FIESTA DE SAN GREGORIO MAGNO
Bodas de plata monásticas del P. Ignacio M. Fossas
Homilía del P. Josep M. Soler, abad de Montserrat
3 de septiembre de 2013
2Cor 4, 1-2.5-7; Lc 22, 24-30
Los discípulos disputaban sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero . Y
acabamos de escuchar, hermanos y hermanas, lo que Jesús les dice sobre esto; les
habla del comportamiento que debe tener el que es tenido como el primero . Y no lo
dice sólo para los discípulos . Sino que la enseñanza vale para los pastores de la
Iglesia y para todos los seguidores de Jesús de todos los tiempos. En la comunidad
cristiana, el primero debe ser el servidor de todos, como un criado . El modelo es el
mismo Jesús: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve . Les dice esto en el
contexto de la última cena, que es de donde está sacado este fragmento evangélico y,
por tanto, lo dice después de haberles dado sacramentalmente su cuerpo y su sangre
que serían ofrecidos en la cruz como un servicio radical a la humanidad. No deja de
ser sorprendente que cuando Jesús les muestra que él es servidor del Padre y de la
humanidad y que este servicio le llevará hasta el punto de dar la vida, los discípulos
disputen sobre cuál de ellos es el primero .
Después, de hacerles esta advertencia sobre cómo deben ser servidores hasta el don
de sí mismos, les hace una promesa: si, como han hecho hasta ahora a pesar de los
altibajos del seguimiento, perseveran conmigo en los momentos de prueba que se les
acercan debido a la pasión, ellos también participarán de la realeza de Jesús en el
Reino . Si, como él, se hacen servidores de los demás, hasta gastar la propia vida,
participarán, también, de la autoridad de Jesús. Y esto tampoco vale sólo por los
discípulos sino para todos los que en la Iglesia tenemos alguna misión pastoral. Y, en
cierto sentido, para todo cristiano. Todos debemos poner nuestra vida al servicio de
los demás y así podremos compartir el Reino de Jesús, porque en la perspectiva del
Evangelio servir es reinar.
Hoy celebramos la fiesta de san Gregorio Magno, papa a finales del s. VI y principios
del VII. Después de tener la máxima magistratura de la ciudad de Roma, lo dejó todo y
se hizo monje, inspirándose en la escuela de san Benito. Unos años más tarde,
Gregorio fue elegido obispo de Roma, pero vivió siempre su ministerio con espíritu de
monje. Y, por tanto, dedicado a meditar, orar, vivir, anunciar y explicar la Palabra
divina. Puesto en el lugar más importante y de mayor responsabilidad de la Iglesia,
vivió siempre con espíritu de servicio, consciente de la palabra evangélica que hemos
leído y de la doctrina monástica benedictina que considera al monje, y más aún al que
va delante de la comunidad, como un servidor de Dios y de los hermanos.
Efectivamente, San Gregorio, en tanto que papa, se consideraba a sí mismo el " siervo
de los siervos de Dios”, el servidor de los que sirven a Dios y a los demás con la
vivencia de la fe y de la caridad. Todos los papas posteriores han hecho suyo este
lema de "siervo de los siervos de Dios". Con esta actitud fundamental de servicio, san
Gregorio seguía, también, la palabra del Apóstol San Pablo cuando dice, como hemos
escuchado en la primera lectura, predicamos que Cristo es el Señor, y nosotros
siervos vuestros por Jesús . Nuestro santo imitar a Jesucristo en el ser servidor y no
actuó como un amo, sino con aprecio por las personas. En un momento que el obispo
de Roma empezaba a ser la mayor autoridad de occidente, fue solícito de las
personas concretas y de sus necesidades y sufrimientos. Es famoso, entre otros, el
hecho de que todavía unas semanas antes de morir, se preocupó de que un obispo
que pasaba penurias materiales pudiera tener un abrigo para el invierno.
Amante del silencio y de la paz del monasterio, que siempre añoró en sus años de
papa, no le era fácil dedicarse a los problemas y a la gestión de los asuntos materiales
y políticos. No porque no tuviera la capacidad, hombre de acción y buen administrador
como era, sino porque deseaba dedicarse a la oración, al estudio de la Palabra divina,
a profundizar la experiencia espiritual, en una palabra: a la vida contemplativa. Era
consciente, como lo había sido antes el Apóstol, que llevaba el tesoro del ministerio
que Dios le había confiado como en vasijas de barro ; conocía su debilidad sobre todo
cuando le era acentuada por una salud frágil y por un cuerpo débil, pero sabía que así
se manifestaba más a través suyo el poder de Dios. Por ello, también como San
Pablo, no tuvo miedo y habló con sinceridad y según la verdad incluso cuando tenía
que corregir o lo que decía no era del gusto de los demás. La luz de Cristo
resplandeció en su corazón y él la irradió, no como una teoría, sino como fruto de su
vivencia espiritual y se preocupó que muchos otros la irradiaran a quienes la
desconocían, por eso favoreció la actividad misionera y escribió varios libros. Le movía
el celo de anunciar a Jesucristo y su Evangelio, y quería que este celo fuera vivido por
todos los pastores de la Iglesia. Nutrido por la Palabra divina, perseveró en el servicio
a los demás unido al Cristo en los momentos de prueba; por ello, tal y como había
prometido el Señor, ahora participa entre los santos de la mesa del Reino .
Los monjes de la familia benedictina tenemos una estima particular por san Gregorio
Magno, porque no sólo él fue de los primeros en recibir la influencia de la Regla de san
Benito, sino que, además, en uno de sus escritos nos hace conocer la manera de ser
de nuestro Padre en la vida monástica, en particular la forma en que se trabajó
espiritualmente sobre todo cuando iniciaba el camino monástico, y ofreciéndonos así
un modelo de santidad complementario de las enseñanzas de la Regla. San Gregorio,
a través del ejemplo de san Benito y de otros santos, quiere hacernos ver cómo Dios
es solícito siempre hacia su Pueblo y le envía hombres y mujeres santos que lo
alienten y llamen a la fidelidad.
En la fiesta de este monje convertido papa, el P. Ignasi M. Fossas, prior del
monasterio, celebra sus bodas de plata monásticas. En su camino de seguimiento del
Evangelio en el monasterio bajo el magisterio de san Benito, ha ido penetrando en la
fecundidad que supone hacerse servidor de los demás, en el seno de la comunidad,
con servicios ocultos y humildes y con tareas de mucha responsabilidad, y también en
la docencia y en otras actividades pastorales. En el momento que se dispone a
renovar su profesión como monje, le acompañamos en la oración, dando gracias por
los dones que le han sido concedidos en estos veinticinco años y pidiendo que el
Señor continúe ayudándole a correr con el corazón ensanchado y con alegría
espiritual por los caminos del Evangelio. Le encomendamos a la protección de la
Virgen, Sede de la Sabiduría y Sierva fiel, para que después de una vida monástica
entregada al servicio del Señor y de los hermanos, le sea concedido comer y beber
con Jesucristo en la comida del Reino . Una comida que nos será anticipada en la
mesa eucarística de la que participaremos en esta celebración.