XXII Domingo del Tiempo Ordinario/C
“El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.
El Evangelio de Lucas (14, 1; 7-14) recuerda la enseñanza de Jesús en casa de uno
de los fariseos que lo había invitado a comer, ante la gente que estaba
observándole: al ver que los invitados elegían los primeros puestos, Jesús enseña
las normas de la humildad, no sólo en la mesa, sino en toda la vida cristiana,
advirtiendo: “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.
Hoy nos centraremos en el tema de la Humildad. La humildad es esa virtud que nos
lleva a reconocer lo que realmente somos. Por eso Santa Teresa de Jesús decía
que la humildad es andar en la verdad. Es decir: la Humildad es vernos tal cual
somos. Es saber y reconocer lo que valemos ante Dios.
Si me preguntas que es lo más esencial en la religión cristiana diré que es la
humildad. San Agustín dice que si hay que escoger una palabra para designar la
vida espiritual sería el amor; si dos, sería el amor y la humildad. Son dos conceptos
que caracterizan nuestra vida en Cristo. Por esto, nuestro meta, según san Pablo es
tener en nosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, ‘el cual siendo de
condición divina (….) se humilló a sí mismo hasta la muerte y muerte de Cruz’ (Fil.
2, 5-11)
Somos cristianos, y para no serlo sólo de fachada, hemos de centrar nuestra vida
cotidiana en el modelo supremo de humildad: El Verbo eterno del Padre, quien se
hace criatura, sin dejar de ser Dios,… no toma como presa el querer ser igual a
Dios… Una vez en su condición de hombre, llega a ser el hombre más humillado.
Pero Dios lo exaltó…el itinerario de humillación que recorre Jesús es la fuente de su
exaltación. Este es el camino de la exaltación del mismo Dios: humillación-
exaltación: “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.
El teólogo Romano Guardini dice que Dios no sólo llena el corazón del hombre, sino
que Él mismo se hace presente personalmente entre los hombres. Dios nos
manifiesta su amor a través de la humildad, se hace uno de nosotros. Jesús se ha
unido al hombre para siempre. La humildad sigue para siempre, está de forma
infinita en la Eucaristía.
Dios, el eterno, poderoso…, ha querido abajarse hasta su criatura: el Todo baja a la
nada. Dios ha querido este proyecto por amor al hombre. El AT dice que la alegría
de Dios es estar con los hombres. Dios goza haciéndose hombre. Dios se goza en la
humildad: derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes…Ha mirado la
humillación de su esclava. María vive en un pueblo escondido, en la pobreza y
oculto de todos.
Dios es el que ama desde la humildad. Qué inmensa transmutación de los valores:
Dios derriba todo lo que el hombre construye desde su arrogancia, su rebeldía y
soberbia, y nos exhorta: aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón. Por
esto santo Tomás dirá que la ley nueva consiste en la mansedumbre y la humildad,
que hacen al hombre capaz de Dios.
En la humildad María es Modelo y Madre: en María la Escritura destaca su
humildad: ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava…por eso me llamarán
buenaventura…; Dios es alabado y honrado en la humildad de María. La clave de la
vida de María es ser humilde: a la humilde…la hace excelsa, porque ha puesto los
ojos en la humildad de su esclava. Porque es humilde la hace máximamente capaz
de Dios. María es esclava de Dios…, hágase en mí según tu Palabra. Cuando María
dice hágase, Dios actúa. La humildad de María es causa de la encarnación.
ELEMENTOS ESENCIALES DE LA HUMILDAD
1ª.) La humildad hace al hombre capaz de Dios: La humildad es la disposición para
recibir la gracia. Es fundamento de todas las virtudes. En la teología clásica hay dos
virtudes que son fundamento: Santa Catalina de Siena oraba así: Oh bondad sobre
toda bondad…nos diste a tu Hijo que somos hedor y tinieblas…Nos amaste y te
encarnaste para redimir al hombre.
2ª.) La humildad lleva al conocimiento propio, es decir, a andar en la verdad. Santa
Teresa se pregunta: ¿Por qué es Jesús tan amigo de la humildad?, porque Dios es
suma verdad, y la humildad es andar en la verdad. La humildad es andar en la
verdad, porque Dios es la verdad. Que Dios es la Verdad significa que yo debo
descubrir la verdad sobre mí y vivir de acuerdo a la verdad. La verdad sobre uno
mismo significa no tener cosa buena de nosotros, sino “miseria y ser nada”.
Significa reconocer que se es nada delante de Dios: soy la nada frente al todo.
3ª.) La humildad a juzgar con rectitud. La soberbia traspasa la regla de la recta
razón, creyéndose más de lo que se es. La humildad no es exageración, es la recta
razón porque es la verdad, adecuación entre el ser y la realidad, entre lo que se
piensa y el objeto. El conocimiento propio lleva al conocimiento del propio pecado,
de todo el mal que hay en el corazón. Santa Teresa de los Andes dice: soy una
nada criminal, que se vuelve contra su Dios, con el pecado.
4ª.) La humildad me lleva al conocimiento de lo que Dios hace en mí. Santa
Teresita dice: Me parece que si una florcilla pudiera hablar, diría lo que Dios ha
hecho por ella, y nunca negaría los dones de Dios, negarlo no sería humildad.
5ª.) La Humildad lleva a la audacia. La combinación de la humildad y la audacia son
la clave de la santidad. El reconocimiento de la miseria lleva a los santos a ser
sumamente audaces, a hacer mucho.
6ª.) La humildad lleva a la contrición y a beneficiarnos de la misericordia de Dios.
Hemos hablado de la nada, de la propia miseria y la conciencia de los pecados, que
hacen que seamos menos que nada ante Dios. La conciencia de pecado crece ante
el amor a Dios, que hace valorar las miserias ante su amor. La humildad les lleva a
los santos a reconocer su miseria con mayor claridad. Mientras más santos,
conocen y aman más a Dios; se dan cuenta de lo que significa ser bueno viendo a
Dios, y en contraste, es cuando resaltan más los pecados.
Por último, volvamos una vez más nuestra mirada a María, modelo de humildad y
de valentía. Ayúdanos, Virgen de Nazaret, a ser dóciles a la obra del Espíritu Santo,
como lo fuiste tú. Ayúdanos a ser cada vez más santos, discípulos enamorados de
tu Hijo Jesús. Amén.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)