EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario
Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18.
No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han
muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza.
Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios
llevará con Jesús a los que murieron con él.
Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que
quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto.
Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el
mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron
en Cristo.
Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con
ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el
Señor para siempre.
Consuélense mutuamente con estos pensamientos.
Salmo 96(95),1.3.4-5.11-12.13.
¡Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra!
Cuenten su gloria a las naciones
y a todos los pueblos sus maravillas.
Porque el Señor es grande
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues son nada esos dioses de los pueblos,
mas el Señor es quien hizo los cielos.
¡Gozo en los cielos, júbilo en la tierra,
bramido del mar y del mundo marino!
Muestren su júbilo el campo y todos sus frutos,
lancen vivas los árboles del bosque
delante del Señor, porque ya viene,
porque ya viene a juzgar a la tierra.
Al mundo con justicia juzgará,
y a los pueblos, según su verdad.
Evangelio según San Lucas 4,16-30.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en
la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde
estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me
envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y
la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían
los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las
palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti
mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en
Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando
durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el
país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en
el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero
ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la
colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Comentario del Evangelio por :
Faustino de Roma (c.350), presbítero
La Trinidad, 39-40; CL 69, 340-341
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la
unción"
Nuestro Salvador fue verdaderamente ungido, en su condición humana, ya
que fue verdadero rey y verdadero sacerdote, las dos cosas a la vez, tal y
como convenía a su excelsa condición. El salmo nos atestigua su condición
de rey, cuando dice: “Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte
santo.” (Sal 2,6)Y el mismo Padre atestigua su condición de sacerdote,
cuando dice: “Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.” (Sal
109,4)...El Salvador es, por lo tanto, rey y sacerdote según su humanidad,
pero su unción no es material, sino espiritual. Entre los israelitas, los reyes
y sacerdotes lo eran por una unción material de aceite; no que fuesen
ambas cosas a la vez, sino que unos eran reyes y otros eran sacerdotes;
sólo a Cristo pertenece la perfección y la plenitud en todo, él, que vino a
dar plenitud a la ley.
Los israelitas, aunque no eran las dos cosas a la vez, eran, sin embargo,
llamados cristos (ungidos), por la unción material del aceite que los
constituía reyes o sacerdotes. Pero el Salvador, que es el verdadero Cristo,
fue ungido por el Espíritu Santo, para que se cumpliera lo que de él estaba
escrito: Por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre
todos tus compañeros. (Sal 44,8) Su unción supera a la de sus
compañeros, ungidos como él, porque es una unción de júbilo, lo cual
significa el Espíritu Santo.
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