CICLO C
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO XXVI
Conquista la vida eterna a la que has sido llamado. Es el mensaje
fundamental de hoy. Lo que sembremos ahora será lo que recojamos
después de la muerte. En la parábola del rico epulón no se condena a uno
por ser rico y se salva al otro por ser pobre. El epulón es condenado por
haber vivido en el materialismo y en un total egoísmo; por no haber tenido
caridad, ni misericordia. Se le niega la misericordia, “porque en su vida no
quiso ser misericordioso -comenta san Agustín-, no se le escucha cuando
suplica entre tormentos, porque en la tierra no escuchó él al pobre que le
suplicaba”.
El rico -no tiene nombre- personifica el uso injusto y egoísta de las
riquezas: piensa sólo en su propia satisfacción, sin tener en cuenta al
mendigo que pide a su puerta. El pobre representa a la persona de la que
solamente Dios se cuida: tiene un nombre, “Lázaro”, abreviatura de
Eleázaro (Eleazar), que significa "Dios le ayuda". A Lázaro, el olvidado de
todos, Dios no lo olvida; quien no vale nada para los hombres, es valioso y
querido por el Señor.
Jesús enseña claramente que la suerte del hombre queda fijada
definitivamente en el momento de su muerte: La situación de los perdidos
es inalterable, inapelable y definitiva, “por lo cual es necesario arrepentirse
durante la vida; hacerlo después de la muerte no sirve para nada”
(Benedicto XVI). La parábola nos recuerda también que, mientras
caminamos por este mundo, debemos escuchar al Señor, que nos habla,
viviendo según su voluntad; de lo contrario, después de la muerte, será
demasiado tarde para enmendarse.
Nuestro destino eterno depende de nuestra actitud. Hemos de seguir el
camino que Dios nos ofrece para llegar a la vida eterna: Amor a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Como Jesús, hemos
de pasar por esta vida haciendo el bien. La vida eterna no se consigue con
dinero. Es una gracia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y
nos pide que correspondamos a este amor suyo. En esta vida, ahora, nos
jugamos la vida eterna, que es don de Dios pero también conquista
nuestra.
Combate el buen combate de la fe (segunda lectura). Un fe viva,
consecuente, que da frutos de buenas obras en todos los ámbitos y
momentos de nuestra vida. La segunda lectura enumera algunos de estos
frutos. Practica la justicia , dando a cada cual lo suyo, lo que le pertenece.
La religión : con Dios hemos de mantener una relación vital, personal,
coherente, de corazón a corazón. La paciencia : no cansarse de hacer el
bien. La delicadeza , que es atención y ternura para con todos. “No debemos
tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura que no es la
virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de
ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al
otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura (Papa
Francisco). Y sobre todo, practica el amor : mucho más que un sentimiento,
el amor es comprensivo, no se irrita, es misericordioso, no lleva cuentas del
mal, todo lo perdona. Como escribía el poeta místico español San Juan de la
Cruz, “en el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor”.
La muerte es el paso de vida a vida: de esta vida a la vida sin fin. Bien para
entrar en la vida de Dios, eterna y gloriosa, si morimos en comunión con Él,
en sus manos, con Cristo y como Cristo. Será el seno de Abrahán . O para
pasar a los tormentos : para el que muere rechazando voluntariamente a
Dios. Su decisión ya no tiene vuelta de hoja. Es para siempre. El infierno
( en medio de los tormentos ) no es ni un lugar ni un castigo eterno de Dios.
Es el sufrimiento por la separación de Dios libremente decidida. Esta
decisión es para siempre.
Si quieres conquistar la vida eterna, Guarda el Mandamiento del amor a
Dios y al hermano hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, Juez justo y
salvador, que quiere hacernos a todos partícipes de su vida inmortal.
MARIANO ESTEBAN CARO