XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Pautas para la homilía
Señor, ¿Serán pocos los que se salvan?
Señor, ¿Serán pocos los que se salvan?
Jesús de camino hacia Jerusalem recorría las ciudades y aldeas enseñando.
Posiblemente a propósito de esta enseñanza un oyente le pregunta a Jesús: -
¿Serán pocos los que se salvan? Aunque parezca extraña esta pregunta tenemos
que tener en cuenta que esta pregunta era normal en el ambiente farisaico de
aquel tiempo y se sigue repitiendo de diferentes modos y tonos en el tiempo
presente.
También en nuestros días son numerosos los que quisieran tener una respuesta
precisa y definitiva sobre el número de aquellos que entrarán en el cielo y por eso
se discute tanto sobre la suerte de los niños que mueren sin estar bautizados, de
los infieles, de los herejes y de los pecadores.
Sin embargo, Jesús aquí no quiere dar una respuesta a esta pregunta. No era su
misión el satisfacer la curiosidad de la gente. Más aún, la plenitud del hombre no es
cuestión de estadísticas, de normas generales o de sondeos. Por eso Jesús
responde a su oyente presentándole la exigencia del reino y su exigencia: esforzaos
por entrar por la puerta estrecha. Esto es lo verdaderamente importante. Todos los
otros problemas son insignificantes.
La lógica del judaísmo contemporáneo de Jesús y la visión interna de la mayor
parte de las grandes religiones- comprendida también la católica- han intentado
siempre responder a esta pregunta de otro modo. Un judío normal habría
respondido: se salvan los verdaderos judíos y se condenan los gentiles. Un católico
de antes del Concilio: se salvan los que forman parte de la Iglesia y se condenan
los que están fuera de ella. Ciertamente este estar fuera se interpreta con las
debidas distinciones y matizaciones. No faltarán judíos que afirman que un buen
gentil forma parte implícita de la comunidad de salvación, así como también los
católicos también hablan de una pertenencia al alma de la Iglesia o se refieren a un
tipo de catolicismo o cristianismo implícito.
Estas respuestas, en el fondo, constituyen una escolástica vacía, ya que todos
sabemos que los caminos de Dios en la historia son siempre un enigma.
Yo pienso que tenemos que centrarnos en la palabra del Evangelio. Lo importante
no es la suerte de los otros sino la exhortación que Jesús ha venido a dirigirnos a
cada uno de nosotros: esforzaros por entrar por la puerta estrecha. La salvación no
es un tema de curiosidad, sino de compromiso. Jesús añade algunos consejos
preocupantes para nosotros.
Hay personas que se consideran con derechos sobre el reino: son aquellos que se
acercan a la puerta y piden que se les abra. Sus razones parecen evidentes al
menos para ellos.
Han comido con el Señor y han escuchado con atención sus palabras.
Evidentemente son amigos y pueden tomarse el lujo de decir: abridme. Pero el
Señor responde: no os conozco, y aunque parece que sean amigos en realidad son
enemigos. Jesús no los reconoce porque son obradores de iniquidad.
Los que han comido con Jesús a quien llaman su Señor y sin embargo son extraños
son en primer lugar los judíos que no se han convertido escuchando su palabra,
pero también son los cristianos que también han comido con Jesús (eucaristía), han
escuchado su palabra y le han llamado Señor en la oración, pero han practicado
la injusticia, no han puesto en práctica la Palabra de Jesús , no han aceptado
el mensaje de su reino y por tanto quedan fuera.
Sólo a la luz de esta exigencia, a la luz de la condena que amenaza a aquellos de la
comunidad externa de la salvación adquiere pleno sentido el de aquellos que están
fuera (vendrán de Oriente y de Occidente).
Visto en sí mismo el mensaje de Jesús debe ser presentado en forma de invitación
a la penitencia y a la confianza absoluta. Tal es el sentido de la palabra salvadora.
Vista en relación con aquellos que están fuera es un motivo de esperanza. La
justicia de Dios se traduce en forma de salvación para los pueblos porque aquellos
mismos que buscan con temor y temblor la propia salvación esforzándose por
entrar por la puerta estrecha, deben admirar la providencia salvadora de Dios que
llamará a sus hijos de Oriente y de Occidente, del norte y del sur de nuestra tierra.
Jesús no viene a responder a nuestras curiosidades o a nuestros interrogantes
meramente teóricos. Aquí tendríamos que aducir las palabras de Jesús
respondiendo a sus discípulos: es imposible para los hombres pero no para Dios.
La oraci￳n colecta resume con estas palabras lo que he querido decir: “Se￱or toda
mi esperanza está en Ti, y tu no defraudas a quien en Ti confía. Por eso ante la
crudeza de tu amenaza, tengo el consuelo de tu misericordia. Pero yo sé que no
puedo jugar con el vaso de barro de mi débil fe cristiana llamada a fructificar en
actos de amor y esfuerzo por entrar por la puerta estrecha. Mi salvación está en tus
manos.
Dios mío, confío en ti, pero aumenta mi fe.
Fr. Juan José Gallego Salvadores O.P.
Convento de Santa Catalina (Barcelona)
Con permiso de: dominicos.org