Comentario al evangelio del Jueves 12 de Septiembre del 2013
La señal del cristiano es bendecir siempre
Leer este Evangelio pudiera constituir un inconsciente mecanismo de defensa. Puede ser que nuestro
vivir esté muy lejos de tanta finura y exigencia; pero parece que, con solo proclamarlo, nos toca su
grandeza humana y cristiana; nuestra mediocridad queda un tanto velada por el hecho mismo de
proponerlo a los demás. “Defendemos con ahínco lo que no llevamos a las obras”.
Es un texto subversivo: cambia de raíz los esquemas del corazón humano. La secuencia es tumbativa:
se nos exhorta con rotundidad: amad, bendecid, orad. En seguida, es presentado el objeto de la
bendición: nuestros enemigos, los que nos odian y los que nos maldicen. Finalmente, ofrece las
promesas de Dios: seremos, así, hijos del Altísimo. La motivación queda apuntada; lo contrario
también lo hacen los pecadores y, sobre todo, es lo que hace nuestro Dios, que “es bueno con los
malvados y desagradecidos”.
Estas palabras son muy exigentes. El perdón es la guinda del amor. La medida sobrepasa el humano
sentido: “Como yo os he amado”. Este amor posee unas calidades altísimas: no tiene fronteras o
limitaciones, no pone condiciones, no espera nada a cambio; aquí no se puede colar el egoísmo, la
vanidad, la Ley de Talión (ojo por ojo) que, con frecuencia, está agazapada en nosotros. Esta doctrina
pretende cambiar el mundo a golpe de amor. Responder al enemigo con odios y violencia multiplica el
mal y crea la “espiral” de violencia. Solo la gratuidad, como Dios, más allá de la justicia humana,
logrará la reconciliación de los hombres. Existe un punto claro que o lo ocultamos o lo negamos
abiertamente; no es necesario que se nos pida perdón para que nosotros tengamos que otorgarlo: “Dios
hace salir el sol sobre buenos y malos”.
Hoy, celebramos la fiesta del nombre de María, nombre santo y maternal. Como canta la liturgia, el
Padre ha querido “que también el nombre de María estuviera con frecuencia en los labios de los fieles;
estos la contemplan confiados, como estrella luminosa, la invocan como madre en los peligros y en las
necesidades acuden seguros a ella”.
Conrado Bueno, cmf