XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ El tema de estos últimos Domingos del Tiempo Ordinario, antes del Adviento
es el Fin del mundo.
+ En el Evangelio de hoy, se nos muestra cómo los judíos tienen toda su
seguridad espiritual puesta en el Templo = algo seguro de que aferrarse...
También nosotros fácilmente podemos colocar nuestra seguridad en
“cosas religiosas”, pero de modo “ mágico ”: medallas, imágenes, rosarios
(colgados en la pared), agua bendita… Pero sin conversión interior , sin
humildad, y sin la Gracia de Dios en el corazón (como inmersos en una
“dorada mediocridad espiritual”).
La respuesta de Jesús a los judíos es lapidaria: “No quedará piedra sobre
piedra…” (¡Los dejó helados!). También los profetas apostrofaron duramente esta
seguridad puesta en el Templo , como en un objeto mágico, más con superstición
que con auténtico espíritu religioso.
También vale entonces para nosotros este llamado de atención acerca del
poner la propia seguridad en cosas “exteriores” sin un coraz￳n que busca
sinceramente cumplir con la Voluntad de Dios como Él quiere y la Iglesia enseña.
Pues en ese caso tendríamos una “religión de amuletos” , que no sirve en cuanto
a “seguridad espiritual” se refiere.
¿Estaríamos más seguros entonces, si supiésemos la fecha del fin del mundo?
¡Así podríamos prepararnos!… Los discípulos lo preguntaron enseguida:
“¿Cuándo será?, ¿qué señales habrá?
Es una preocupación de muchos. Para no pocas sectas, una obsesión
enfermiza y enfermante. No faltan oportunistas que explotan este tema, según los
acontecimientos se presten para hacerlo (cambio de siglo, cambio de milenio, algún
cataclismo, atentado a las Torres gemelas...).
El Señor lo dice claramente: NADIE LO SABE , sólo el Padre Eterno. Y
agrega: “Si algunos dicen que lo saben, no vayan detrás de ellos…” Jesús
no da la fecha, y nos manda desconfiar de los que dicen saberla (sectas,
“paes”, pastores truchos, astr￳logos, parapsic￳logos, y todo el “trucherío” religioso
que anda dando vueltas : ¡No escucharlos!)
Frente a la tentación calculadora y mezquina de conocer el día del fin del
mundo por curiosidad o para retrasar hasta ese momento la conversión y la
adhesión incondicional a Dios, se impone una actitud de verdadera religiosidad,
y de coherencia entre fe y vida.
v Jesús, sin ser preguntado, previene sobre otra actitud
equivocada: el confiar demasiado (y poner la propia seguridad) en cualquier cosa
de este mundo: ciencia; técnica; progresos impensables a todo nivel … pueden
deslumbrarnos, y hacernos creer que podemos construirnos un paraíso aquí abajo.
El Señor nos recuerda otros signos de nuestro mundo: guerras crudelísimas,
revoluciones incesantes, terremotos que destruyen todo en un momento,
epidemias viejas (cólera, antrax), y nuevas, ¡peores aún! (SIDA); hambre,
espanto, terrorismo internacional, etc.
Una mirada a la historia universal nos muestra que esto no ocurre sólo hoy,
sino que siempre (más o menos) ha sido así la historia del hombre. Por ende, el
mundo no puede ofrecernos ninguna seguridad. Más aún: hemos hecho tantos
“progresos”, que cada día mueren de hambre más de 33.000 ni￱os, sin que nadie
llame la atenci￳n internacional sobre eso; lo mismo que tantos “progresos”, lejos de
ahuyentar para siempre la amenaza de la guerra, nos ponen ante la certeza de que
una guerra mundial en la que se utilizasen todos los recursos bélicos existentes
podría amenazar incluso la supervivencia misma de la especia humana (III
Guerra…)
v Pero la tentación más sutil de todas (y por eso es la más
terrible) está en pensar que el ser cristiano es lo mismo que tener un “seguro de
vida contra todo riesgo” , y por lo tanto “todo tiene que salir perfectamente
bien”. Y por eso vienen las sorpresas y protestas cuando vemos que las cosas no
son así: “¿Cómo es posible que esto me pase a mí, que soy tan cristiano,
tan practicante…?
Hoy Jesús es bien claro con nosotros, y lo que nos anuncia es la persecución .
“Serán detenidos, perseguidos, entregados, y encarcelados.”
Así le ocurri￳ a Jesús…
Así a los Ap￳stoles…
Así a los mártires… De los primeros siglos, y de hace 15 días...
Y éste es, en mayor o menor medida, el camino de todos los cristianos.
Las persecuciones no son sólo de la época del Imperio Romano. Existen
también hoy. Algunos son perseguidos abiertamente: cárcel, torturas, muerte... No
estoy hablando de modo figurado, o exagerando un poco: esto ocurre hoy, en
nuestro días, en países donde los cristianos son una minoría no respetada
(situación esta muy común allí donde los musulmanes y otras religiones ejercen el
poder de modo fundamentalista, como en Afganistán, Pakistán, Sudán, India,
etc...)
Otros experimentamos una persecución más sutil: críticas, calumnias, burlas,
marginaciones, desprecios, discriminaciones (los matrimonios, los novios, los
universitarios, los cristianos de Misa dominical). Se nos rodea también de
tentaciones, para que el cristianismo se enfríe y se debilite (de una u otra
forma, se trata de hacer desaparecer al cristiano). Porque el verdadero
cristiano, molesta . El Señor no nos ofrece en este campo ninguna seguridad .
Incluso se nos dice que hasta nuestros seres más queridos pueden llegar a
conspirar contra nuestro compromiso cristiano: “Serán entregados hasta por
sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos, y a muchos de
ustedes los matarán… Serán odiados por todos a causa de mi Nombre…”
+ Pero finalmente Jesús mismo termina diciendo cual debe ser nuestra única
seguridad, frente a la vida y frente a la muerte: frente al mundo y al fin del mundo:
nuestra única seguridad consiste en saber que estamos en manos de Dios,
nuestro Padre . Tanto es así, que ni siquiera tenemos que preparar nuestra
defensa (¡Y menos aún vivir a la defensiva!) ; porque siendo hijos del Padre Eterno,
el Espíritu Santo habita en nosotros y nos llena de Sabiduría Divina: “No preparen
su defensa, porque yo mismo les daré palabras y sabiduría que ninguno de
sus adversarios podrá resistir ni contradecir… Ni siquiera un cabello se les
caerá de la cabeza…”
En esto consiste entonces la auténtica fe: en tener confianza solamente en
Dios, sabiendo que estamos en sus manos y que Él cuida de nosotros
[Frente a tantos que “hinchan” con el fin del mundo, recordemos las palabras de
Juan XXIII: “Sólo por hoy creeré firmemente - aunque las circunstancias
demuestren lo contrario - que el Buen Dios se ocupa de mí como si nadie más
existiera en el mundo…” ].
+ El Ev. de hoy parece muy exigente. Y lo es . Se nos exige abandonar
cualquier seguridad que no sea la única que es realmente segura: la fidelidad de
Dios hacia nosotros, y nuestra respuesta para con Él... “Si Dios está por
nosotros… ¿Quién estará contra nosotros?” (Rm. 8, 31)
Pero si Dios es un Padre tan bueno: ¿Porqué permite que estas cosas sucedan
a sus hijos? Nos lo dice Jesús en el Evangelio de hoy: “Todo esto les sucederá
para que puedan dar testimonio de mí…” Nuestro modo de vivir, nuestra
conducta, nuestra actitud frente a todas las cosas que la vida nos presenta
(especialmente las adversidades, las pruebas, y todas aquellas cosas que ponen a
Dios y a su bondad en el banquillo de los acusados) son la mejor oportunidad para
testimoniar la presencia incondicional de Dios en nuestra vida, y nuestra
incondicional adhesión a Él , aferrándonos a Él como quien se aferra a una roca
en medio de una tempestad, cuando todo se mueve alrededor, y cuando las cosas
que nos parecían más inconmovibles también se derrumban.
+ “Con la perseverancia, ustedes se salvarán…”
Como María en la Anunciación y en la Pasión… Con su misma fe, y con su
misma perseverancia, su misma adhesi￳n, y su mismo Amor…
Amén