Comentario al evangelio del Viernes 13 de Septiembre del 2013
Amar en vez de juzgar
Antes de comentar el Evangelio de hoy, escuchamos a Jesús que nos dice: “Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Miremos a la Virgen María y digámosle: “Vuelve a
nosotros esos tus ojos misericordiosos”. En fin, pidamos al Padre del cielo que nuestros ojos sean tan
claros y piadosos como los del madrigal de Gutierre de Cetina: “Ojos claros, serenos, si de un dulce
mirar sois alabados, si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquel que os mira…”.
Tres sentencias del Maestro apunta hoy el Evangelio. Un ciego no puede guiar a otro ciego, un
discípulo no puede ser más que su maestro, no puede uno fijarse en la mota del ojo ajeno si no repara
en la viga del suyo propio. Dicen los comentaristas estudiosos que Jesús reprueba aquí el dominio
sobre los otros, el poderío que se sobrepone al hermano y el juicio condenatorio hacia los demás.
Juzgamos con mucha facilidad a los demás, pero no nos colocamos en la piel del otro; tenemos y
damos muchas ideas, pero no nos comprometemos, no bajamos a la arena de los hechos; sentenciamos
sobre mil problemas, pero no ofrecemos soluciones o no nos mojamos para resolverlos. Incluso, con
frecuencia, nos hacemos las víctimas, y gritamos que las causas de todos los males están siempre en los
demás. A los que así se comportan Jesús los llama hipócritas. Hasta, por soberbia, proyectamos sobre
los otros nuestros propios defectos; qué bien lo dice San Agustín: “Procurad adquirir las virtudes que
creéis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos…porque no los tendréis vosotros”.
Purifiquemos los ojos de nuestro rostro y de nuestro corazón. Solo nos queda una cosa: vamos a mirar
con los ojos de Dios. Así miraremos con ojos limpios. Nada de imponer, nada de dominar, nada de
condenar a nadie. Amar, solo amar.
Conrado Bueno, cmf