XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Cómo crecer en humanidad
La Palabra: “Si alguno quiere venir en pos de mí, y no desprecia a su padre y a su
madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí
mismo, no puede ser mi discípulo” (evangelio).
1. Ahí tenemos uno de esos textos evangélicos desconcertantes. Para suavizar la
cosa, algunas traducciones emplean la expresión “no pospone”, pero literalmente
hay que traducir “no desprecia”, “no odia”, “no rechaza”. Y el desconcierto aún es
mayor cuando dice que solo ponemos cimientos firmes para edificar la casa nueva y
fuerte donde podamos vivir en paz. Y el relato evangélico remarca la necesidad de
liberarse de todas las falsas seguridades, aunque afectiva-mente sean muy
queridas: “el que no renuncie a todos su bienes, no puede ser mi discípulo”.
Rel_32. En el fondo se plantea el interrogante: ¿cómo crecemos en humanidad?,
¿en qué consiste nuestra verdadera realización humana? Según la fe cristiana, en la
conducta histórica de Jesús descubrimos el rostro humano de Dios; ahí se revela de
verdad la vocación de la humanidad; y Jesús se manifiesta como el hombre
totalmente libre. Según el evangelio, gustó el afecto de sus padres, tuvo amistades,
respiraba compasión y ternura de modo que mujeres y niños, pobres y enfermos,
todos los despreciados en aquella sociedad judía, se le acercaban y encontraban
alivio. Pero el apasionamiento por la dignidad de todos, por la verdadera
fraternidad, fue su absoluto que le llevó a relativizar y a rechazar cualquier lazo,
incluso de la familia, que le apartara de ese objetivo: “¿quién es mi madre y
quienes son mis hermanos?”.
3. Cada uno debe preguntarse: ¿Qué significa para mí crecer en humanidad? Según
el evangelio, nos equivocamos si nuestros cimientos son únicamente poder político,
consideración social, cualidades físicas o psicológicas. El cimiento firme ha de ser
un apasionamiento por la fraternidad. Mirar con fe a otro en cuya frente lleva la
marca: “ni matarás”. Salir de nuestra propia tierra tratando de afirmar a los demás,
especialmente a los humillados y ofendidos que solo conocen la negación y el
desprecio. Cuando nos mantenemos firmes en este objetivo, liberándonos de los
falsos absolutos que nos cierran en nosotros mismos y pueden ser incluso nuestros
afectos humanos más íntimos, estamos creciendo en humanidad.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net