Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 23, Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Dios me ha nombrado ministro de la Iglesia para
anunciaros a vosotros el misterio escondido desde siglos * De Dios viene mi
salvación y mi gloria. * Estaban al acecho para ver si curaba en sábado
Textos para este día:
Colosenses 1,24-2,3:
Hermanos: Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores
de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha
nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje
completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y
que ahora ha revelado a sus santos. A estos Dios ha querido dar a conocer la gloria
y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para
vosotros la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con
todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida
en Cristo: ésta es mi tarea, en la que lucho denodadamente con la fuerza poderosa
que él me da. Quiero que tengáis noticia del empeñado combate que sostengo por
vosotros y los de Laodicea, y por todos los que no me conocen personalmente.
Busco que tengan ánimos y estén compactos en el amor mutuo, para conseguir la
plena convicción que da el comprender, y que capten el misterio de Dios. Este
misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y del
conocer.
Salmo 61:
Descansa sólo en Dios, alma mía, / porque él es mi esperanza; / sólo él es mi roca
y mi salvación, / mi alcázar: no vacilaré. R.
Pueblo suyo, confiad en él, / desahogad ante él vuestro corazón, / que Dios es
nuestro refugio. R.
Lucas 6,6-11: Dios me ha nombrado ministro de la Iglesia para anunciaros a
vosotros el misterio escondido desde siglos * De Dios viene mi salvación y mi
gloria. * Estaban al acecho para ver si curaba en sábado
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía
parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver
si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que
pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio." Él
se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: "Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué
está permitido en sábado: hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?" Y,
echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende el brazo." Él lo
hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había
que hacer con Jesús.
Homilía
Temas de las lecturas: Dios me ha nombrado ministro de la Iglesia para
anunciaros a vosotros el misterio escondido desde siglos * De Dios viene mi
salvación y mi gloria. * Estaban al acecho para ver si curaba en sábado
1. Reflexiones del P. Luis De Moya, Testigo del valor del Sufrimiento
1.1 El dolor y el sufrimiento es repetidamente valorado de modo particular en el
Nuevo Testamento como manifestación de amor: Ahora me alegro de mis
padecimientos por vosotros, dice san Pablo a los Colosenses. El propio Cristo
reprende severamente a Pedro, cuando quiere hacerle abandonar los pensamientos
sobre el sufrimiento y sobre la muerte de cruz. Jesús deseaba su sufrimiento,
aunque le costaba, hasta entrar en agonía por la Pasión ya inminente.
1.2 La perspectiva de sufrimiento: de fatiga agobiante, de trabajo que parece
excesivo, de dolor crónico, de incapacidad definitiva, de marginación, de abandono,
de incomprensión, de humillación continua, de permanente frutración… podría
cegarnos e inducirnos a menospreciar esos momentos y situaciones que vienen a
ser como la angustia en Getsemaní, cuando ruega Jesús al Padre que le libre de
aquel Cáliz: las palabras de la oración de Cristo en Getsemaní prueban la verdad
del amor mediante la verdad del sufrimiento. Las palabras de Cristo confirman con
toda sencillez esta verdad humana del sufrimiento hasta lo más profundo: el
sufrimiento es padecer el mal, ante el que el hombre se estremece.
1.3 San Pablo enseña con su actitud y con su ejemplo que el cristiano puede y debe
imitar la disposición del Señor ante el dolor: Ahora me alegro de mis padecimientos
por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su
cuerpo, que es la Iglesia. Cristo ya había exigido a los suyos el sacrificio para
alcanzar el Reino de los Cielos: Si alguno quiere venir en pos de mi… tome cada día
su cruz. La fidelidad a Cristo exige este sacrificio. Entrad por la puerta angosta,
porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son
muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que
conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran! (Hasta aquí el P. Luis de
Moya)
2. ¿Cómo hacía sus milagros Jesús?
2.1 Tuvo gran popularidad una obra que se intitula "Un Curso de Milagros." Desde
el solo título la idea es que cada persona, hombre o mujer, puede potenciar sus
facultades magnéticas y su fuerza mental para lograr cambios maravillosos en lo
físico, emocional, afectivo, laboral o espiritual. Según esa propuesta, los milagros
son fruto de una mente disciplinada que sigue unos pasos: se relaja, se concentra y
produce una "orden" que resulta eficaz.
2.2 Es interesante ver que los milagros de Jesucristo NO suceden así. No vemos a
Jesús apartándose para relajarse, poner la mente en blanco y allegar un supuesto
"magnetismo." Muy al contrario, en más de una oportunidad vemos que sucede lo
que se nos presenta en la primera lectura de hoy: Jesús hace sus obras prodigiosas
en un contexto tenso, ruidoso, polémico en el que no hay tiempo para dejar salir el
"magnetismo" de su "chacras" o "reservorios energéticos" o como se les llame.
2.3 esto demuestra que los milagros del Señor son algo muy distinto. No son
expresiones de fuerza mental sino de la fuerza del amor. No son tanto
manifestaciones de poder cuanto señales de la llegada del Reino de Dios: anuncian
que Dios reina. Más que expresiones de la voluntad de un hombre enfermo o de un
hombre que quiere curar a otro, son verdaderas "palabras" que declaran la llegada
del señorío de Dios y el retroceso del pecado, del demonio y de la muerte. Lo
demás son especulaciones que sirven para vender libros pero no para recibir el
Evangelio de salvación.