XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
El tema de hoy se refiere a un vicio muy común en todos los tiempos :
creerse los mejores, los más santos, piadosos, instruidos, etc. despreciando a los
demás.
La parábola del Señor nos muestra a dos personas en un acto que, a los
ojos del Padre celestial, muestra sin dudas lo que hay en el fondo del corazón:
están rezando .
Y cada uno reza como es... (también nosotros...)
Se nos dicen concretamente dos cosas:
quiénes son
y
qué dicen…
"Uno de ellos era un fariseo "...
"...y el otro un cobrador de
impuestos "
dos polos opuestos
· miembro de una facción religioso-
política empeñada en conservar las * funcionario del poder romano opresor, y
por ende traidor a la patria, pecador
tradiciones judías público, "persona no grata".
· Cuidadosos de conocer la Biblia y * Se enriquecían cobrando impuestos
practicarla hasta en los mínimos detalles para los enemigos, exigiendo cuanto
· Opuestos a toda novedad, a todo lo
querían (usureros). Su riqueza estaba
que no estuviese en sus tradiciones
totalmente corrompida.
· Muchas veces eran piadosos,
* No se podía tratarlos, ni rezar con
ellos,
pero no menos veces eran vanidosos,
ni se les permitía participar del culto.
Por
presumidos y arrogantes.
eso era escandaloso ver que Jesús SE
SENTABA A COMER CON ELLOS!!!!
Estos dos tan distintos como el carnaval y la cuaresma, se ponen a
rezar...
La oración del fariseo es de “ acción de gracias ”... Pero no mirando la
bondad de Dios, y los talentos que Él ha dado, sino señalando los defectos
ajenos, juzgando y condenando con aire de oronda superioridad,
recalcando que él es diferente, especial, incomparable... Se cree tan bueno,
que siente incluso que "se pasa de bueno" , pues ayuna más de lo mandado, y paga
incluso los impuestos que no son obligatorios.
Es un hombre profundamente autosatisfecho, autosuficiente, se
siente una persona ejemplar, y da gracias por eso...
+ La oración del "publicano" (o cobrador de impuestos) es muy distinta.
Incluso su actitud para rezar:
· "a lo lejos" como insinuando su sensación de indignidad, de humildad, de
culpa.
· "no se animaba a levantar los ojos al cielo"... Avergonzado, consciente
de su pecado, y de su necesidad de salvación
· "se golpeaba el pecho diciendo: '¡Dios, se misericordioso conmigo,
que soy pecador!" Es decir, ve claramente su vida, y comprende que no es
digno de presentarse al Señor. En su breve oración reconoce dos cosas: que lo
único bueno viene del Señor (la Misericordia), y que lo que él presenta es sólo lo
malo: su pecado.
Contra todo lo que esperaban sus oyentes ( “Dios escucha y premia a los
buenos; y no atiende a los malos” ), Jesús dice que el pecador bajó a su casa
santificado, y el “bueno” , no.
Porque ese “bueno” se autosatisface mostrando las cosas buenas que hace
(como esperando que Dios le diga “Te felicito” ). Se “planta” frente a Dios para
mostrarle lo “bueno” que es. Y encima lo hace despreciando a los que no son como
él. En su oración, parece decirle a Dios que él se las puede arreglar solo
(“hago esto, y esto otro...” ), y que Dios debe limitarse a aplaudirlo. Así, no
le dejó lugar a Dios . Su “ego” lo ocupó todo . Y por eso Dios lo dejó ir igual que
como había venido. Vino con una santidad prefabricada por él, y con esa se quedó:
una santidad falsa, minada por la soberbia de creerse mejor a los demás.
El publicano no tenía nada de que pavonearse . Y por eso recurre a
Dios: “Necesito tu Misericordia”. No acusó a los otros, sino a sí mismo,
reconociéndose pecador. Y como le dejó espacio a Dios, el Señor actuó y lo
santificó, de modo que volvió a su casa cambiado, llevando no una santidad auto-
fabricada, sino la única verdadera : la que nos da Dios, que ama al hombre
humilde que reconoce sus pecados, se los perdona, y lo hace hijo suyo (como hizo
siempre Jesús).
+ Algunas conclusiones prácticas:
v ¡Cuidado cuando hablamos de los demás! Comentarios, críticas, lenguas
sueltas… “No somos como ellos” (fue lo que dijo el fariseo).
Si somos buenos es por gracia de Dios. El esfuerzo que hacemos por ser buenos
es comenzado, acompañado y terminado por Dios. De modo que en lugar de
ser fanfarrones o lenguas sueltas, digamos al Señor: “¡No me vayas a soltar
de tu mano, porque entonces no podré seguir siendo bueno!”
v Tengamos mucho cuidado en colocarnos como juez de los otros . No
olvidemos que el único Juez de todos es Dios. Para poder juzgar con justicia a
una persona, tendríamos que conocer muchas circunstancias de su vida, su
educación, sus motivos para obrar, etc. que se nos escapan totalmente . Dios
es el único que puede conocer todos los resortes interiores del hombre y
medir la ceguera y la debilidad de cada uno como para poder acusar,
castigar o premiar en cada uno de los casos.
[Jesús no prohibe formarse un juicio objetivo sobre los demás, sino
condenarlos inapelablemente (vg.: “genio y figura...” “éste ya no
cambia...” ), usurpando así el lugar de Dios, que es el que pronuncia el “Juicio
Final” .
v Otra conclusión importante: si la santidad es obra de Dios en nosotros, y todos
somos muy distintos (“cada hombre es un mundo...”), no debemos hacer
comparaciones (vg.: “soy más bueno que...” - “soy menos malo que...”).
v Confesar nuestros pecados con sin-ceridad (sin cera, sin “maquillar” los
pecados). En lo personal, creo que a los ojos del Padre (y de los sacerdotes!!) la
actitud más fastidiosa es la del penitente que se presenta diciendo: “No tengo
pecados!!...” ). Normalmente, son los “peorcitos”…
+ Finalmente, el Evangelio termina con una sentencia que se repite en la
enseñanza de Jesús: “Todo aquél que se eleva será humillado...”. Así ocurre
en el Evangelio de hoy. La actitud “evangélicamente lógica” del fariseo hubiese sido
la de misericordia y comprensión frente al pecador que estaba junto a él en el
templo.
Y en lo que a él mismo se refería, hubiese sido lo apropiado presentarse al
Señor con espíritu humilde, reconociendo que lo bueno que encontraba en su vida
era solamente obra de Dios, y agradeciendo, no con altivez, sino con alegría.
Su oración podría haber sido así: “¡Señor, yo soy un pecador! Pero a pesar
de todo no lo tomas en cuenta, y todos los días siento que tu misericordia me va
haciendo más bueno. Ayúdame para que no te ponga trabas y llegue a ser tan
bueno como quieres”. O mejor aún: como la oración de María Santísima: el
Magnificat.
Dejemos que Dios nos haga santos...
Sólo nos cabe ser generosos en la respuesta, y no poner obstáculos... Como
María...
Amén.