XXI Domingo del Tiempo Ordinario/C
“Señor: ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”
Las Lecturas de este Domingo nos recuerdan nuestro camino al Cielo. El Señor nos
habla en el Evangelio (Lc. 13, 22-30) de la “puerta estrecha” que lleva al Cielo… y
de los que quedarán fuera.
El comentario de Jesús se da a raíz de una pregunta que le hace alguien durante
una de sus enseñanzas, mientras iba camino a Jerusalén. “Señor: ¿es verdad que
son pocos los que se salvan?”. La pregunta, como se ve, trata sobre el número;
sobre ¿cuántos se salvan: si muchos o pocos? Jesús, respondiendo, traslada el cen-
tro de atenci￳n del cuántos al c￳mo se salvan: “Les dijo: Esfuércense en entrar por
la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán”.
¿Cuál es la puerta ancha y cuál la senda espaciosa de que habla Jesús? Es la puerta
de la autonomía moral, la senda del orgullo intelectual. ¡Cuántas personas, incluso
cristianas, viven en la indiferencia, acomodándose a la mentalidad del mundo y
cediendo a los halagos del pecado!
La puerta estrecha es, ante todo, la aceptación humilde, en la fe pura y en la
confianza serena, de la Palabra de Dios, de sus perspectivas sobre nuestras
personas, sobre el mundo y sobre la historia; es la observancia de la ley moral,
como manifestación de la voluntad de Dios, en vista de un bien superior la que
realiza nuestra verdadera felicidad; es la aceptación del sufrimiento como medio de
expiación y de redención, para sí y para los demás, y como expresión suprema de
amor; la puerta estrecha es, en una palabra, la aceptación de la mentalidad
evangélica, que encuentra en el sermón de la montaña su más pura explicación.
Es necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por
esa puerta, que es El mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se salvará”
(Jn 10, 9). Para salvarse, hay que tomar como El nuestra cruz, negarnos a nosotros
mismos en las aspiraciones contrarias al ideal evangélico y seguirle en su camino:
“Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y
sígame” (Lc 9, 23).
Por tanto, si no buscamos la Voluntad de Dios, si no cumplimos con sus
Mandamientos, si lo que hacemos es tratar de satisfacer los deseos propios y la
propia voluntad, podemos estar yéndonos por el camino fácil y ancho que no lleva
al Cielo, sino al Infierno: “ser echado fuera”. Dirá así el Señor a los que han obrado
mal: “Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos
ustedes, los que han hecho el mal”.
«Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del
infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de
su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un
llamamiento apremiante a la conversión: “Entren por la puerta estrecha; porque
ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los
que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva
a la Vida!; y pocos son los que la encuentran” ( Mt 7, 13-14):
“Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Se￱or,
estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es
nuestra vida en la tierra mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre
los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a
las tinieblas exteriores, donde “habrá llanto y rechinar de dientes”ᄏ ( LG 48) (CEC
1036).
Debemos recordar siempre una verdad: “Dios quiere que todos los hombres se
salven” (1 Timoteo 2, 4); pero también es cierto, como dice san Agustín: Dios que
te cre￳ sin ti, no te salvará sin ti…
Y San Pablo nos exhorta: “Así pues, queridos míos, de la misma manera que han
obedecido siempre, (…), trabajen con temor y temblor por su salvaci￳n” (Fil 2, 12).
Salvarnos no es s￳lo cuesti￳n de vida o de muerte… ¡Es mucho más! nuestra
salvación es una cuesti￳n de vida eterna o de muerte eterna… como dice Dante:
¡Oh mortal, que pasas esta puerta, pierde toda esperanza de retorno…!
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)