Ciclo C: XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Rosalino Dizon Reyes.
S i perseveramos, reinaremos con él 2 Tim 2, 12)
Jesús no es como los pastores negligentes que dejan de fortalecer a feligreses
débiles por no decirles que se preparen para las pruebas (san Agustín). Ni es como
los predicadores de la prosperidad que se ven en la televisión. Él desvela que
tenemos que entrar por la puerta estrecha.
Esta revelación conforma con las enseñanzas previas sobre la abnegación y la cruz
diaria del discípulo y sobre la dedicación total exigida por el Reino, la que no se
deja detener ni mira atrás. Se refiere también en concreto a la advertencia de
antes de que seguir al que no tiene donde reclinar la cabeza significa pedir de
comer, buscar acogida y llamar a la puerta de los vecinos ( J.A. Pagola ) .
De verdad, ser predicador itinerante y mendicante en solidaridad con los pobres es
requerido por el Reino. Más adelante comentará Jesús: «Más fácil le es a un
camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios». Y
replicarán asombrados los oyentes: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»; les
tranquilizará el Maestro, diciendo: «Lo que es imposible para los hombres es
posible para Dios».
El mismo Jesús, pues, que nos abre los ojos a la verdad de que es difícil entrar en
el Reino de Dios también revela que razón no hay para que nos desalentemos. Nos
aconseja no perder nuestro tiempo ni nuestra energía preocupándonos de si serán
pocos o muchos los que se salven, de si nos contaremos o no entre los benditos del
Padre. Mejor si enfocamos nuestros esfuerzos en vivir según las exigencias del
Evangelio. La «justificación por asociación» o ir donde está la gente no basta; es
imprescindible la responsabilidad personal. Tampoco es suficiente la justicia de los
letrados y fariseos.
Nos advierte, sí, que un mayor obstáculo al acceso del Reino es nuestra
autosuficiencia jactanciosa o la confianza insana que ponemos en nosotros
mismos: en nuestra pertenencia a tal o cual religión, tradición, nación, etnicidad;
en nuestra posición social o carrera; en nuestras posesiones; en nuestra «dinámica
de autoconocimiento» basada en una «ideologización psicológica» y en nuestras
prácticas adoptadas quizás tanto de «la espiritualidad superior, bastante
desencarnada» de los gnósticos como del «restauracionismo pelagiano» ( Papa
Francisco ) . Así fiándome de mi mismo o sintiéndome autosuficiente, corro el riesgo
de encerrarme en mis intereses, e, insensato, pensar y decir: «Yo y nadie más» (Is
47, 8. 10).
Pero nadie debe hacerse ilusiones creyéndose uno del resto, de los pocos elegidos
que se salvarán. Dios es capaz de sacar hijos regios y sacerdotales de pueblos
menospreciados. El que lo puede todo suscitará del Oriente y Occidente, del Norte
y del Sur, incontables adoradores en espíritu y verdad, pobres y humildes,
probados como hijos amados y bien criados, los cuales se sentarán a la mesa en el
Reino.
Éstos no reducirán al Dios transcendente a un anito o lar ni a un dios local, de
Monte Sión o de Monte Garizín. Pero se encontrarán con él dondequiera que estén,
porque este Dios fuerte se encarnó en Jesús débil. Está allí donde dos, tres o más
se reúnen en su nombre, como en la eucaristía. Está allí también donde se hallan
los pobres que, según san Vicente de Paúl, conservan, en medio de sufrimientos,
«la verdadera religion, la fe viva» y son un buen ejemplo para el que se encierra en
su comodidad, su cuarto, sus libros, su misa (XI, 120).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)