XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C .
LA OCASIÓN LA PINTAN CALVA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Es una expresión típicamente castellana. O tal vez lo era, porque con esto de los
wasap, frases de estas con seguridad se pierden. Es muy probable que la
desconozcáis vosotros, mis queridos jóvenes lectores, pero no podéis negarme que
tiene gracia. Lo que sí estaréis de acuerdo es de que en la vida, en la única vida
que se nos ha concedido, perdemos mucho tiempo y no aprovechamos todas las
ocasiones que se nos presentan para hacer el bien, pasándola atolondrados o sin
querer pensar en el futuro. Ahora se me ocurre que la expresión que seguramente
sí que os suene, es aquella que decimos reflexionando sobre una oportunidad
perdida: aquel día perdí el tren.
La Carta a Filemón es uno de aquellos textos bíblicos que cuesta entender que se le
llame libro. No llega a ocupar ni siquiera una página. En la misa de este domingo
leemos un fragmento, pero, para que mejor entendáis el contenido, me referiré a
todo el contexto. San Pablo la escribe encarcelado. Yo no sé cómo sería la prisión
en la que se encontraba, lo que os puedo decir es que las que he visto de aquel
tiempo, en Tierra Santa o en Roma, son simples cavernas naturales, cerradas por
una puerta de rejas metálicas. Nada que se les asemeje a los presidios de hoy.
Imaginad la falta de iluminación, los malos olores, las dificultades de convivencia.
Desconozco los efectos que tales lugares producen en prisioneros comunes,
encarcelados por delitos criminales, cuando he tratado con alguno, no me han
hecho referencia a ello. Con quienes sí que he tenido contacto y lo hemos hablado,
ha sido con universitarios condenados por actuaciones políticas o terrorismo menor,
de pintadas murales o propaganda clandestina. La situación en una cárcel les
deprime, sienten horrible claustrofobia, etc. Algo así debía ser la situación de Pablo.
Él que era un intelectual políglota, versado en las escrituras y literatura griega, vive
ahora sin gozar de libertad y convive con comunes, como este Onésimo, vulgar
esclavo y ladrón. Cualquiera prescindiría de la compañía de un tal individuo y
evitaría confidencias comprometedoras. El Apóstol, no. Para colmo de desdichas, el
hurto que le había llevado a la mazmorra al tal sujeto, se lo había causado a un
amigo. Imaginaos el encuadre. Vive en penumbra o en oscuridad, está
injustamente cautivo, olores que apestaban, etc. etc. En una tal situación habla con
ellos de la Fe y el ladrón le escucha y se convierte y, por lo que se deduce del
contexto, allí mismo se bautiza.
Ya sabéis, mis queridos jóvenes lectores que generalmente es más fácil quedar
libre por un delito común que por causas de carácter político o social. El que
gobierna teme más al agitador que al simple ratero. Nuestro esclavo Onésimo, sale
libre y Pablo no se desentiende de él. Debe volver a su condición de esclavo, así lo
establecía la ley. Sería inútil sublevarse contra esta injusta realidad social que
tardará siglos en corregirse, si es que ha llegado a dejar de existir aun hoy en día.
Lo que sí puede hacer a favor del hermano bautizado, es recomendárselo al que
volverá a ser su amo. Le recuerda amablemente como, de acuerdo con su Fe, debe
tratarlo. Añade para más inri, que si alguna cosa Onésimo le debe, que lo ponga a
su cuenta, a la del mismo Pablo.
Con humilde sinceridad le recuerda que la labor apostólica que ha hecho a favor de
suyo, al ciudadano libre y rico Filemón, tiene valor, pese a no estar tarifada. Le
recuerda que se lo podría quedar, tan estrecha ha sido la relación personal, pero no
es egoísta y se lo recomienda, encomendándole que lo reciba como si se tratara de
sí mismo. En medio de sus penas, no pierde la esperanza de salir un día libre y
poderle visitar. Le da recuerdos de parte de compañeros de cárcel y hermanos en la
Fe.
¿Os habéis dado cuenta, mis queridos jóvenes lectores, de los valores humanos y
cristianos que esta carta confidencial entraña? ¿Podríais vosotros escribir una nota
breve, repleta de referencias a la amistad, a compromiso de la Fe y a haber
aprovechado el tiempo de la cárcel, como tantos tiempos inútiles os tocará aceptar,
para enriquecer al compañero? El Papa Francisco dijo al llegar a Brasil: os traigo lo
mejor que existe: Jesucristo ¿podríais vosotros decir una cosa semejante? ¿Os
sentís agradecidos, deudores, de los que os han trasmitido la Fe?
6.- No dejéis de leer el documento entero, es una delicia, os vuelvo a repetir que
ocupa menos de una página. ¡Ah! Y daos cuenta de que el autor del texto es Pablo,
hagiógrafo se llama al tal encargado de cumplir esta misión. El inspirador, autor
fundamental, es Dios. Quiso Él que supiéramos los nombres concretos de
compañeros de presidio, del hijo espiritual, engendrado en incómoda situación y del
destinatario amigo. Le gusta al Señor la amistad humana, concreta, determinada,
comprometida por tanto. Su mismo Hijo lo fue de algunos de su tiempo y quiere
serlo nuestro. No se trata de compañeros, colegas o simples camaradas.