EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
miércoles 11 Septiembre 2013
Miércoles de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario
Carta de San Pablo a los Colosenses 3,1-11.
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo
está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en
Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también
aparecerán con él, llenos de gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la
impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es
una forma de idolatría.
Estas cosas provocan la ira de Dios.
Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente.
Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y
las conversaciones groseras.
Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del
hombre viejo y de sus obras
y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento
perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador.
Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero,
esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.
Salmo 145(144),2-3.10-11.12-13ab.
Deseo bendecirte cada día,
alabaré tu Nombre para siempre.
Grande es el Señor, muy digno de alabanza,
y no puede medirse su grandeza.
Te den gracias, Señor, todas tus obras,
te bendigan tus amigos;
que hablen de la gloria de tu reino
y anuncien tus hazañas,
para que vean los hombres tus proezas,
el brillo y la gloria de tu reino.
Tu reino es reino por todos los siglos,
y tu imperio por todas las edades.
Fiel es el Señor en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus obras.
Evangelio según San Lucas 6,20-26:
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los
pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices
ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los
proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será
grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de
ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos
trataban a los falsos profetas!
Comentario del Evangelio por :
San León I el Magno (c.400-461), papa 440-461, doctor de la Iglesia
Sermón 95 ; PL 54, 461
"¡Felices ustedes, los pobres!"
“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,
3). No habrá podido pedir que de algunos pobres la Verdad había querido hablar,
diciendo, sí: “Dichosos los pobres”; ella no había añadido nada sobre el género de
pobres que tenía que entender: habrá parecido antes que, para merecer el Reino de
los cielos, bastaría sólo la indigencia de la que muchos padecen por el efecto de una
penosa y dura necesidad. Pero diciendo: “Dichosos los pobres en el espíritu”, el
Señor muestra que el Reino de los cielos debe ser dado a los que recomienda la
humildad del alma más que la penuria de los recursos.
No puede dudarse de que los pobres consiguen con más facilidad que los ricos el
don de la humildad, ya que los pobres, en su indigencia, se familiarizan fácilmente
con la mansedumbre y, en cambio los ricos se habitúan fácilmente a la soberbia.
Sin embargo, no faltan tampoco ricos adornados de esta humildad y que de tal
modo usan de sus riquezas que no se ensoberbecen con ellas, sino que se sirven
más bien de ellas para obras de caridad, considerando que su mejor ganancia es
emplear los bienes que poseen en aliviar la miseria de los prójimos. El don de esta
pobreza se da, pues en toda clase de hombres y en todas las condiciones en las que
el hombre puede vivir, pues pueden ser iguales por el deseo incluso aquellos que
por la fortuna son desiguales, y poco importan las diferencias en los bienes terrenos
si hay igualdad en las riquezas del espíritu. Bienaventurada es, pues, aquella
pobreza que no se siente cautivada por el amor de bienes terrenos ni pone su
ambición en acrecentar las riquezas de este mundo, sino que desea más bien los
bienes del cielo.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”