XX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Jc.9, 6-15: Reine un rey sobre nosotros. Vuestro rey es el Señor.
b.- Mt. 19,30; 20, 1-16: Parábola de los obreros de la viña.
Este evangelio nos habla del trabajo de los viñadores, que están en la plaza para
ser contratados. La jornada de trabajo, era de la salida del sol hasta el atardecer, y
se pagaba un denario por día. La parábola nos presenta las diversas horas en que
son contratados varios grupos de obreros, a las primeras horas, a las nueve, a las
tres de la tarde, a las cinco, es decir, en seis oportunidades contrató gente (vv. 1.
3. 5. 6) para ir a trabajar a su viñedo. Este detalle se hace importante a la hora de
señalar las llamadas que hace Dios a lo largo de la vida. El dueño de la viña manda
al administrador pagar al atardecer en orden contrario a la hora de la llegada, lo
convenido: un denario. La ley mandaba pagar el sueldo el mismo día en que se
había realizado el trabajo (cfr. Lv. 19, 13; Deut. 24,15). Las protestas de los
primeros obreros es motivada por la envidia, ellos han trabajado más es verdad,
pero el dueño no es injusto, porque les paga lo que habían convenido. Se lo
atribuye a “su ojo malo”, es decir, la animosidad contra sus compañeros de la
última hora. Esta parábola sólo pretende destacar las veces que el amo llamó
trabajadores para su viña, y la diversidad de los trabajos que ahí se realizaron. No
se mete con el tema de la justicia como lo veríamos hoy. Lo medular de la
parábola, la encontramos en la respuesta del duelo de la viña: “¿Es que no puedo
hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?” (v.
15). Lo mismo hace Dios en su inmensa libertad, con la que obra en medio del
mundo, y con las personas. Incomprensible para los hombres, según los criterios
humanos, pero lógica, desde su voluntad divina. ¿Quién le puede pedir cuentas a
Dios? Nadie, el hombre es su hijo y también su siervo. El premio, pago o
recompensa siempre en Dios será pura gracia, don de su benevolencia, en todo
caso como cristianos podemos esperar la vida eterna, porque antes nos dio la
gracia de la filiación divina. Felices los llamados a trabajar en la viña del Señor,
porque sin merecerlo se hacen parte del premio de los hijos de Dios. Trabajar en su
viña ha de ser motivo de gozo espiritual. Los primeros son el pueblo escogido, los
judíos, llenos de privilegios particulares y con derecho, creían ellos, de pasar la
cuenta, en cambio, el nuevo pueblo hecho de judíos y gentiles, trabaja en la viña
del Señor Jesús, y contento espera el premio prometido: la unión con Dios en la
vida sin ocaso.
Teresa de Jesús no invita a darnos del todo al Todo como se da ÉL. “Tengo para mí
que hay muchos con quien Dios nuestro Señor hace esta prueba, y pocos los que se
disponen para gozar de esta merced; que cuando el Señor la hace y no queda por
nosotros, tengo por cierto que nunca cesa de dar hasta llegar a muy alto grado.
Cuando no nos damos a Su Majestad con la determinación que El se da a nosotros,
harto hace de dejarnos en oración mental y visitarnos de cuando en cuando, como
a criados que están en su viña; mas estotros son hijos regalados, ni los querría
quitar de cabe sí, ni los quita, porque ya ellos no se quieren quitar; siéntalos a su
mesa, dales de lo que come hasta quitar el bocado de la boca para dársele.” (CV
16,5).