XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
He venido a traer fuego a la tierra
¡y cuánto desearía que estuviera ya ardiendo!
Dijo Jesús: He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya
estuviera ardiendo! Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia
siento hasta que no se haya cumplido! ¿Creen ustedes que he venido para
establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer
división. Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas
habrá división: tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra del
hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la
madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra." Lc 12, 49-53
El fuego que Jesús trae a la tierra es fuego de amor, purificación, renovación, juicio.
Es el fuego del reino de Dios que lleva en sí una fuerza destructora del pecado, del
mal y de la muerte, y a la vez creadora de vida y de todo bien.
Jesús es el portador del fuego de Dios, que purifica lo que es bueno y destruye lo
perverso. Él desea que la voluntad de Dios se cumpla, pero también siente la
angustia en la espera del desenlace: su pasión y muerte, puerta de la resurrección
y de la gloria.
Pero los poderosos, amigos de la paz falsa construida sobre la opresión de los
pobres y los débiles, no pueden soportar el lenguaje de Jesús y planean el
“bautismo” de sangre: la pasión del Hijo de Dios.
Por eso el mismo Príncipe de la paz dice que no ha venido a traer la paz, sino la
guerra, porque quien esté con él y con sus planteamientos, tendrá la guerra
declarada por parte de quienes están en contra de la verdad, del amor y la paz. Y
eso puede pasar incluso en el seno de una familia, en las comunidades cristianas y
hasta en la misma Iglesia...
Siempre es útil cuestionarse, como personas, familia, comunidad, si realmente se
está a favor del fuego y de la paz de Jesús. ¡Pobres de quienes se cierran a la
autocrítica, dando por supuesto que ya están totalmente de parte de Jesús!
O se opta radicalmente por Cristo, o se entra en complicidad con este mundo
injusto. “Quien no está conmigo, está contra mí. Quien conmigo no recoge,
desparrama” (Mt 12, 30). “A quien se ponga a mi favor ante los hombres, yo lo
defenderé ante mi Padre; y a quien me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante
mi Padre” (Mt 10, 32-33) ¡No bastan las apariencias!
La lectura leal y reflexiva del Evangelio para llevarlo a la vida, con la ayuda del
Espíritu Santo, nos harán transparencia de Cristo, que nos defenderá ante el Padre.
Padre Jesús Álvarez, ssp