Comentario al evangelio del Martes 03 de Septiembre del 2013
Coherentes para ser creíbles
Estamos en Cafarnaún. Aquí, sí, Jesús es acogido y recibido con gusto. Y todo cambia; sana, enseña y
moviliza graciosamente a la gente del pueblo. Y todos expresan su admiración y agradecimiento con
una palabra: autoridad. ·”Hablaba con autoridad”, “Da órdenes con autoridad”, “¿Qué tiene su
palabra?”.
Todo ha acontecido en torno a un hecho: Jesús sorprende en la sinagoga a un pobre hombre dominado
por un espíritu inmundo. Y queda sano, al conjuro de la palabra de Jesús “Cierra la boca y sal”. La
respuesta de la gente es magnífica. A la lógica admiración de todos, se asocia la voz del demonio: “Sé
quién eres: el Santo de Dios”. La cosa es clara: el Maestro de Nazaret se carga de autoridad porque
piensa y desea el bien, proclama un Reino de bondad y sus obras son amor, paz, servicio y entrega de
su vida. Él es el “varón de dolores”, el que ha venido, como pastor bueno, a dar vida en abundancia, el
que ha venido a servir y no ser servido.
En el ranking de las instituciones que merecen confianza y credibilidad, según las encuestas, la Iglesia
queda “en la parte baja de la tabla”. Sí, hay mucho prejuicio acumulado y mucha resaca histórica, pero
a los cristianos nos ha de escocer y poner en guardia. Todos los hijos de esta Iglesia hemos de sentirnos
acuciados a “sacarle los colores”, a quitarle las arrugas al rostro de la Iglesia. Que sus palabras y
gestos resulten creíbles, sorprendentes, valiosos, amables, para los hombres de nuestro tiempo. Que los
cristianos seamos coherentes y auténticos no significa que seamos santos sino que nos ponemos en
camino, que queremos ser salvados en nuestra menesterosidad. Que no se diga nunca de nosotros:
“Haced lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen”. Que todos huelan que anunciamos a
Dios, y no, a nosotros mismos, a nuestras instituciones y estructuras. La experiencia confirma que, en
la medida en que la Iglesia se desnuda del brillo mundano, se va vistiendo de credibilidad, de
aceptación, de visibilidad de Evangelio.
Conrado Bueno, cmf