CICLO C
TIEMPO ORDINARIO
IV DOMINGO
Dios es amor, que “sólo sabe ser amor y sólo sabe ser Padre” (San Hilario). El amor
es su ser y “por decir así, el "estilo" de Dios” (Benedicto XVI). Un Amor el de Dios
paterno-maternal. “Tanto amó Dios al mundo que envió a su propio Hijo, para que
todo el que cree en Él tenga vida eterna”. Cristo es la gran prueba del amor de
Dios: Él es el Amor encarnado. Cristo es el profeta del amor. Signo visible de Dios
-Él mismo es Dios- que es amor.
Jesús ha venido, sobre todo, para enseñarnos el amor. Para conocer el amor
verdadero necesitamos mirar a Jesús, observar su vida y escuchar sus palabras. Al
final, el único que permanecerá para siempre es el amor, porque Dios es amor y
nosotros seremos semejantes a él. El amor no pasa nunca, no tiene fin. Constituye
el fundamento y el contenido de la vida eterna.
Por el bautismo somos miembros de Cristo, el profeta del amor. La caridad es el
distintivo del cristiano. Es la síntesis de toda nuestra vida: de lo que creemos y de
lo que hacemos. También nosotros somos en Cristo profetas del amor. Así daremos
el mejor testimonio del Dios en el que creemos. Sólo el amor es digno de fe y
resulta creíble. Mediante el lenguaje del amor y de la fraternidad, el Evangelio ya
no será sólo palabra escrita o proclamada, sino realidad vivida. Así el amor es una
forma decisiva de evangelización.
El amor es una actitud que exige nuestro compromiso y nuestro trabajo por el bien
del hermano. La caridad no es sólo un sentimiento. Ni mero voluntariado o una
forma de proselitismo, porque el amor es gratuito. El amor al prójimo no se puede
delegar en otras personas o instituciones. Requiere siempre el compromiso
personal. Aunque se respeten las exigencias de la justicia, el amor siempre será
necesario, porque el ser humano busca una atención entrañable, que salga del
corazón.
MARIANO ESTEBAN CARO