Comentario al evangelio del Lunes 19 de Agosto del 2013
Como hace aproximadamente un mes, comenzamos la semana con el gozo de sabernos singularmente
acompañados por los santos, por hombres y mujeres que han compartido nuestro camino de fe y
participan ya de la gloria y el destino del Señor Resucitado. Reciente aún la fiesta de la Asunción de
María, celebraremos su memoria como María Reina, y recordaremos a una serie de creyentes de muy
diversos siglos, que dejaron que la Palabra del Señor (la que nosotros deseamos escuchar y acoger)
fuera el gran criterio orientador y organizador de sus vidas. Son, como acontece a menudo, bautizados
de muy diverso siglo, continente y vocación cristiana específica: desde Bartolomé, miembro del primer
colegio apostólico, a Rosa de Lima, Pío X o Bernardo de Claraval. Junto a ellos, evocados con otro
rango litúrgico, podremos hacer memoria de Juan Eudes, Ezequiel Moreno y cientos de cristianos de
todos los tiempos. Al repasar el Martirologio de esta semana llama la atención el número de beatos que
entregaron su vida confesando la fe en campos de concentración, testigos valientes del Evangelio en
medio de las recientes atrocidades del siglo XX. (¡Que el Señor nos ayude a descubrir y combatir las
del XXI!).
Las dos lecturas que se proclaman en la eucaristía de hoy evocan personajes que se ven en la
obligación de elegir: se puede vivir acogiendo la voluntad del Señor o dándole la espalda. Se puede
rendir culto a muchos dioses. Conviene tener cuidado. Alguna de las fórmulas que la Iglesia ha
compuesto para ayudarnos a confesar la fe nos lo advierte: “¿renunciáis a la tentación de creer que ya
estáis convertidos del todo?”. En sí el texto va mucho más a la raíz: “¿renunciáis a quedaros en
vuestros métodos, instituciones, reglamentos y no ir a Dios?” Hemos de estar vigilantes: somos
capaces de disfrazar de evangélico lo más sagrado. Y con frecuencia, como el joven del evangelio, nos
vamos tristes porque somos muy ricos.
Pedro Belderrain, cmf