oportunidad de regresar.
Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se
avergüenza de llamarse "su Dios" y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él
ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas,
a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará
tu nombre.
Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los
muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Evangelio según San Lucas 12,32-48.
No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el
Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se
desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el
ladrón ni destruye la polilla.
Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.
Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda,
para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les
aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a
servirlo.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no
dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora
menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para
todos?".
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá
al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los
servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la
misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y
no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos
severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió
mucho, se le reclamará mucho más.
Comentario del Evangelio por :
San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago, mártir
De la unidad, 26-27
“Estad a punto”
El Señor pensaba en este nuestro tiempo cuando dijo: “Cuando vendrá el Hijo del
hombre ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 18,8). Vemos como se realiza esta
profecía. El temor de Dios, la ley de la justicia, la caridad, las buenas obras, ya
nadie cree en ellas…todo lo que temería nuestra conciencia, si creyera; no lo teme
porque no cree. Porque si creyera, viviría vigilante; y si vigilara, se salvaría.
Despertémonos, pues, hermanos muy amados, tanto como seamos capaces.
Sacudamos el sueño de nuestra inercia. Estemos atentos a observar y practicar los
preceptos del Señor. Seamos tal como él nos ha prescrito ser cuando ha dicho:
“Permaneced en actitud de servicio y conservad encendidas vuestras lámparas. Sed
como los que esperan la llegada de su amo a su regreso de bodas para abrirle la
puerta en cuanto llegue y llame a la puerta. Dichosos los siervos que a su llegada,
el amo los encontrará en vela”.
Sí, permanezcamos en actitud de servicio, por miedo a que cuando venga el día de
salida, no nos encuentre preocupados y enredados. Que nuestra luz brille y
resplandezca en buenas obras, que nos conduzca de la noche del mundo a la luz de
la caridad eterna. Esperemos con solicitud y prudencia la llegada repentina del
Señor a fin de que, cuando llame a la puerta, nuestra fe esté despierta para recibir
del Señor la recompensa de su vigilancia. Si observamos estos mandatos, si
conservamos estas advertencias y estos preceptos, las astucias engañosas del
Acusador no nos abatirán durante nuestro sueño. Sino que, reconocidos como
siervos vigilantes, reinaremos con Cristo triunfante.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”