DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del P. Josep Miquel Bausset, monje de Montserrat
28 de julio de 2013
Lc 11, 1-13
"Rezamos a nuestro Padre, no a un Dios cósmico. Y hay que hacerlo sin enemigos en
el corazón ”. Con estas palabras, hermanas y hermanos, el Papa Francisco nos
invitaba, hace un mes, a dirigirnos con confianza a nuestro Padre del cielo. Es lo que
Jesús nos enseña hoy en el Evangelio que ha sido proclamado: " Cuando oréis decid:
Padre". (Lc 11, 1-13)
Seguramente que los discípulos amaban de una manera particular estas palabras que
Jesús les enseñó, ante la petición que le habían hecho de aprender una oración.
Lo primero que hay que destacar de este texto evangélico, es el hecho de que Jesús
nos enseña a dirigirnos a Dios con una actitud filial, como el hijo que se dirige al padre.
De hecho, los cristianos somos los únicos creyentes que rezamos al Padre. Todas las
demás religiones se dirigen a Dios como el Todopoderoso, el que está más allá de los
cielos, el que está en las alturas, el Omnipotente.... Pero es con Jesús que nosotros
podemos dirigirnos a Dios con confianza. Porque nuestro Dios es Padre. Padre de
Jesús y por eso mismo, nuestro Padre. ¡Padre de consuelo, de ternura, de esperanza,
de alegría!
De ahí que la paternidad de Dios debe hacer nacer en nosotros, necesariamente, la
fraternidad. Porque es imposible dirigirse a un mismo Padre sin reconocernos
hermanos unos de otros. Por eso el Papa Francisco decía: "¿Pero qué Padre? Padre
mío? ¡No! Padre nuestro. Porque es Padre de todos” . Y por eso, "si yo no estoy en paz
con mis hermanos, no le puedo decir "Padre" a Él" . Es así como la paternidad, el
hecho de invocar a Dios como Padre, hace nacer la fraternidad de todos nosotros,
como hijos de un mismo Padre.
Jesús, en el Evangelio de hoy, resalta, en cuanto a la oración, el hecho de dirigirse a
Dios como Padre con una actitud filial. Esta es la clave de la oración y "sin decirla, sin
esa palabra, no podemos orar" , decía el Papa.
Y ¿a quien rezamos? ¿A un Dios cósmico?, nos dice el Papa, ¡no! El papa Francisco
nos recordaba el Padrenuestro: "Tú tienes que orar el Padre. Tú debes orar a quien te
ha generado, a quien te ha dado la vida. Él es también quien te acompaña en tu
camino: conoce tu vida. Todo: lo que es bueno y lo que no es tan bueno ". Por ello,
continuaba el Papa Francisco, " Si no empezamos la oración con esa palabra, no
pronunciada con los labios, sino con el corazón, no podemos orar en cristiano".
Jesús en la oración del Padre nuestro nos anima a construir el Reino y a abrirnos, con
docilidad, a la voluntad de Dios. La paternidad de Dios, de la que nace la fraternidad
de todos los hombres, nos lleva con el Padrenuestro, a compartir el pan de cada día
en este tiempo de dificultades económicas para tantos hermanos nuestros.
Quizás la parte más difícil del Padrenuestro es cuando nos compromete al perdón: a
perdonar a los demás y a pedir perdón a Dios y a los hermanos. El papa decía: "No
podemos orar con enemigos en el corazón". Porque, ¿cómo podemos dirigirnos a
Dios, sin sentirnos hermanos unos de otros? Por ello, no podemos decir Padre sino
somos capaces de vivir el perdón y por tanto, de reconocernos hermanos.
" Jesús que nos ha prometido el Espíritu , dice el Papa," nos enseña desde el corazón,
cómo debemos decir Padre y cómo debemos decir nuestro ”.
Hermanas y hermanos, el Padrenuestro que hoy rezamos con Jesús nos debe ayudar
a descubrir a Dios como Padre. Un Padre que es fuente de vida, creador de libertad,
eliminador de miedos. El Padrenuestro nos debe alentar también a construir el Reino
en el servicio por amor y para hacer posible una humanización de la economía. El
Padrenuestro nos debe ayudar a dignificar al ser humano y a no reducir el compromiso
de las mujeres en las comunidades cristianas, sino a promover su participación.
Porque como ha dicho el Papa Francisco, "Si la Iglesia pierde a las mujeres, se
expone a la esterilidad" . El Padrenuestro nos debe hacer testigos de un Reino ya
presente en medio de nosotros en el que, como hermanos, debemos saber compartir
el pan de cada día y, al mismo tiempo, alejar la discordia y el odio que nutren envidias
y divisiones. El Padrenuestro, hermanas y hermanos, nos ha de enseñar a perdonar
como Dios nos perdona y a amar como Dios nos ama.
Que el Padrenuestro que rezamos con Jesús nos guarde del mal y de hacerlo, y nos
abra a la solidaridad y a la fraternidad para construir un mundo más humano.