Comentario al evangelio del Lunes 02 de Septiembre del 2013
Noticias buenas porque son de parte de Dios
¿Y por qué el gozo del Evangelio choca con la muralla de la indiferencia? Si los que han gustado del
encuentro con Jesús han quedado cautivados, ¿por qué tantos se privan de esta experiencia feliz?
Nos invitamos a penetrar en la Sinagoga del pueblo de Jesús. Es sábado y, como buen judío, Jesús
quiere participar con sus paisanos en la lectura de la Palabra. Se pone en pie, y los ojos de todos
quedan prendidos de él. La admiración por Jesús llena la sala. Aparece Jesús como profeta; más grande
que el profeta que iba a proclamar, Isaías. Le toca un mensaje fascinante: mira a los cautivos, a los
ciegos, a los pobres y a los oprimidos y les ofrece libertad, año de gracia, Buena Noticia. Mensaje
enteramente de gracia. La bomba estalla cuando Jesús añade de su cosecha: “Hoy se cumple esta
Escritura”. Y las reacciones de la gente no se hacen esperar. Quienes quedan embobados por tanta
gracia, tanta belleza, tanta cercanía a las aspiraciones del corazón del hombre; y quienes “se ponen
furiosos y empujan a Jesús para despeñarlo”.
Acaso esperaban un mensaje más pegado a sus intereses pequeños y nacionalistas, menos entregado al
servicio y consuelo de todos; acaso, otros, tenían el corazón herido por la envidia, los intereses
religiosos o los prejuicios cultuales.
Nosotros, hoy, también fijamos los ojos en él, en el Maestro de Nazaret. En él, por él y con el mismo
realismo que él, nos sentimos ungidos por el Espíritu del Señor; nos sentimos agraciados, tocados,
enviados para comunicar a los hombres y mujeres de hoy buenas noticias, de parte de Dios. Él nos
quiere, somos su encanto, está cerca de los que sufren, no se olvida nunca de nosotros. ¿No este el
estilo de mirar y anunciar a Dios del Papa Francisco? Pudiera ser que, como el Maestro, sintamos el
aguijón de una pésima respuesta, de un rechazo de lo que nosotros juzgamos tan valioso. Tal vez la
amargura del fracaso nos doblegue, a veces. En ocasiones, se reirán de nosotros cuando hablamos así
de Dios y su mensaje de gracia, y nos llamarán ingenuos, buenistas (qué palabreja han inventado) o
reduccionistas del misterio de Dios. ¡Qué importa! Si nos sentimos, de verdad, ungidos, amados,
urgidos por la caridad, los hombres verán la gloria de Dios, el Evangelio humanizará el mundo y
nosotros seguiremos escuchando la voz de Jesús: “El Padre os ama, id por el mundo, yo estaré siempre
con vosotros”.
Conrado Bueno, cmf