EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
sábado 17 Agosto 2013
Sábado de la decimonovena semana del tiempo ordinario
Libro de Josue 24,14-29.
Por lo tanto, teman al Señor y sírvanlo con integridad y lealtad; dejen de lado a los
dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del Río y en Egipto, y sirvan al
Señor.
Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los
dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los
amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al
Señor".
El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros
dioses.
Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de
esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos
aquellos grandes prodigios. El nos protegió en todo el camino que recorrimos y en
todos los pueblos por donde pasamos.
Además, el Señor expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los
amorreos que habitaban en el país. Por eso, también nosotros serviremos al Señor,
ya que él es nuestro Dios.
Entonces Josué dijo al pueblo: "Ustedes no podrán servir al Señor, porque él es un
Dios santo, un Dios celoso, que no soportará ni las rebeldías ni los pecados de
ustedes.
Si abandonan al Señor para servir a dioses extraños, él, a su vez, los maltratará y
los aniquilará, después de haberles hecho tanto bien".
Pero el pueblo respondió a Josué: "No; nosotros serviremos al Señor".
Josué dijo al pueblo: "Son testigos contra ustedes mismos, de que han elegido al
Señor para servirlo". "Somos testigos", respondieron ellos.
"Entonces dejen de lado los dioses extraños que hay en medio de ustedes, e
inclinen sus corazones al Señor, el Dios de Israel".
El pueblo respondió a Josué: "Nosotros serviremos al Señor, nuestro Dios y
escucharemos su voz".
Aquel día Josué estableció una alianza para el pueblo, y les impuso una legislación y
un derecho, en Siquém.
Después puso por escrito estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Además tomó
una gran piedra y la erigió allí, al pie de la encina que está en el Santuario del
Señor.
Josué dijo a todo el pueblo: "Miren esta piedra: ella será un testigo contra nosotros,
porque ha escuchado todas las palabras que nos ha dirigido el Señor; y será un
testigo contra ustedes, para que no renieguen de su Dios".
Finalmente, Josué despidió a todo el pueblo, y cada uno volvió a su herencia.
Después de un tiempo, Josué, hijo de Nun, el servidor del Señor, murió a la edad
de ciento diez años.
Salmo 16(15),1-2.5.7-8.11.
Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no
hay dicha para mí fuera de ti.
El Señor es la herencia que me toca
y mi buena suerte: ¡guárdame mi parte!
Yo bendigo al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye mi conciencia.
Ante mí tengo siempre al Señor,
porque está a mi derecha jamás vacilaré.
Me enseñarás la senda de la vida,
gozos y plenitud en tu presencia,
delicias para siempre a tu derecha.
Evangelio según San Mateo 19,13-15.
Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre
ellos. Los discípulos los reprendieron,
pero Jesús les dijo: "Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el
Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos".
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Comentario del Evangelio por:
San Máximo de Turín (¿- c.420), obispo de Turin
Homilía 58 sobre la Pascua.
«Dejad que los niños se acerquen a mí, el Reino de los cielos es de los que
se parecen a ellos»
¡Qué gran y admirable don nos hizo Dios, mis hermanos! En su Pascua, esto
que ayer era decrepitud del pecado, la Resurrección de Cristo la hace renacer en la
inocencia de todos los pequeños. La sencillez de Cristo hace suya la infancia. El niño
está sin rencor, no conoce el fraude, no se atreve a golpear. De este modo este
niño que ha llegado a cristiano no lleva más en si el insulto, no se defiende si se le
despoja, no devuelve los golpes si es golpeado. El Señor exige lo miso al que ora
por sus enemigos...La infancia de Cristo adelanta la misma infancia de los hombres.
Ese que ignora el pecado, ese la detesta. Ese debe su inocencia a su debilidad, esa
a su virtud. Ella es digna de más elogios todavía: su odio del mal emana de su
voluntad; no de su impotencia...
A los Apóstoles ya maduros y de edad, el Señor dice: «Si vosotros no
cambiáis y volvéis a ser como este niño, no entraréis en el Reino de los cielos» (Mt
18,3). El les reenvía al origen mismo de su vida; les incita a recuperar la infancia, a
fin de que estos hombres cuyas fuerzas ya declinan renazcan a la inocencia del
corazón. «El que no nace del agua del Espíritu, no puede entrar en el Reino de los
cielos» (Jn3,5).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”