Ciclo C: XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
La invitación y exigencia que el Señor nos hace en el Evangelio de Dios, renunciar
incluso a la propia familia para seguirle, puede resultarnos extraña y hasta
contradictoria. El Señor se formó durante su niñez, juventud y parte de su vida
adulta en el seno de la familia de Nazareth, formada por María, José y Él mismo.
Amaba intensamente a los suyos y, como atestiguan los evangelios en algunos
momentos, su Madre lo acompañó en la instauración del Reino de Dios y en las
experiencias más duras y difíciles que vivió predicando el Evangelio. El Señor
cuando insiste en dejar la familia por el Reino prioriza el amor universal y la libertad
plena por una causa sublime: anunciar con pasión y sin resistencias el Reino de
Dios y subordinar sus intereses afectivos, su seguridad y sus resistencias del hogar
y del lugar concreto a seguir al cumplimiento de la voluntad del Padre. Desde esa
perspectiva la familia entiende, aprueba y apoya la decisión porque descubre que
otros valores y proyectos más sublimes están por encima del amor del hogar.
Para dar este paso se exige una preparación intensa, un autoconvencimiento de la
importancia del proyecto al que se quiere llegar, una sincera reflexión para medir
nuestras fuerzas y resistencias y una oración perseverante para que sea el Señor el
que ilumine nuestro caminar.
Las expresiones que utiliza el Señor en este evangelio para seguirle –el
desprendimiento familiar y de los bienes materiales- no debemos entenderlas como
invitación al desprecio y rechazo de las realidades humanas sino como una
afirmación de que Dios está por encima de ellas y que esas realidades tan queridas
por nosotros no impidan nuestro seguimiento al Señor que nos ama y nos llama a
un proyecto de vida desde la radicalidad del evangelio.
“Llevar la cruz” en nuestra caminar supone en muchos momentos nadar
contracorriente, mantener el gozo y la presencia del Señor en un mundo
secularizante y relativista donde no se valora suficientemente el sentido de entrega,
de perseverancia por una causa noble y el amor al Señor expresado en nuestro
mundo como objetivo esencial en nuestro proyecto de vida.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)